La catástrofe provocada por es apenas el más reciente ejemplo de los estragos que los fenómenos naturales pueden causar en el mundo. “Los eventos extremos siempre han ocurrido, pero ahora lo que las investigaciones muestran es que hay diferentes tipos de eventos climáticos extremos en escenarios donde antes no se veían. Por ejemplo, inundaciones repentinas en tierras altas. Parte de esto se debe al aumento de la temperatura, pero también a una mala planificación y a una mala toma de decisiones”, dice, en entrevista con EL UNIVERSAL, Andrew J. Kruczkiewicz, Investigador senior en el Instituto Internacional de Investigación sobre el Clima y la Sociedad de la Universidad de Columbia, Escuela del Clima. Sin embargo, más allá de la cuestión de qué tanto influye el , Kruczkiewicz aboga por un nuevo enfoque, “más integral sobre los motores detrás de las catástrofes”.

Explica que “cuando se habla del impacto en la vida de las personas, tenemos que hablar de la desproporcionalidad del impacto… La meta final debería ser apoyar a las poblaciones más vulnerables y hay dudas acerca de si eso está pasando suficientemente”.

P. Los escenarios que parecían futuristas sobre las sequías, inundaciones, tormentas más severas, son una realidad que hoy causa estragos. ¿Qué tan preocupados deberíamos de estar? ¿Tenemos que acostumbrarnos a la idea de que huracanes como Otis se volverán un lugar común?

R. Cuando hablamos de los ciclones tropicales, la conexión con el cambio climático es compleja. Lo que estamos viendo es que el cambio climático, el calentamiento de la atmósfera está conduciendo a un aumento de la capacidad de la atmósfera para calentar agua, lo que provoca precipitaciones más intensas. Hay muchas investigaciones sobre hasta qué grado es más probable que ocurran esas precipitaciones durante los ciclones tropicales. En algunos casos estamos viendo lo que llamamos ciclones tropicales húmedos.

Cuando se habla de cambio climático y desastres naturales, hay una variedad de impactos que hay que entender. Entre los factores implicados está el cambio climático, pero es más complejo que eso. Es muy complejo tratar de dilucidar cuáles son los factores socioeconómicos implicados en el impacto desproporcionado en las comunidades. Es en lo que tenemos que enfocarnos.

Creo que hay elementos para sentirnos esperanzados porque la narrativa está cambiando, pero necesitamos más para poder desarrollar soluciones enfocadas específicamente en las comunidades más vulnerables.

P. El secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, dice que somos como el meteorito que acabó con los dinosaurios. ¿Estamos tomando suficientemente esta advertencia?

R. Vemos eventos extremos ocurriendo en muchas partes del mundo y puede decirse que los eventos extremos siempre han ocurrido, pero ahora lo que las investigaciones muestran es que hay diferentes tipos de eventos climáticos extremos en escenarios donde antes no se veían. Por ejemplo inundaciones repentinas en tierras altas. Parte de esto se debe al aumento de la temperatura, pero también a una mala planificación y a una mala toma de decisiones. Estamos en un momento crítico, y si vamos a tomar la situación con la mayor seriedad posible, necesitamos una mirada más amplia, integral sobre los motores detrás de las catástrofes. Seguramente el cambio climático y el calentamiento de la atmósfera juegan un papel, pero las decisiones y políticas socioeconómicas, las formas culturales de vida también tienen un rol en esta desproporcionalidad.

Podemos hacerlo mejor, en términos de integrar la variedad de factores implicados en los desastres naturales. Tenemos que ser más sofisticados en nuestra estrategia al preguntarnos por qué ciertos desastres tienen más impacto en unas áreas que en otras.

P. Usted ha trabajado de cerca con organizaciones como la Cruz Roja, el Programa Mundial de Alimentos. ¿Cómo están impactando estos fenómenos el trabajo de estas instituciones? ¿Cómo afectan a la producción de alimentos?

R. Mi trabajo está más enfocado en el sector humanitario. Proveemos apoyo que puede caracterizarse más como de evaluación de riesgos, análisis de riesgos, y pensando en lo que podría pasar en el futuro.

Pero uno de los principales modos de evolución en el espacio humanitario está pasando de una modalidad puramente receptiva a incluir una modalidad anticipatoria. Es el cambio principal que hemos visto en los últimos 10 años. Esto debo continuar para mantener el valor añadido del sector humanitario y reducir el impacto de los desastres en las personas más vulnerables.

P. Hablando de riesgos y de impacto: Estamos viendo ya los primeros refugiados climáticos, gente que ha tenido que huir de sus lugares de origen porque ya no existen, o porque las sequías, las inundaciones, hacen imposible vivir ahí. ¿Cómo todos estos fenómenos climáticos van a impactar esto en la crisis migratoria que ya vivimos?

R. El tema de la movilidad climática es una prioridad en estos días y hay muchas preguntas al respecto. Pero también sobre la inmovilidad climática. ¿Por qué la gente decide quedarse en un lugar? Es un tema de debate en estos momentos. Creo que se necesitan más investigaciones sobre la movilidad climática y para entender la dinámica de los cambios en los patrones migratorios relacionados con el clima. Pero también debemos asegurarnos de que al hablar de los efectos climáticos en la movilidad humana integremos suficientemente también los factores socioeconómicos. Particularmente cuando se habla de las proyecciones a futuro, porque estamos viendo cambios en el clima, hay variabilidad climática, hay variabilidad climática interanual. Pero también para las condiciones socioeconómicas. Tampoco hay certidumbre al hablar de proyecciones sobre el estado socioeconómico en el futuro. Y también eso tiene un impacto en la movilidad climática.

P. En estos momentos, la mayoría de la atención, y de los recursos, se enfocan en conflictos como el de Rusia-Ucrania, o el de Israel-Hamas. ¿Cómo tener la atención centrada en ello afecta la lucha contra el cambio climático, contra el hambre, contra la movilidad climática?

R. No tengo la respuesta para eso. Puedo decir que estamos viendo, cada vez más, conexiones interrelacionadas entre la ciencia física del clima, los factores climáticos y los factores socioeconómicos detrás de los desastres.

P. Y desde su perspectiva, ¿a cuáles de estos factores tendríamos que ponerles más atención?

R. Cuando se habla del impacto en la vida de las personas, tenemos que hablar de la desproporcionalidad del impacto. Podemos tener una inundación de cierta magnitud, una inundación que va a causar mucho más daño en una comunidad que en otra. Tenemos que ser más sofisticados en nuestra evaluación sobre el impacto de los eventos extremos. Es uno de los grandes desafíos.

Sabemos que las comunidades sienten el impacto de los desastres de distinta manera y este es un momento clave para dar un paso adelante y asegurarnos no sólo de entender, de obtener los conocimientos, sino de encontrar la manera de priorizar programas, porque la meta final debería ser apoyar a las poblaciones más vulnerables y hay dudas acerca de si eso está pasando suficientemente.

P. ¿Qué pasa si no hay suficiente atención y, más que atención, acción al respecto?

R. No creo que haya riesgo de falta de atención, o falta de acción. Creo que estamos viendo mucha atención. La cuestión aquí es qué tan adecuada es esa atención. ¿Las acciones son apropiadas? ¿Lo son a un nivel que se corresponda con la magnitud de la crisis a la que nos enfrentamos? Es sobre adecuación.

Cuando la gente me pregunta sobre la mejor previsión de uso, de los mejores datos climáticos, tiene que ver con eso, con qué tan adecuadamente estamos usando los datos y desarrollando soluciones adecuadas. Hacia eso tenemos que avanzar.

P. ¿Y en estos momentos tenemos la atención apropiada considerando los retos que enfrentamos?

R. Por un lado, hay poblaciones que se están beneficiando de los programas de adaptación, de los programas de reducción de riesgos. Creo que es el momento de asegurarnos de que poder desagregar para poder tener una mejor idea de qué comunidades se están beneficiando y el grado de beneficio. Aun si todos se han beneficiado, podríamos seguir teniendo esas brechas, esa desproporcionalidad cuando ocurren los desastres. Debemos mejorar, especialmente conforme haya más fondos, al priorizar a los grupos que más lo necesitan y eso debería ser un elemento clave en las evaluaciones sobre los recursos.

Hasta que reconozcamos que hay diferentes estrategias que pueden ser más o menos adecuadas para diferentes comunidades, para distintos grupos demográficos, hasta que normalicemos esa discusión, todavía nos falta camino qué recorrer. Pero estoy esperanzado. La información está mejorando, tenemos más información accesible, pero tenemos que traducirla, que integrarla. Esa parte no es fácil.

P. Hay mucha gente que piensa que las cumbres, las reuniones quizá no sean la mejor manera de emprender soluciones adecuadas en este tema. ¿Cuál sería una mejor manera de atender a estos desafíos, de que los recursos vayan adonde tienen que ir?

R. No creo que las cumbres, en sí mismas, sean un marco inapropiado, pero si no hay forma de integrar las necesidades y voces de la comunidad, entonces son inapropiadas.

Es necesario involucrar a las comunidades, a los líderes comunitarios, pero necesitan tener una voz decisiva. Incluso los científicos a veces se quedan fuera del proceso de toma de decisiones finales. Si hay incentivos para elevar las voces de las comunidades, las perspectivas científicas, será un avance.

P ¿Qué lo hace sentirse optimista? Hay quienes hablan de un futuro de guerras por el agua, por las tierras que sean habitables

R. Soy privilegiado como científico, al tener la oportunidad de viajar y de hablar con la gente que ha sufrido el impacto de los fenómenos climáticos extremos y también he hablado con personas que enfrentan preguntas complejas acerca de los cambios y los riesgos. Pero esas discusiones a veces abren debates adicionales acerca de la realidad de lo que esos impactos significan para esas comunidades en particular. Sin embargo, esas discusiones también dejan claro que son personas las que están sufriendo el impacto.

Tenemos personas con historias reales, de la vida real, y eso deriva en decisiones reales. Cuando enfrentamos desafíos difíciles, si hay voluntad a nivel comunitario, eso me inspira como científico. Me inspira a seguir, hacer investigación científica que permita informar sobre toma de decisiones que podrían mejorar la situación en diversas áreas.

Mi posición privilegiada, al poder interactuar con diferentes comunidades me hace ser mejor científico y eso me da optimismo. Necesitamos más científicos operando en esa interfase de la ciencia, la política y la práctica. Necesitamos más científicos, sí, necesitamos más políticos conscientes de la mejor manera de integrar la ciencia con la política, necesitamos más tomadores de decisiones que integren la política, que integren los datos en sus acciones… necesitamos personas que comprendan los diferentes aspectos de la complejidad de la crisis climática y que puedan estar al tanto de lo que está pasando a nivel científico, pero también que puedan integrar eso, de manera comprehensiva, para ayudar a la gente que más lo necesita.

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