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San José. – Pese a que ocupan posiciones relevantes en organismos globales, América Latina y el Caribe actúan divididos y ejercen una escasa influencia mundial para tratar de incrementar la presión diplomática o económica sobre Rusia por la invasión militar que lanzó el 24 de febrero contra Ucrania, coincidieron ayer analistas políticos internacionales.
México se instaló el 1 de enero de 2021 en uno de los dos escaños que corresponden a los países latinoamericanos y caribeños en el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), en un puesto que ejercerá hasta el próximo 31 de diciembre. La otra posición la asumió Brasil, para el periodo de 2022 y 2023.
Cuba, Venezuela, México, Uruguay, Brasil, Bolivia y Bahamas integran el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. De los siete, Cuba, Venezuela y Bolivia se abstuvieron el 2 de marzo anterior en una votación en la Asamblea General de la ONU que aprobó exigir a Rusia terminar con la incursión bélica contra Ucrania.
Una resolución de condena a Rusia que la Organización de Estados Americanos (OEA) aprobó el 25 de febrero fue aprobada por 21 de los 34 integrantes de ese foro continental. Argentina, Bolivia, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Brasil y Jamaica, entre otros, se negaron a suscribirla.
Impulsada por México y Francia y con copatrocinio de 90 países, la Asamblea emitió el 24 de marzo una segunda resolución que solicitó el “cese inmediato de hostilidades de Rusia contra Ucrania y en particular cualquier ataque contra civiles y objetivos civiles”, en un nuevo revés diplomático para Moscú.
México rechazó sumarse a las sanciones económicas impulsadas por Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, la Unión Europea, Japón y Australia, entre otros países y alianzas de Occidente con mayor injerencia en los asuntos políticos mundiales.
América Latina y el Caribe tienen otra posición crucial. El diplomático argentino Rafael Mariano Grossi se convirtió desde el 3 de diciembre de 2019 en director general de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), instancia del sistema de la ONU con sede en Viena, Austria, que ya ofreció sus servicios ante los riesgos del impacto por un eventual ataque de Rusia a las instalaciones nucleares ucranianas.
Las fuentes consultadas por EL UNIVERSAL adujeron que en la realidad interamericana hay un hecho crucial: el presidente de Rusia, Vladimir Putin, logró preservar la solidaridad de los regímenes izquierdistas de Cuba, Venezuela y Nicaragua, que son sus principales aliados en el hemisferio occidental.
“No hay un bloque regional, porque en la región tenemos dictaduras que siguen el libreto de Putin”, dijo la venezolana Tamara Taraciuk, directora en funciones de la División de las Américas de Human Rights Watch (HRW), organización no estatal mundial de defensa de derechos humanos con sede en Washington. Taraciuk identificó a Cuba, Venezuela y Nicaragua como las dictaduras.
“Hay una clara división entre las dictaduras de América Latina y el resto de los gobiernos. La zona tampoco actúa como bloque porque Venezuela, Nicaragua y Cuba usan las mismas prácticas de Putin y jamás serían parte de una respuesta contundente contra los abusos que Rusia comete en Ucrania”, agregó.
“Pero eso no quita responsabilidad a los otros gobiernos latinoamericanos y caribeños para ponerse firmes al lado de la comunidad internacional que cuestiona a Rusia. Tienen la responsabilidad de no guiarse por cuestiones ideológicas ante la brutalidad de lo que está haciendo Putin en Ucrania”, afirmó.
Para el politólogo costarricense Carlos Murillo, director del Centro de Investigación Observatorio del Desarrollo de la (estatal) Universidad de Costa Rica, “en general se evidencia que América Latina y el Caribe no pasa por un momento de gran coordinación como región ante estos temas internacionales”.
“Aunque los gobiernos de la zona condenaron la guerra (de Rusia sobre Ucrania), tampoco pidieron la salida de los embajadores rusos (acreditados ante esos gobiernos) ni llamaron a consultas a sus embajadores en Moscú. Es una característica no solo de América Latina sino en general, excepto los países europeos”, explicó.
“¿Por qué no se ha hecho esa acción como parte de las medidas diplomáticas? En vista del castigo económico (de Occidente sobre Rusia), hubo algunas sanciones diplomáticas muy tímidas en organismos internacionales. Tampoco se ha ido más allá. Cada país debería ir más allá de la condena y solicitar explicaciones a Rusia”, planteó.
Al aducir que “la región quedó debiendo en establecer sanciones (a Rusia) en el marco de las adoptadas por países más que por organismos intergubernamentales”, recordó que “las naciones grandes, como Brasil, deberían llevar ese estandarte. Brasil mostró alguna ambigüedad y declaraciones contradictorias y no ha tenido una posición clara”, recordó.
En febrero y antes de la invasión, Putin recibió por separado en Moscú a los presidentes de Argentina, Alberto Fernández, y de Brasil, Jair Bolsonaro. “Fernández estuvo en Moscú firmando algunos acuerdos y le resultaría muy difícil ahora venir a pedir sanciones cuando Rusia es un aliado importante para Argentina”, señaló.
Argentina cambió y el 28 de febrero condenó a Rusia en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y el 2 de marzo en la Asamblea del foro mundial, pero sin imponer medidas punitivas a Moscú.
“Como bloque, América Latina y el Caribe no tienen ningún peso internacional porque, a diferencia del europeo, está desunida”, aseguró el bioético costarricense Luis Jiménez, vicepresidente del (no estatal) Instituto Interamericano de Derechos Humanos (IIDH), de Costa Rica.
“Cada país actúa de forma independiente. A veces tienen algo en común y se unen. Cuba, Venezuela y Nicaragua apoyan a Rusia. Al no estar América Latina y el Caribe unida como bloque, cada país actúa individualmente y tiene poco o ningún peso”, señaló, al advertir que eso es preocupante porque la crisis en Ucrania podría agravarse con mayor repercusión política y económica mundial.