Bruselas.— La guerra iniciada por el presidente ruso en Ucrania colocó al planeta una vez más frente a los temibles peligros que supone la tecnología atómica, cuyos efectos devastadores aún se sienten en Hiro-shima y Nagasaki a 79 años de que las fuerzas estadounidenses hicieran estallar ahí la bomba.

Como consecuencia de los bombardeos e intercambio de artillería, el peligro de un en la central nuclear de Zaporiya, en Ucrania, está cada vez más cerca.

Desde que el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) puso en marcha la misión de seguimiento de los reactores de Zaporiya, los expertos reportan que es habitual escuchar explosiones y disparos a distancia del sitio.

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A esto se añaden los repetidos cortes al suministro eléctrico, la drástica reducción de los trabajos de mantenimiento y la limitada disponibilidad de agua, todos elementos fundamentales para la seguridad de la central.

“Sigo muy preocupado por la vulnerabilidad de la red eléctrica en toda Ucrania. Hace más de dos años, cuando comenzó este trágico conflicto, expuse los siete pilares indispensables de la seguridad nuclear. El cuarto pilar establece que todos los complejos nucleares deben disponer de suministro eléctrico externo. Es esencial que la red eléctrica de toda Ucrania permanezca estable para ayudar a mantener la seguridad nuclear en todas las centrales nucleares”, afirma el director general del OIEA, Rafael Mariano Grossi.

Simultáneamente, sigue latente el riesgo de una nueva carrera nuclear en reacción al ataque premeditado contra una nación que había optado por la no proliferación.

Confiada en que su integridad territorial sería respetada y resguardada por Rusia, Estados Unidos y el Reino Unido, que asumieron ese compromiso con la firma del Memorando de Budapest de 1994, Kiev renunció a mil 900 cabezas nucleares que heredó de la Unión Soviética.

Con la agresión armada, Putin no sólo violó el pacto suscrito hace tres décadas, socavó el Tratado sobre la No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), porque reforzó la impresión de que una nación debe poseer la bomba para evitar la agresión externa; dañó gravemente la fe mundial en la plausibilidad de la no proliferación y aumentó la tentación de adquirir el arma nuclear.

“Las consecuencias no se limitarán a la guerra de agresión de Rusia. Por el contrario, los autócratas de todo el mundo tomarán nota del éxito de Putin en Ucrania y sacarán las conclusiones lógicas para sus propias agendas expansionistas. Si la intimidación nuclear funciona para Moscú, ¿por qué no para Beijing o Pyongyang?”, escribió en su momento Peter Dickinson, estudioso del think tank Atlantic Council.

En síntesis, la invasión rusa marcó “un punto de inflexión en la disuasión nuclear” y echó abajo las perspectivas de no proliferación y de desarme nuclear en los años venideros, de acuerdo con Daryl Kimball, director Ejecutivo de la Arms Control Association con sede en Washington.

Pero los impactos del aventurerismo militar ruso en Ucrania no se limitan al riesgo de un “accidente nuclear grave” y al desvanecimiento de la esperanza de un mundo libre de la bomba, elevó el riesgo de una confrontación nuclear a niveles no vistos desde la Guerra Fría. Con su lenguaje bélico, Putin sepultó el tabú sobre el uso del temible botón rojo.

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La sombra nuclear está presente desde el momento que Rusia anunció la denominada “operación militar especial” en Ucrania el 24 de febrero de 2022. “Quien intente ponernos obstáculos, y más aún crear amenazas para nuestro país, para nuestro pueblo, debe saber que la respuesta de Rusia será inmediata y acarreará consecuencias que nunca han experimentado en su historia”, advirtió Putin. Desde entonces, el mandatario ruso ha recurrido a la amenaza nuclear en repetidas ocasiones intentando influir deliberadamente en las decisiones de la OTAN y la Unión Europea, principales impulsores de la defensa ucraniana.

Moscú además ha venido trabajando en el debilitamiento de los instrumentos globales diseñados para gestionar los peligros atómicos. Bloqueó el consenso sobre el Tratado de No Proliferación Nuclear, suspendió su participación en el Nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (New START) y retiró su ratificación del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT).

“La retórica y las posturas nucleares de Rusia han hecho que el riesgo de uso de armas nucleares sea el más alto de las últimas décadas”, indica un informe elaborado por Heather Williams, Kelsey Hartigan, Lachlan MacKenzie y Reja Younis, expertos del Center for Strategic and International Studies (CSIS). “La retórica nuclear está vinculada a los acontecimientos en el campo de batalla y parece destinada a disuadir la intervención y el apoyo de Occidente a Ucrania. La señalización nuclear del Kremlin fue más intensa cuando las fuerzas rusas se enfrentaron al colapso en el otoño de 2022”.

“Hay razones para creer que los señalamientos nucleares rusos se intensificarán, y los riesgos de escalada nuclear podrían aumentar si Rusia se enfrenta a una situación similar en el campo de batalla en el futuro, o si el conflicto se expande de formas nuevas o inesperadas, como ataques ucranianos sostenidos contra infraestructuras críticas rusas”. Teniendo como precedente los destructivos efectos de las bombas en Hiroshima y Nagasaki, en 1968 se abrió a la firma el TNP, entrando en vigor dos años después. Un total de 191 países y territorios forman parte.

A pesar del compromiso de librar al mundo de esta amenaza, nueve países cuentan todavía con arsenal nuclear, los cinco socios permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (Rusia, Estados Unidos, Francia, China y Reino Unido), más Corea del Norte, Israel, India y Paquistán, los tres últimos no son Estados parte del TNP.

Irán no se ha hecho del arma, pero teóricamente ha desarrollado las capacidades necesarias para construirla.

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La Arms Control Association cifró, al arranque del presente año, el arsenal global nuclear en alrededor de 12 mil 100 cabezas nucleares, 90% de ellas están en manos de Rusia y Estados Unidos.

La Federation of American Scientists (FAS) estima que el arsenal militar de Rusia consta de aproximadamente 4 mil 380 ojivas nucleares, a las que se suman mil 200 ojivas retiradas a la espera de ser desmanteladas. De ellas, mil 549 ojivas están listas para su uso inmediato, están desplegadas en 540 sistemas estratégicos de lanzamiento, como submarinos, bombarderos y lanzamisiles balísticos intercontinentales, según la declaración del Nuevo START de septiembre de 2022.

“La narrativa del Kremlin no ha sido estática, tampoco inconsistente. En el mensaje nuclear, Rusia ha señalado constantemente el arsenal nuclear como la máxima garantía de seguridad, y lo ha usado [sea como retórica, mensajes explícitos o posturas] como parte de una estrategia más amplia. Esta calibración nuclear es un rasgo importante de la guerra de Rusia en Ucrania y probablemente seguirá determinando sus acciones en el futuro”, anticipan los investigadores del CSIS.

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