San José.— Atrapada en el ataque despiadado de El Niño y hundida en una caldera surtida por manos criminales, elevadas temperaturas, vegetaciones secas, deforestación, tala desmedida, sequías recurrentes, desperdicio de agua, prácticas agrícolas ancestrales, vientos incesantes o fogatas recreativas, América Latina arde… en incendios forestales, de Colombia a Costa Rica y Honduras y de Guatemala a Argentina y Chile.

La naturaleza pasa factura con membrete de cambio climático, provocado en una mezcla de factores por la intensificación del efecto invernadero ante las emisiones industriales por la quema de combustibles fósiles en un fenómeno de calentamiento global que ya hace mucho dejó de ser un temible pronóstico y se convirtió en una progresiva, peligrosa y palpable realidad.

“La situación de amenaza será mucho más alta las próximas semanas por cuenta del fenómeno El Niño”, advirtió el abogado colombiano Carlos Camargo, Defensor del Pueblo de Colombia (instancia estatal), tras urgir a reforzar las tareas de prevención.

El Niño atacó al provocar calentamiento anómalo del mar, humedad, fuertes aguaceros e inundaciones con arrastre de lodo, piedras, grava, sedimento, arena y arcilla.

“Debemos recalcar la importancia de incrementar las inversiones en prevención directa en las comunidades, ya que, según el Banco Mundial, un dólar en prevención significa 15 dólares en reducción”, dijo Camargo, en una declaración que remitió a EL UNIVERSAL.

“Están en alto riesgo particularmente (…) aquellos ecosistemas estratégicos, como los páramos” en Colombia, agregó.

Las añejas técnicas de los campesinos de quemas controladas, los fuegos intencionados o provocados y otros elementos se conjugaron en un demoledor escenario que se repitió todos los años en el resto de América Latina, una de las regiones más vulnerables al cambio climático.

Una imagen clara de ese paisaje le envía la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos (NASA, por sus siglas en inglés), todos los días, al arquitecto y ambientalista guatemalteco Jorge Cabrera, ex jerarca de la Secretaría Centroamericana de Ambiente y Desarrollo, instancia gubernamental multilateral. Las gráficas exhiben información de calor para monitorear incendios.

“De manera creciente, día tras día, se observa un incremento de los puntos de calor. Vemos incendios en el agro, quema de cañaverales, quemas para ganarle terreno a la agricultura de subsistencia, a la ganadería y a las plantaciones agroindustriales que han hecho devastación en toda América Latina”, relató Cabrera a este diario.

“Si sumamos estos impactos a nivel global, estamos construyendo una pérdida acelerada de los bosques y de la diversidad biológica del planeta. La naturaleza y la biósfera planetaria actúa como un ser vivo con todos los elementos que la integran que están íntimamente relacionados”, explicó.

Tras advertir que “al fin y al cabo, el problema desemboca en el ser humano, en la seguridad humana”, subrayó que “todos estos incendios, aparte de la pérdida de diversidad biológica, son factores de contaminación y de gases de efecto invernadero. Los impactos los vemos en sociedades más desarrolladas y en países con menos avances”.

“Flaqueamos mucho en las acciones de prevención. Informar a la población qué se debe y qué no hacer para evitar los incendios forestales, porque es la única salida que hay”, recalcó.

El desastre podría comprenderse con solo cifras oficiales de Honduras, Chile, Colombia y Argentina.

Honduras, que en enero de 2024 acumuló 21 incendios forestales al jueves anterior, registró un promedio anual oficial de pérdidas de bosques de 50 mil a 65 mil hectáreas por conflagraciones con fuego y tala ilegal a 2023, pero las llamas dañaron a más de 223 mil el año pasado.

Chile, que este mes contabilizó 85 incendios, con 7 en observación, 16 en combate, 55 controlados y 7 extinguidos para mil 227 hectáreas asoladas, promedió 35 mil 138 hectáreas destrozadas en 3 mil 719 fuegos en el quinquenio de 2018 a 2023, que se midió del primero de julio de un año al 30 de junio del siguiente.

Chile llegó a 2 mil 872 incendios forestales a partir del primer de julio de 2023, con 22 mil 610 hectáreas afectadas y con el periodo en desarrollo, frente a 3 mil 934 fuegos y 63 mil 154 hectáreas perjudicadas en el de 2022 a 2023.

Colombia, que llegó ayer a 26 quemas en 2024 tras estar anteayer en 31 y sofocar 249 este mes, sumó 527 conflagraciones en enero de 2019 y 15 mil 700 hectáreas azotadas, mientras que en enero de 2024 se ubicó parcialmente en 287 fuegos y 6 mil hectáreas arrasadas.

Argentina se hundió en una de las peores sequías de su historia con casi el 55% de sus más de dos millones 780 mil kilómetros cuadrados con falta de lluvias, estrés hídrico y pérdidas económicas por unos 20 mil millones de dólares acumuladas a 2023.

En reportes sobre América Latina y el Caribe, la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que integra el sistema de la Organización de Naciones Unidas (ONU), describió para la zona una mezcla de mega—sequía, deshielo de glaciares, lluvias extremas, inundaciones, deforestación y altas temperaturas terrestres y marinas.

El proceso redujo drásticamente los cultivos, aumentó la inseguridad alimentaria regional y dañó los mercados agrícolas mundiales, subrayó. La tasa media de aumento de las temperaturas en el área fue de aproximadamente 0,2 grados centígrados por década entre 1991 y 2021, en comparación con los 0,1 grado centígrado por década de 1961 a 1990, precisó.

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