Washington.— De 48 años y católica devota, Amy Coney Barrett entusiasma a los conservadores que en ella ven a la mejor impulsora de sus causas.

En 2018 figuró en la lista de aspirantes a la Corte Suprema para sustituir al juez Anthony Kennedy, quien se retiró; sin embargo, al final el puesto fue para Brett Kavanaugh.

Barrett, madre de siete hijos, dos de ellos adoptados en Haití y uno con síndrome de Down, sirvió como asistente legal del juez de la Corte Suprema Antonin Scalia, cuyo fallecimiento, en 2016, permitió al presidente estadounidense Donald Trump colocar al conservador Neil Gorsuch en el tribunal.

Trabajó brevemente como abogada privada en Washing- ton D.C. antes de volver a la Facultad de Derecho de la Universidad de Notre Dame, donde estudió, para convertirse en profesora en 2002.

En 2017, Trump la nominó para la Corte de Apelaciones del Séptimo Circuito, con sede en Chicago, y el Senado la confirmó por 55 votos contra 43.

Durante su audiencia de confirmación, los demócratas le cuestionaron si sus creencias afectarían sus fallos en temas como el aborto.

“El dogma vive dentro de ti”, le señaló la demócrata Dianne Feinstein.

Amy respondió: “Mi afiliación religiosa personal o mi creencia religiosa no me eximen de mis deberes como juez”, pero en los años que lleva en el puesto ha firmado unas 100 opiniones, incluidas varias en las que mostró su claro y consistente cariz conservador.

Nacida en Nueva Orleans y casada con el exfiscal federal Jesse Barrett, quien trabaja para un bufete en South Bend, Indiana, Amy ha mostrado su oposición al aborto.

De acuerdo con un artículo de la revista Notre Dame, la jueza dijo durante una conferencia a estudiantes que “la vida comienza en la concepción”, algo que los activistas han señalado con preocupación, ante el riesgo de que se vengan abajo los logros en el tema del aborto.

También ha declarado que una “carrera legal no es más que un medio para un fin... y ese fin es la construcción del reino de Dios”.

A favor de política migratoria de línea dura


Sobre migración, ha votado a favor de las políticas migratorias de línea dura de Trump y es defensora del derecho a portar armas.

Por esta situación se le considera la antítesis de la jueza progresista Ruth Bader Ginsburg, quien murió el viernes 18 de septiembre a los 87 años y quien fue una defensora de la igualdad de género.

Si el Senado aprueba su nominación, la Corte Suprema quedará 6-3, inclinada hacia los conservadores. Se prevén largas luchas en el máximo tribunal de Estados Unidos por temas que van desde aborto hasta el Obamacare, ley de salud aprobada en la administración de Barack Obama a la que la juez se opone.

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