San José. – César Bernardo Arévalo de León tendrá que vestirse de electricista, fontanero, soldador, metalero, albañil, ebanista, jardinero, pintor, carpintero, vidriero, ceramista, tapicero, costurero, arquitecto, ingeniero civil y de otros oficios y profesiones para intentar restaurar el maltrecho edificio y los derruidos mobiliarios, ropajes y jardines de la democracia y la institucionalidad de Guatemala.
Guatemalteco nacido en Uruguay por exilio forzoso de sus progenitores—los guatemaltecos Juan José Arévalo Bermejo (1904—1990), presidente de 1945 a 1951, y Margarita de León—y con infancia en México, Chile y Venezuela para llegar a vivir desde 1973 a su país en sus días de quinceañero, Arévalo asumirá hoy la presidencia de Guatemala.
Con todas sus vestimentas, deberá empezar a recoger los escombros luego de más de 200 días de desplome del aparato democrático e institucional.
De 65 años, casado tres veces, sin hijos, antropólogo, filósofo y sociólogo y centroizquierdista, Arévalo logró derrotar la guerra jurídica lanzada en su contra por las fuerzas de la extrema derecha guatemalteca a partir de que, el 25 de junio de 2023, quedó de segundo en la primera ronda de los comicios presidenciales de Guatemala y avanzó como favorito para la segunda, del 20 de agosto, en la que se convirtió en presidente electo.
Arévalo cumplirá con su grito de batalla del 14 a las 14: jurará hoy—14 de enero—a las 14:00 horas (mismo tiempo del centro de México) con la socióloga, politóloga, química bióloga y ambientalista centroizquierdista guatemalteca Karin Herrera como su vicepresidenta. Ambos iniciarán un cuatrienio que ya se perfiló como tormentoso y repleto de obstáculos.
El Pacto de Corruptos, alianza de las fuerzas tradicionales políticas, militares y empresariales de Guatemala que le lanzó toda clase de trabas judiciales y electorales en ruta a la presidencia y con unos 20 años de operar abierto o encubierto, tampoco cesó en preparar las maniobras que colocará desde hoy en su camino.
Los cambios
Arévalo apuntó a que será una ruptura en casi 70 años de turbulenta vida política de Guatemala bajo dominio de la derecha en múltiples personajes, rostros y partidos con un régimen militar que se instaló en 1954.
En medio de una guerra civil, de 1960 a 1996 y cuyas heridas siguieron abiertas, el país comenzó a retornar en 1986 a la democracia y quedó atrapado en 2023 en una aguda y generalizada inestabilidad institucional sin precedentes en el siglo XXI.
Arévalo sucederá en la Presidencia de Guatemala al derechista Alejandro Giammattei y tomará posesión para acatar la voluntad popular expresada en las urnas en los comicios de junio y agosto de 2023 de su país y derrotar al empecinamiento de la derecha guatemalteca: bloquear su camino hacia la silla presidencial, asestar un golpe de Estado y romper la democracia.
“El reto que enfrentará Arévalo para desarticular (a los) corruptos en Guatemala es enorme, un gran desafío”, alertó la abogada venezolana Tamara Taraciuk, directora del Programa sobre Estado de Derecho del (no estatal) Diálogo Interamericano, de Washington.
“Es importantísimo que Arévalo pueda avanzar en una agenda de fortalecimiento institucional y esa va a ser una tarea cuesta arriba. La democracia está en juego no solo en Guatemala, sino en América Latina y el Caribe”, dijo Taraciuk a EL UNIVERSAL.
“Si la presidencia de Arévalo sale bien, el mensaje de que se puede responder ante las necesidades de la gente desde adentro del sistema democrático va a salir enormemente fortalecido”, sugirió.
Para la comunicadora social guatemalteca Iduvina Hernández, directora ejecutiva de la (no estatal) Asociación para el Estudio y Promoción de la Seguridad en Democracia (Sedem), de Guatemala, “Arévalo recibe de Giammattei un estado en ruinas y una democracia destruida por este y los gobiernos anteriores”.
“No es sano pretender que el gobierno de Arévalo, en cuatro años, vaya a reconstruir totalmente la institucionalidad destrozada y a recuperar totalmente el espacio social y civil aniquilado”, declaró Hernández a este diario.
“Máxime que llega sin que su partido (Movimiento Semilla) ni las corrientes democráticas cuenten con una mayoría en el Congreso de la República. Tampoco se cuenta con un sistema de justicia apegado al Estado de Derecho”, destacó.
“Ante las grandes expectativas sociales y ciudadanas, es importante que el gobierno sea claro y transparente con la sociedad. Es necesario entender que se trata de un gobierno de transición y que, lamentablemente por el profundo deterioro de la institucionalidad, apenas podremos empezar el proceso de recuperación”, narró.
El objetivo será “recuperar la democracia y reconstruir el estado de Derecho”, precisó.
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Las trabas
Arévalo chocará con una pieza fundamental del asedio jurídico en su contra desde junio pasado: la fiscal general de Guatemala, Consuelo Porras.
Designada por Estados Unidos en 2021 en una lista de actores corruptos y no democráticos, Porras encabezó la batalla contra Arévalo y, en lo que mostró su acople al Pacto, desplegó un vasto menú de hostilidades. Porras argumentó reiteradamente que actuó apegada a la ley y negó operar al servicio de intereses políticos.
El asedio de Porras incluyó—sin éxito—anular las dos vueltas electorales de 2023 y abarcó numerosos recursos judiciales, electorales, constitucionales y legislativos, entre otros instrumentos para atacar a Arévalo.
También contempló un abanico de medidas (algunas todavía en debate), como los cuestionamientos al Movimiento Semilla por presuntas fallas o errores de inscripción o el pedido de levantar la inmunidad a Arévalo y a Herrera por supuestos daños materiales a la (estatal) Universidad de San Carlos (USAC), de Guatemala.
Todos esos hechos evidenciaron la inquietud acerca de si las tradicionales fuerzas económicas, militares y políticas de Guatemala que preservaron el poder en la dictadura militar, de 1954 a 1986, y en el lento regreso a la democracia, a partir de 1986, permitirían a Arévalo, heredero de la primavera democrática, nacionalista y reformista que vivió Guatemala de 1944 a 1954, llegar a la Presidencia y amenazar sus intereses.
Educador y elemento central de la primavera, que se abrió con una junta revolucionaria en 1944 e impulsó profundas reformas socioeconómicas internas, el padre de Arévalo atestiguó una época sustancial de Guatemala. El proceso fue interrumpido en 1954 con una intervención armada del gobierno de EU y de fuerzas guatemaltecas por presiones de la transnacional estadounidense United Fruit Company, que explotó la producción bananera en Guatemala.
El lío se agravó en 1953, cuando el gobierno guatemalteco confiscó 96 mil hectáreas de tierras ociosas de la United para cumplir con una ley de reforma agraria aprobada en junio de 1952 por impulso del entonces presidente de Guatemala, general Jacobo Arbenz (1971—1971), sucesor de Arévalo padre por vía electoral para gobernar hasta 1957.
Los sucesores
Los portadores de las banderas de 1954 demostraron en este mes que jamás cesarán en su afán de estrecharle el cerco político a Arévalo, al acusarlo de cometer fraude electoral y otras supuestas irregularidades.
“Clarísimo: Arévalo NO puede tomar posesión el 14 de enero, ni nunca”, proclamó el empresario ultraderechista guatemalteco Ricardo Méndez Ruiz, presidente de la derechista (no estatal) Fundación Contra el Terrorismo (FCT), el 10 de este mes en su cuenta de X (antes Twitter), en la que se identificó como “activista de ultra derecha” y empresario.
Vinculado a veteranos de guerra y ámbitos militares guatemaltecos, el 9 colocó un mensaje en su red. “Un silencio inquietante y armas preparadas: la tensa espera de los soldados en las trincheras”, advirtió, sin entrar en detalles acerca de ese inquietante aviso sin ninguna otra explicación.
El 10 comentó que “está demostrada hasta la saciedad la responsabilidad” de Herrera “en la toma y destrozos” en el campus de la USAC. “Si debe ser sometida a la justicia penal, que así sea. Mientras más pronto, mejor. Nadie por encima de la ley”, ratificó.
El 3 se refirió a “la inminente posibilidad de que Arévalo no tome posesión”.
El 2 remitió en X a una entrevista que concedió al periódico El Diario, de Nueva York, que se publicó el primero de este mes y en la que aseveró: “No sabemos quién va a ser el nuevo gobernante pues Arévalo no va a tomar el poder por todos los problemas jurídicos que enfrenta”.
Al ratificar que hubo fraude en las jornadas electorales de 2023, subrayó al medio neoyorkino que “hay muchas pruebas de ello”.
Los incendios
Aparte de una caldera de tensiones democráticas, institucionales, políticas, ideológicas, policiales y militares, Arévalo tendrá que lidiar con otros gigantescos incendios: un país de unos 18 millones 100 mil habitantes, con más del 55% hundido en la pobreza y olvido socioeconómico, sumido en la corrupción y la impunidad y generador de una masiva y cotidiana corriente de migrantes irregulares a EU vía México.
Para atizar el fuego, Guatemala se afianzó como plataforma del narcotráfico internacional: productor de marihuana, de amapola (materia prima de heroína), y de hoja de coca (materia prima de cocaína), y puente para recibir y almacenar precursores químicos y generar fentanilo (opiode sintético) y otras drogas de diseño para exportarlas a México y EU.
Para reconstruir la democracia y la institucionalidad de Guatemala, Arévalo debería vestirse con uniformes de oficios tradicionales. Y para combatir al crimen organizado, ¿tendrá que ataviarse de policía… o de militar?