San José.— Una presunta y oscura red ilegal de financiamiento electoral de 2021 llevó al costarricense Rodrigo Chaves a la presidencia de su país en 2022. Un polémico fallo de 2021 derribó el muro de la reelección presidencial consecutiva o alterna en El Salvador y facilitaría a Nayib Bukele reelegirse para un segundo quinquenio en 2024.

En comicios con sello de “narcopolítica”, los guatemaltecos escogerán a su presidente en junio y agosto de 2023 para el periodo de 2024 a 2028. Las elecciones de 2018 en Venezuela y de 2021 en Nicaragua fueron tildadas como farsas por los opositores de ambas naciones y la mayoría de gobiernos americanos y europeos, pero el venezolano Nicolás Maduro y el nicaragüense Daniel Ortega lograron reelegirse en la presidencia y gobernar al menos hasta 2025 y 2027, respectivamente.

Sin enfrentar ninguna competencia contra partidos y opositores, 470 personas de ambos sexos escogidas como diputados de 2023 a 2028 fueron aprobados —no elegidos— para ocupar esos cargos el domingo anterior en las urnas en Cuba y reelegir a Miguel Díaz-Canel como presidente de esa nación del periodo de 2023 a 2028 o designar a uno nuevo.

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Con matices y sin importar ideologías, la estructura de la democracia exhibe un prolongado desgaste en América, de la derecha en El Salvador y Guatemala a la izquierda en Cuba, Venezuela y Nicaragua y la secuela de enero de 2021 en Estados Unidos, con el asalto al Capitolio. En ese panorama, y con EU, Países Bajos, Corea del Sur y Zambia, Costa Rica acoge hoy y mañana (vía presencial y virtual) la II Cumbre de la Democracia, iniciativa de la Casa Blanca cuyo primer episodio se verificó en 2022 y tendió dudas por el conflicto democrático en América.

“La democracia ha comenzado a dejar de ser un modelo que satisface a las masas”, advirtió el politólogo costarricense Carlos Murillo, director del Centro de Investigación Observatorio del Desarrollo de la (estatal) Universidad de Costa Rica. “Los sistemas políticos y de gobierno en el mundo, y América Latina no es la excepción, han descuidado la atención de las demandas ciudadanas y se han resultado ineficientes e ineficaces para entender la compleja realidad”, dijo Murillo a EL UNIVERSAL.

“A esto se suma sustitución de estadistas y grandes líderes y lideresas por liderazgos populistas y de posverdad, hay muchos ejemplos en la región. A estos líderes la democracia les resulta un problema y hasta amenaza”, indicó.

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Tras alertar que sectores comenzaron “a desmantelar espacios democráticos”, dijo que sustituyeron participación ciudadana “por el ‘soy el superhéroe que los va a salvar de todo lo malo de los gobiernos y partidos anteriores; sí defiendo la verdadera democracia’. Es lo que se observa en prácticamente todos los países latinoamericanos”. En esquinas ideológicas opuestas, Bukele y Díaz-Canel, Maduro y Ortega coinciden en que gobiernan en países sin separación institucional. “No cabe duda de que la democracia (...) ha sido secuestrada por quienes, en su nombre, se valen del autoritarismo para disfrutar del poder sin permitir derechos políticos de los ciudadanos”, denunció el abogado constitucionalista Miguel Antonio Bernal, catedrático de la Facultad de Derecho de la (estatal) Universidad de Panamá.

“En la crisis actual, la democracia es manipulada para avasallar la dignidad de ciudadanos y ha degenerado en una cleptocracia dominada por megacorruptos”, describió Bernal a este periódico. “En la mayoría de los Estados de nuestra América a los que gobiernan lo único que los mueve es el ejercicio del poder y no los más caros principios democráticos”, planteó.

“La gran mayoría de democracias en América Latina se ha convertido en procesos electorales competitivos, pero con tendencias autoritarias en el ejercicio del poder una vez que los elegidos toman control del Ejecutivo”, aseveró el politólogo, sociólogo y relacionista internacional boliviano Franco Gamboa, profesor de Estudios Latinoamericanos y Política Comparada en la (no estatal) Universidad Marymount, de Virginia, EU. “La imposibilidad de respetar la separación de poderes, el descontrol de la corrupción y la violencia intensa con motivo de la penetración del crimen organizado y el narcotráfico en los centros de poder, convierten a los países en una patológica ola de crisis de legitimidad”, relató Gamboa a este diario.

“La sociedad dejó y seguirá dejando de confiar en la validez de la democracia como tipo de gobierno que vale la pena apoyar. Lo que está brotando poco a poco son acciones de rebeldía ciudadana que tienen el poder de cambiar, no revolucionariamente la democracia, sino la actividad política”, dijo. Al prever que los partidos perderán fuerza, explicó que “la ciudadanía apoya más una representación directa sin partidos políticos” y que el reto será la toma de poder susceptible de aceptar a “grupos y comunidades ciudadanas” que logren reforma política. “De lo contrario, preveo un retorno lento, pero seguro, hacia mayores crisis de gobernabilidad endémicas, golpes de Estado y dictaduras”.

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