En el instante en que Alok Shukla vio ese bosque desplegándose ante sus ojos supo inmediatamente dos cosas:
Una. Que ese bosque, ubicado en la zona central de India y conocido como el pulmón de Chhattisgarh, hogar de miles de tribus y refugio de especies de plantas raras y animales en peligro de extinción, era uno de los lugares más hermosos que había visto jamás.
Y dos, que de ahí en adelante dedicaría su vida a poner freno a las compañías multimillonarias que estaban en busca del carbón que yace bajo el suelo del bosque.
La pregunta por resolver era cómo lograrlo.
Doce años después, Alok sonríe mientras recuerda. Después de todo, lo que ha logrado en este tiempo ha sido impresionante.
A sus 43 años, recibió hace apenas unos días el premio Goldman, considerado el premio Nobel verde o del medio ambiente.
Pero todo comenzó con pequeños pasos.
En 2012, el bosque de Hasdeo Aranya, con sus 1.017 kilómetros cuadrados ricos en biodiversidad, estaba bajo amenaza por cuenta de sus enormes depósitos de carbón, que se estiman en unos 5.600 millones de toneladas.
En India, que es el segundo país que consume más carbón en el mundo detrás de China, esos depósitos tienen un valor inmenso.
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Pero el valor que tiene para las personas que viven en él, en las comunidades conocidas colectivamente como los Adivasi, así como para los elefantes, los osos perezosos, los leopardos, lobos y aves que allí se resguardan, sin olvidar a los tigres que utilizan el bosque como corredor entre hábitats, era imposible de calcular cuando Alok se puso en ello.
Él no era el único que reconocía el valor de la tierra: las autoridades locales habían reconocido el bosque como zona de reserva hace unos pocos años, aunque nunca lo habían hecho de manera formal.
Pese a ello, las zonas con bloques de carbón fueron ofrecidas en subasta. La poderosa multinacional Adani presentó un plan para construir allí cinco minas entre 2010 y 2015.
Tras esto, otras compañías harían lo mismo.
"Recuerdo claramente el día que estuve allí, viendo este hermoso bosque que tristemente iba a ser destruido para poner una mina de carbón", recuerda Alok.
"Pero mucho más triste que eso era que las comunidades locales, que habían logrado conservar el bosque por siglos, no tenían ni idea del impacto que la minería tendría en ese lugar o de cuáles eran sus derechos para proteger el bosque", explica.
La pérdida de su hogar tradicional iba a resultar devastadora, pensó Alok.
"Los Adivasi han vivido allí por siglos. No conocen otro lugar que el bosque. Es parte de su identidad".
Y ellos estaban ya intentando luchar contra las mineras, solo que las distintas poblaciones lo hacían por separado.
Alok se dio cuenta de que iban a perder esa batalla a menos que se unieran. En dos minas ya había comenzado la explotación porque la resistencia había fallado.
"Esto no es la lucha de una sola población, es la lucha de una región entera", señala.
A partir de entonces, el Comité de Resistencia para Salvar Hasdeo Aranya -una alianza informal de personas que residen en la zona- comenzó a crecer, sensibilizando a la gente sobre las regulaciones locales y los derechos a los que podían recurrir para ganar la batalla.
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Y se logró también coordinar el trabajo de varios grupos por primera vez.
No fue fácil. En 2020, se propuso la apertura de otras minas de carbón en la zona.
Con la pandemia de covid-19 arrasando el país, Alok nuevamente se dedicó a la tarea de organizador.
La presión de la comunidad hizo que tres minas fueran cerradas ese septiembre.
Al mes siguiente, la comunidad luchó para que se declarara una zona de cerca de un millón de acres (unos 4.000 kilómetros cuadrados) como reserva natural para elefantes.
Pero la respuesta del gobierno central fue la de continuar con los planes para otorgar 21 sectores de minas de carbón mediante regulaciones de emergencia.
Tomaría otros 18 meses -y una eficaz campaña en internet, una marcha hasta la capital estatal e incluso un evento en el que se abrazaron los árboles del bosque- para que la cesión de las 21 minas fuera finalmente cancelada.
Nada de esto ha sido fácil. Alok admite que la batalla de 12 años ha requerido una determinación férrea por su parte y por parte de las comunidades forestales.
"Esta es una batalla entre la vida de la gente y su manera de sobrevivir en los bosques, por un lado, y las ganancias de las corporaciones por el otro", señala.
"Naturalmente, cualquier compañía cuyas ganancias y viabilidad estén en riesgo va a tratar cualquier cantidad de cosas para quedarse con la tierra", añade.
E incluso ahora quedan otras peleas por dar: tierra que necesita ser rehabilitada después de haber sido destruida y árboles que continúan en peligro.
Alok espera que el premio Goldman, que reconoce a los líderes que luchan por el medio ambiente cada año, inspire a otros movimientos alrededor del mundo centrados en los bosques.
“Cualquier árbol que sea cortado en Hasdeo Aranya es un error. Y nuestro esfuerzo es cuidar cada árbol”, subraya.