Los jóvenes iraníes que en 1979 ovacionaron al ayatola Khomeini, tras el triunfo de la Revolución, estaban hartos de la monarquía autoritaria de Reza Pahlevi, el último sha.

No había libertad política, ni de prensa. El sha controlaba todo. Disidencia era sinónimo de cárcel. Y mientras tanto, la monarquía se enriquecía. Eso fue lo que sacó a las calles a los jóvenes de 1978. La monarquía fue sustituida… por una teocracia autoritaria. El país se convirtió en una república islámica. Los iraníes, incluyendo las mujeres, querían una mejoría. Sin embargo, a la ilusión sobrevino la decepción y la frustración. Para las mujeres que antes de la república islámica podían no llevar el velo, por poner un ejemplo, usarlo se convertía, de nueva cuenta, en una obligación. Usar minifalda, en lo proscrito, cuando antes sí podían hacerlo. Ganaron algunos espacios políticos, perdieron libertad.

Una de las diferencias más visibles que se instaló en Irán con la Revolución Islámica fue la aparición de la Gasht-e Ershad, o policía de la moral, encargada de hacer cumplir el código de conducta islámico en público. O lo que es lo mismo, sembrar el terror.

La muerte de Masha Amini, detenida por llevar mal puesto el velo, desató las protestas más fuertes que se han registrado en Irán desde aquellas de 2019, contra el aumento del precio de la gasolina. Sólo que esta vez, son protestas por el derecho a decidir, y a vivir.

La rebelión de los yihab unió como nunca a jóvenes iraníes que, sin importar el peligro, se grabaron quemando sus velos, o bailando en las calles sin ellos. Pero como en todo régimen absolutista, la respuesta del gobierno ha sido brutal. “No habrá clemencia”, advirtió el presidente Ebrahim Raisi, quien pidió usar “toda la fuerza” en contra de quienes “atentan contra la seguridad y la paz del país y del pueblo”.

Hadis Najafi, Ghazale Chelavi, Hananeh Kian, Mahsa Mogoel, son algunos de los nombres de una interminable lista de mujeres cuyo reclamo de libertad fue respondido con balas. Todas eran #Masha Amini. A todas las lloran hoy sus familias. Medio centenar de personas han dejado sus vidas en las calles de Irán. Un millar se encuentra en prisión. Su delito: luchar por el derecho a no llevar un velo… a ser libres. Hoy es Irán, pero el fuego de la libertad se extiende, de tanto en tanto, por todos los países donde la represión es el modus vivendi. Y como en todos ellos, el poder aterrorizado, consciente de que su existencia depende del silencio, saca a las calles armas, balas, palos, agua, lo que sea, para extinguir ese fuego.

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