La situación entre Israel y Palestina arde una vez más. Queda claro que este es un tema que enciende enormes pasiones, dentro y fuera de la región. No obstante, más allá de posiciones y narrativas encontradas, vale la pena hacerse las preguntas que permitan, primero, comprender un poco mejor los elementos más recientes de la situación; segundo, en ese mismo sentido, aportar para un desescalamiento de la violencia más inmediata, y tercero, ayudar a destrabar la situación con miras a soluciones más duraderas. Por ejemplo, ¿qué factores son los que desatan esta última espiral y por qué justo ahora y no antes? Es decir, ¿en qué difiere el momento actual al de 2018 o 2019 cuando también hubo escaladas importantes? ¿Qué cambió en la región en las últimas semanas? ¿Qué factores, en ambos lados, están incentivando los enfrentamientos y cómo es que el entenderlos permitiría evitar situaciones así en el futuro? Coloco unos apuntes al respecto:
1. Probablemente lo más importante es comprender que se trata de un conflicto añejo, irresuelto, que es considerado por muchos como intratable, por lo que a lo más que comúnmente se aspira es a administrarlo. El conflicto contiene infinidad de temas sin solución como la ocupación indefinida de territorios por parte de Israel, la inexistente construcción de condiciones de paz y seguridad para ambos pueblos que permitan la transición de la Autoridad Nacional Palestina hacia un estado que pueda coexistir con Israel en circunstancias de bienestar para los habitantes de la región, y a la vez, la devolución del control de la franja de Gaza a esa Autoridad Nacional Palestina, así como el desarme de organizaciones como Hamás o la Jihad Islámica, entre muchos otros factores. Esta serie de elementos irresueltos ocasionan que continuamente el conflicto exprese su violencia de muy distintas formas. Y sucede que, cada tantos años, esa violencia escala a niveles tales, que atrae la atención de medios internacionales, de gobiernos y actores que ahora, después de años de letargo, se muestran interesados por resolver las cosas. La historia del conflicto hasta este punto, sin embargo, ha mostrado que, tras unos cuantos meses de atención, éste es nuevamente abandonado a su suerte y a las voluntades de aquellos quienes piensan que, como dije, puede ser simplemente administrado.
2. La más reciente escalada es el producto de una compleja combinación de factores que no pueden mirarse de forma aislada. En realidad, llevamos ya un mes con distintas expresiones del conflicto. En el corazón de estas expresiones se encuentra Jerusalén, concretamente, una serie de medidas restrictivas por parte de la policía israelí, justo durante el mes del Ramadán, sagrado para los musulmanes. Esto enciende manifestaciones palestinas, las cuales se tornan violentas. Confluye además otra serie de manifestaciones, pero éstas protagonizadas por grupos judíos de extrema derecha que en ciertos momentos chocan con grupos palestinos, con grupos también judíos, pero de izquierda, y con la propia policía israelí. A esto se suman otras expresiones como la viralización de videos en TikTok que muestran a palestinos bofeteando a judíos ortodoxos, así como atentados cometidos por individuos palestinos en contra de civiles y soldados israelíes. Estas expresiones culminan en su punto más álgido, justo al final del Ramadán, con choques entre manifestantes palestinos y la policía israelí, que dejan cientos de heridos palestinos entre el 7 y el 10 de mayo.
3. Ya desde el 23 de abril, grupos militantes de la franja de Gaza habían lanzado decenas de cohetes contra Israel, como muestra de solidaridad con los manifestantes de Jerusalén. Sin embargo, la decisión por parte de Hamás de responder de forma más intensa no viene sino hasta el 10 de mayo.
4. Hamás—la organización islámica fundamentalista que controla de facto la franja de Gaza y que lleva décadas de lucha contra Israel, lo que incluye atentados terroristas, ataques con cohetes y varias confrontaciones armadas—parece haber tomado una decisión estratégica al enviar siete misiles directamente contra Jerusalén, considerada por el Estado de Israel como su capital. De hecho, la evidencia muestra que esa organización jugó un papel relevante en las manifestaciones de abril y mayo. Independientemente de ello, lo que queda claro es que al atacar a Israel justo en esa ciudad y ocasionar la evacuación de sitios tan importantes como el parlamento, Hamás estaba consciente de las posibles repercusiones que ello ocasionaría.
5. En este punto, es necesario introducir la situación política interna, tanto en Israel como en Palestina. Israel ha tenido cuatro elecciones en dos años, tras las cuales, ni Netanyahu ni la oposición han sido capaces de formar un gobierno. El liderazgo del primer ministro, quien además enfrenta cargos por corrupción, se encuentra muy debilitado, y, por tanto, se vuelve rehén de distintos grupos políticos que le exigen una mano dura. Hamás, también pasa por sus propios predicamentos. En Palestina iba a haber elecciones este 22 de mayo. El presidente Mahmoud Abbas las suspendió indefinidamente (culpando a Israel por ello) afectando con ello a Hamás, de quien se preveía un desempeño fuerte en esas elecciones. Así, la organización islámica opta por robustecer su liderazgo también como medida de presión frente a Abbas, y se apropia de la lucha por Jerusalén. A lo largo de los años, se ha demostrado que Hamás termina muy fortalecida ante la opinión pública palestina cuando protagoniza enfrentamientos con Israel. Su proyección como resistencia armada ha terminado por sentar a Israel a negociar y lograr concesiones que las tácticas políticas de actores como el presidente Abbas, difícilmente consiguen.
6. Un factor adicional: entre amplios sectores israelíes hay la convicción de que Netanyahu ha mostrado debilidad en escaladas previas contra Hamás y la Jihad Islámica, especialmente en las ocurridas entre 2018 y 2019 y que, por tanto, Israel ha perdido su capacidad disuasiva frente a esos actores (es decir, lograr que prefieran no atacarle debido a los costos que ello supondría).
7. Consecuentemente, las condiciones para una espiral estaban ahí desde, al menos, inicios de mayo. Cuando Hamás decide atacar Jerusalén, sin duda estaba esperando una respuesta fuerte. Sin embargo, al también comprender toda esta serie de factores, el gobierno israelí decide que es hora de recuperar su poder disuasivo frente a Hamás y la Jihad Islámica, lo que únicamente se lograría mediante respuestas incluso más severas que las que Hamás hubiese esperado.
8. Esto introduce rápidamente al conflicto violento en una lógica de acción-reacción que tiene distintas manifestaciones. Israel bombardea sitios que considera clave para el comando de Hamás y la Jihad islámica (muchos de los cuales se ubican en zonas densamente pobladas) mostrando que no se tentará el corazón para liquidar a miembros clave de estas dos organizaciones, incluso ante el costo de las pérdidas civiles que estamos viendo. Ello a su vez, impone en Hamás y en la Jihad Islámica la decisión de seguirse mostrando fuertes mediante respuestas tan severas como lanzar andanadas de decenas de cohetes contra importantes centros urbanos israelíes, lo que también ocasiona pérdidas civiles del lado israelí, aunque en una mucha menor proporción.
9. Así, mientras cada parte decide exhibir su músculo ante la otra, y su disposición a seguir escalando los enfrentamientos, la espiral se mantiene en ascenso. Esto, hasta que alguna de las partes o ambas, consideren que pueden entregar una victoria política o simbólica ante sus audiencias.
10. Por ejemplo, las capacidades del ejército israelí son de sobra conocidas. Pero Hamás y la Jihad Islámica, están mostrando capacidades que no se observaban anteriormente, tales como lanzar hasta 180 misiles en contra de centros urbanos de la importancia de Tel Aviv en apenas unos minutos, un monto que, en 2014 (la última confrontación mayor), era el promedio de días completos. Este monto de misiles enviados al mismo tiempo ha conseguido penetrar el escudo antimisiles israelí de formas no vistas previamente. Al hacerlo, independientemente de los daños humanos o materiales, se produce un estado de alta tensión entre la población israelí, que se exacerba mediante imágenes y videos compartidos al instante.
11. Ello muestra, una vez más, el poder de Hamás para impactar a las audiencias que busca impactar, tanto al interior como al exterior, pues en un conflicto asimétrico como este, esa organización es la parte débil que enfrenta a un ejército con muchas más capacidades, pero que, a pesar de ello, se logra defender. Esto, desde ya, le puede arrojar las victorias simbólicas y políticas que requiere, independientemente de los daños que pueda sufrir.
12. Del lado israelí, sus bombardeos no solo provocan horror entre la población de Gaza, sino un impacto material y humano mucho más severo. Pero esos daños generan a Israel costos políticos y severas perdidas en respaldos internacionales. Por ello, el tiempo opera en su contra. Para Israel, una victoria, si acaso la llega a lograr, consistiría esencialmente en mostrar que sus acciones—tales como el asesinato directo de líderes importantes de Hamás o la Jihad—obligan a esas agrupaciones a mover su ecuación, mostrando que podrían ser nuevamente disuadidas por el ejército israelí. Sin embargo, Netanyahu ha enseñado en el pasado que no siempre espera a que esto ocurra pues ha valorado que el costo de seguir escalando las operaciones, supera a cualquier posible beneficio por hacerlo. Ya en más de una ocasión, este tipo de situaciones se han salido de su control y llevan a Israel a tomar decisiones que no solo no consiguen sus objetivos estratégicos, sino que le terminan por dañarle incluso ante aliados cruciales como Washington.
13. Como consecuencia de ello, habrá que estar monitoreando en qué medida las partes se encuentran dispuestas a seguir escalando las acciones como indican las noticias que tenemos hasta el momento de este escrito, o en qué medida, las circunstancias, asistidas por una mediación internacional, imponen un cese de las hostilidades.
14. Por último, señalar que las otras expresiones del conflicto, no han sido “resueltas” por el escalamiento Hamás-Israel, sino tan solo oscurecidas por éste. Por ejemplo, uno de los fenómenos más delicados en este momento, es la serie de manifestaciones de la población árabe que es ciudadana israelí. Ese sector de la población israelí está dando muestras de solidaridad con el movimiento palestino y con Hamás, algo que ya se había observado antes, pero cuya intensidad y violencia se encuentra en crecimiento. Este factor, además de otras manifestaciones de palestinos en distintas partes de Cisjordania, o bien, nuevos atentados terroristas cometidos por atacantes solitarios o por células, serán piezas que también habrá que estar observando en el seguimiento que daremos al tema en estos días.
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