San José.— “Pura vida: nos vemos en Antojitos”. Sin más referencias geográficas, el mensaje fue suficiente para pactar un encuentro en Antojitos Cancún, el más famoso y tradicional restaurante de gastronomía mexicana de Costa Rica.
Fundado en 1972 en un congestionado sector del este de la capital costarricense y abierto siempre a partir de las 11:00 horas, el negocio sobrevivió por 48 años a tormentas sociales y políticas internas, pero sufrió el contagio mortífero del efecto económico paralelo del coronavirus: cerró el pasado 4 de junio y liquidó a 21 trabajadores.
“Para la familia fue muy doloroso”, dice la costarricense Muni Figueres Facio, gerenta de la empresa, al narrar el impacto emocional del cierre en sus parientes con apellidos que desde la segunda mitad del siglo XX remiten a figuras claves de la política de Costa Rica: los expresidentes José Figueres (1906-1990) y Francisco Orlich (1907-1969).
“Teníamos 48 años de estar ahí. Se convirtió en el segundo hogar de los dueños y de la familia extendida. Todos mis tíos hacían reuniones ahí. Los primos nos reuníamos ahí. Los colaboradores se convirtieron en nuestra familia”, cuenta Figueres a EL UNIVERSAL.
La firma entró en colapso luego de que el pasado 21 de marzo interrumpió labores por la restricción sanitaria que dictó el gobierno de Costa Rica para cesar múltiples actividades públicas y privadas e intentar contener el Covid-19. Antojitos aceptó reducir el aforo a 50%, dejar de operar de noche y los fines de semana, así como tratar de enfrentar altos costos en el servicio exprés.
“Cerrar fue muy doloroso. Fue una decisión dura, pero la más inteligente. Los sistemas bancarios estatal y privado se negaron a otorgarnos un préstamo flexible para operar seis meses sin ganancias. No queríamos que nos regalaran el dinero, sino flexibilidad”, relata.
“Muy lamentable”, afirma la gerenta con nostalgia.
El pacto en típica jerga costarricense del “pura vida” para coincidir en Antojitos quedó en el recuerdo de un trajín urbano que cambió por la pandemia.