San José. – El viernes 25 de junio de 2021, y por primera vez en 30 meses y 24 días en el cargo, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador , traspasó una línea pétrea de la política exterior mexicana — no injerencia en asuntos internos de otros Estados —y, en un viaje relámpago de ida y vuelta, penetró a una zona volátil en América Latina y el Caribe : los derechos humanos.
La Constitución Política de México “nos exige que no intervengamos en asuntos de otros países, para que otros países no intervengan en asuntos que sólo corresponden a los mexicanos”, pero en la plataforma externa mexicana “también” está “la defensa de los derechos humanos: sobre eso sí podemos opinar de manera muy respetuosa”, alegó el gobernante.
“Consideramos que se deben garantizar las libertades y que no debe de haber represión en ninguna parte, ni en Nicaragua ni en Colombia ni en ningún país del mundo se debe optar por la fuerza”, aseveró, al ser cuestionado ese día en su conferencia de prensa matutina sobre el agravamiento de la crisis nicaragüense.
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El pronunciamiento fue recibido con duda y beneplácito por opositores en Nicaragua y Colombia, escenarios en 2021 de una intensa represión policial o militar, y tampoco sepultó una realidad: el estricto apego de López Obrador al mandato constitucional provocó que México dejó de ser jugador influyente en el cada vez más desdibujado escenario del hemisferio occidental.
“Fue una declaración muy general y ambigua. López Obrador no concreta”, afirmó la abogada nicaragüense Vilma Núñez de Escorcia, presidenta del no estatal e ilegalizado Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH) .
“No se puede seguir disimulando la posición en una nebulosa conceptual. Esperamos un posicionamiento más claro. López Obrador se escuda en la no intervención, cuya forma original rígida está superada por el acontecer mundial en distintos momentos en derechos humanos”, dijo Núñez a EL UNIVERSAL .
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Sin censurar a ninguno de los gobiernos latinoamericanos y caribeños que, a diario y ya sea en Colombia, Cuba, Venezuela, Nicaragua, Chile, Honduras, Guatemala o Haití, engrosan su historial de violaciones a los derechos humanos, López Obrador se manifestó sobre la captura de opositores nicaragüenses.
“Nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho, y no encarcelar, que sea el pueblo el que de manera libre decida sobre las elecciones”, recomendó, al aludir indirectamente al arresto de 21 opositores ordenado en junio anterior por el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega , y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, para impedir que compitan en los comicios generales del próximo 7 de noviembre.
“Una recomendación respetuosa que, si se actúa de esa forma, garantizando la libertad plena, se impide a quienes están acostumbrados a intervenir en asuntos de otros países el que tengan pretextos o excusas para entrometerse”, agregó, en otra mención indirecta de que Ortega y Murillo acusaron a sus contrincantes de conspirar con Estados Unidos para ejecutar un golpe de Estado en Nicaragua.
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En los casos de los regímenes izquierdistas de Nicaragua y Venezuela, sacudidas desde 2018 y 2014, respectivamente, por la represión oficialista, los opositores lamentaron que, tras asumir en diciembre de 2018, López Obrador se plegó al principio constitucional y calló ante las violaciones a los derechos humanos . También guardó silencio ante hechos similares en 2019 y 2020 en Cuba, Colombia, Chile y Ecuador.
Apuesta. En un reflejo de su limitada influencia, México centró su labor diplomática en el área en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que en 2018 aceleró su debilidad.
“México ha perdido gravitación, influencia, prestigio y liderazgo”, alegó el diplomático boliviano Jaime Aparicio, ex embajador de Bolivia en la Organización de Estados Americanos (OEA).
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Con su actual política exterior, México se alejó “de los países democráticos de la región y lo ha aislado, con Venezuela, Bolivia, Cuba y hasta hace poco Nicaragua, donde México ha actuado mal y tarde en respuesta a la atroz represión desatada contra la oposición ”, explicó Aparicio a este diario.
“Estos factores incrementaron la pérdida de liderazgo internacional de México en beneficio de Brasil”, que asumirá, el primero de enero de 2022, un puesto en el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas ( ONU ), y tendrá “la interlocución de América Latina y el apoyo de las democracias de la región”, anticipó.
En la presidencia temporal de CELAC que asumió en la primera semana de enero de 2020, México debió procesar la decisión que Brasil adoptó el 16 de ese mismo mes de salirse de la Comunidad tras aducir que ese foro concede protagonismo a “regímenes totalitarios”. Sin especificar en un país, Brasil se refirió a Cuba, Venezuela y Nicaragua.
“México y Brasil ejercieron durante varias décadas el mayor liderazgo político y diplomático en América Latina ”, recordó Aparicio, al relatar que fueron etapas con “ciclos de colaboración, pero también de rivalidad”.
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