Ver a un hombre recoger las sobras en un basurero para llevar comida a casa fue el detonante para que Eiralin Ramos decidiera salir de su natal Venezuela, aunque ya lo tenía pensado debido a que le diagnosticaron cáncer a su mamá y con la crisis en su país era imposible sostener esa enfermedad.
“En mi país no hay medicamentos, no hay absolutamente nada con lo cual una persona puede vivir; el alto costo de la vida es insostenible. Mi mamá se enfermó y por eso tuve que buscar cómo salir de mi país”, dijo en entrevista con EL UNIVERSAL.
Eiralin es médico veterinaria; hace dos años el lugar donde trabajaba fue cerrado y ella, su pareja y otros amigos se quedaron sin empleo. Buscó la ayuda de una amiga que tiene la residencia en la Ciudad de México y quien la contactó con una persona que buscaba venezolanos para trabajar.
“Llegué primero yo en noviembre de 2016, la señora me trajo a una veterinaria, pero me ponía a hacer trabajos de todo tipo, después llegó Miguel y otros compatriotas, fuimos víctimas de explotación y trata de personas”, dijo. Pidieron ayuda a las autoridades, quienes al darse cuenta que eran víctimas de trata, los llevaron a la Procuraduría General de Justicia.
“No sabíamos que lo que estábamos pasando era un delito, sólo creímos que la gente era muy mala, no nos pagaban y después de un tiempo nos dijeron que les debíamos por estar ahí, pero al ir a denunciar todo fue peor, me revictimizaron diciendo que por qué vine al país si soy mujer”, explicó. No todos los trataron así: en la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México les ayudaron para iniciar una queja por el trato de la PGJ y en el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México les ayudaron para solventarse un tiempo.
Hace cinco meses un cliente se enteró de su situación y decidió hacerlos socios para poner una veterinaria. Ahora Eiralin, Miguel, Luis, Daniel y Marco están por terminar la remodelación de su establecimiento. “Hay gente muy buena y nosotros siempre lo hacemos con mucho gusto, si tenemos que barrer lo hacemos; ahora tenemos la suerte de hacer lo que estudiamos, pero algunos compatriotas no”, comentó.
En la zona donde viven hay más venezolanos y Eiralin asegura que en México los recibieron con los brazos abiertos. “Yo veo que los mexicanos son como nosotros, muy fraternos y por eso estamos muy bien, siempre nos ven con gusto, agradezco la atención”, concluyó.
Según cifras de la Unidad de Política Migratoria de Gobernación, hasta junio pasado se tienen registrados 8 mil 921 venezolanos con tarjetas de residencia temporal o permanente. El número podría ser mayor, porque no se considera a los venezolanos que residen de manera ilegal en el país. La Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) reportó un aumento en sus estadísticas, pues mientras en 2013 sólo un venezolano pidió asilo a México, en 2017 la cifra creció a 4 mil 42 solicitudes. De ese número, sólo 907 fueron procedentes y 3 mil 67 siguen en trámite.
Para ingresar a México los ciudadanos venezolanos no necesitan visa. El gobierno no ha desarrollado nuevas políticas vinculadas con la migración venezolana.