En Queens, un barrio lleno de contrastes donde conviven inmigrantes de todas partes del mundo, las luces navideñas ya brillan con fuerza en las calles principales cubiertas de nieve. Sin embargo, no en todos los hogares hay. Para Ana y Carlos Hernández, una pareja mexicana originaria de Puebla que llegó a Estados Unidos en busca de una vida mejor, la Navidad era, hasta este 2024, una fecha marcada por el silencio, la nostalgia, el dolor y la preocupación.
Durante un año han trabajado incansablemente para sostener a su familia en la Unión Americana.
Carlos dedicaba jornadas enteras a la construcción, mientras que Ana limpiaba oficinas durante las noches. Sus hijos, Santiago y Camila, de ocho y seis años, respectivamente, han crecido entre sacrificios y el ejemplo de la cultura del trabajo.
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Pero con la inflación que golpeó duramente después de la pandemia, todo cambió. Carlos perdió su empleo durante meses y aunque lo recuperó, las horas fueron recortadas y el salario no ha vuelto a ser el mismo. La situación financiera se volvió inconstante.
Las necesidades se multiplicaron, pero este diciembre de 2024, ya casi con el invierno en su punto más cruel, llegó con la calefacción funcionando sólo a medias, los abrigos de los niños no son suficientes durante las madrugadas y la idea de celebrar la Navidad con una cena o regalos parecía inalcanzable.
Ana describe a EL UNIVERSAL que “había días en los que no podíamos comprar ni lo básico, mucho menos pensar en algo especial para los niños. El invierno en Nueva York es implacable cuando no tienes recursos”.
Carlos cuenta que “llegamos a la ciudad y a este departamento en el verano pasado; venimos de El Paso, Texas. Me dijeron que la paga es mejor aquí, pero nunca supe que el clima era así de rudo y cuando comenzó a arreciar el invierno, [Gaby] nuestra vecina, vio lo mal que estábamos y como nosotros teníamos poco de haber llegado no sabíamos que había organizaciones que ayudan a las personas como nosotros [de escasos recursos]”, narra.
Gaby los puso en contacto con la organización no lucrativa (ONG) Hope for Families. Ana y Carlos, movidos por la desesperación y el deseo de ver a sus hijos sonreír, contactaron con ellos: “Gaby nos contó cuando la ayudaron a ella y a su familia”, explica Ana. “Parecía un cuento de hadas, de verdad, no podíamos creerlo, hasta que sucedió”.
Un rayo de esperanza
Hope for New York (HFNY) es su filial y opera en Queens, Nueva York, a través de su red de afiliados que trabajan para apoyar a las poblaciones más pobres y marginadas de la ciudad. HFNY moviliza a personas para servir en organizaciones en el terreno y capacita a líderes para que sean voluntarios en todos los niveles de sus organizaciones afiliadas.
En Queens, HFNY trabaja con organizaciones como 9 Million Reasons, que ofrece recursos a la comunidad de Long Island City a través de servicios compasivos. También colaboran con otras organizaciones que atienden a personas sin hogar, inmigrantes recientes y personas con discapacidades.
Voluntarios de la ONG visitaron la vivienda de Ana y Carlos para evaluar su situación y pudieron constatar que se trataba de una familia en serios problemas de alimentación y economía.
El apartamento, pequeño y apenas iluminado, reflejaba años de lucha. El refrigerador contenía apenas leche, algunos huevos y algo de pan; las paredes estaban sin absolutamente ningún adorno y lo que simulaba ser un árbol de Navidad y un nacimiento eran sólo un propósito amoroso maltrecho.
Una de las voluntarias de la ONG habló con este medio y, recordando el primer impacto al visitar a Ana y Carlos, describió la escena como algo que no olvidará: “Entrar en su casa fue como ver un retrato lleno de amor, sí, pero tan vacío de esperanza. Muy similar al de tantas familias inmigrantes que hay en esta ciudad. Se respiraba la dignidad, se ve que hay esfuerzo, pero también se percibe una pobreza silenciosa que golpea en el corazón”.
Movilización de una comunidad
Hope for Families lanzó una campaña urgente. El objetivo era reunir suficientes recursos para garantizar a la familia Hernández una cena navideña, abrigos para el invierno y regalos para los niños. La comunidad respondió con rapidez; pequeños comerciantes locales donaron alimentos; habitantes de otras comunidades aportaron ropa en buen estado, juguetes y fondos para comprar artículos esenciales.
Otro voluntario de la ONG expresó a este diario su sentir: “Lo que me emociona siempre es cómo en la comunidad inmigrante se apoyan los unos a los otros, aunque muchas veces digan lo contrario. Muchas de las personas que donaron también pasaron por momentos difíciles, pero no dudaron en dar lo que podían. Hay una empatía que nos une”.
Dos camionetas de la organización llegaron al edificio donde viven Ana y Carlos con sus hijos Santiago y Camila.
Los voluntarios subieron las escaleras cargados de cajas y bolsas con alimentos, juguetes y ropa para el invierno.
El frío de afuera ya no los asustaba: estaban creando el ambiente cálido con el que habían soñado.
Hope for Families entregó a la familia una caja de alimentos con todo lo necesario para una cena navideña; un pavo, arroz, verduras frescas, pan y postre. Junto a eso, colocaron una bolsa con juguetes envueltos para los niños, una bicicleta nueva para Santiago y una muñeca grande, con cambios de ropa, para Camila. Finalmente, incluyeron abrigos, gorros y guantes, sabiendo que el invierno en Nueva York no da tregua.
Mary Beth, a cargo de los voluntarios, comentó llena de emoción que “ver las caras de los padres, de alivio y esperanza; y las sonrisas de los niños, que no paraban de abrazar los juguetes, fue indescriptible. Uno entiende por qué hace este trabajo.”
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Carlos, agradecido hasta las lágrimas, confiesa a EL UNIVERSAL que “uno trabaja hasta el cansancio, pero hay veces que no alcanza. Ver que alguien nos ayudaba sin pedirnos nada a cambio, nos devolvió la fe en las personas”. Y no sólo eso, les dio una plataforma para poder salir adelante, “sostenernos en lo que pasa el invierno y consigo un mejor trabajo para sacarlos adelante”.
La intervención de Hope for Families no sólo brindó una Navidad digna a la familia, sino que abrió nuevas puertas. Los voluntarios le han dicho a Carlos que van a ponerlo en contacto con una agencia que ofrece programas de empleo estables en construcción y a Ana la inscribieron en clases gratuitas de inglés.
La historia de Ana y Carlos es sólo una entre tantas que ocurren en barrios como Queens. Organizaciones como Hope for Families no sólo ofrecen asistencia puntual; crean redes de apoyo y siembran oportunidades a largo plazo: “La Navidad no se trata de lo material, sino de recordarle a la gente que no está sola, se trata de repartir amor y esperanza de alguna manera. Eso, para muchas familias, significa todo”, comenta a este diario Mary Beth.