Madrid.— Miles de toneladas de ropa usada que Europa es incapaz de gestionar y decide exportar terminan contaminando los ríos y el aire de países africanos como Kenia y Tanzania.
La sobreproducción en la industria de la moda rápida está levantando montañas de basura cada vez más grandes en el sur global, según una investigación de Greenpeace reflejada en su informe Regalos envenenados.
El origen de esta contaminación se encuentra en una operación comercial ordinaria que acaba teniendo un desenlace indeseable. La ropa usada y nueva se envía en cantidades industriales a Tanzania y Kenia desde Europa y China a fin de ser vendida como mitumba, pero a menudo termina en vertederos y eliminación de desechos, indica la organización ecologista.
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“Muchas prendas de vestir ya no tienen valor de mercado porque están defectuosas, sucias o no son adecuadas para el clima local. Las investigaciones han demostrado que de 30% a 40% de las importaciones ya no se pueden vender ni usar. Junto con la sobreproducción procedente de todo aquello que la fast fashion no puede vender, estas prendas acaban en vertederos, en ríos o son incineradas al aire libre, contaminando el aire y el agua.
Las cifras son escalofriantes: por segundo, un camión de ropa usada termina en vertederos, ríos o incineradoras en el mundo”, advierte la organización.
“Los ritmos de consumo son desmesurados, como la cantidad de ropa que se fabrica, ya que desde hace 20 años las marcas de fast fashion producen hasta más de 50 microtemporadas, lo que implica que sacan ropa nueva casi cada semana, con un gran consumo. En Europa nos hemos acostumbrado a criticar el un solo uso de la botella o la bolsa de plástico, pero ocurre algo parecido con la moda; aunque no seamos tan conscientes, el gesto es muy similar”, señala a EL UNIVERSAL Celia Ojeda, responsable de Consumo de Greenpeace.
“Los grandes países consumidores, como los europeos, Estados Unidos o Australia, han generado este consumo de moda que se produce en grandes cantidades. Necesitamos generar moda y deshacernos de ella, por lo que acaba en contenedores; no se recicla. En vez de gestionarlo nosotros, porque es nuestra basura, lo que hacemos es exportarla a terceros países con la idiosincrasia de que hacemos algo útil, cuando en realidad esa ropa contiene productos tóxicos o es de muy mala calidad, por lo que se acaban generando vertederos de ropa en África, donde no tienen plantas de gestión para este tipo de artículos. Allí se quedan al aire libre o se incineran, lo que implica una grave contaminación del medio ambiente”, agrega la vocera de la organización ecologista.
Es necesario corregir el modelo de negocio, por lo que hay que cambiar de manera global cómo se entiende la industria de la moda, la fast fashion, mediante la cual las compañías fabrican cantidades de ropa de forma masiva, sin tener en cuenta factores esenciales del proceso de producción.
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“Esta industria tiene que reducir su producción, prácticamente a la mitad, y fomentar otras iniciativas que no sólo sean el reciclaje. Lo que estamos viendo es que sólo hacen cambios insignificantes, porque tener una línea de algodón sostenible que representa menos de 1% de tu producción no es hacer un cambio de sostenibilidad, como tampoco lo es elaborar prendas con textiles reciclados que representan porcentajes mínimos.
“El cambio tiene que ser más holístico y pasa por reducir las microtemporadas radicalmente, relocalizar la producción de ropa, cuidar a las trabajadoras y fomentar una verdadera economía circular”, indica la activista.
Sólo en Alemania se recogen cada año más de un millón de toneladas de ropa vieja. Menos de un tercio se revenden como artículos de segunda mano.
En España, se estima que cada año en torno a 990 mil toneladas de productos textiles van a parar a los vertederos.
Sin embargo, las tasas de reciclaje textil siguen siendo bajas: apenas entre 10% y 12 % de los residuos textiles posconsumo se recoge por separado para su reutilización y/o reciclado, y menos de 1% de la producción total se recicla en ciclo cerrado, es decir, con el mismo uso o similar, reseña el informe de Greenpeace.
El estudio de la organización ecologista indica que la mayoría de esta ropa usada se exporta a Europa del este y África.
Según el estudio, desde mediados de los 90 el volumen de ropa recogida crece 20% cada año, y las cifras siguen aumentando al mismo ritmo que se incrementa la producción de la fast fashion. Pero sólo un pequeño porcentaje de esta ropa es revendida en el mismo país en el que se recoge: entre un 10% y un 30% en Reino Unido, y tan sólo un 8% en Estados Unidos y Canadá. Se estima que más de 70 % de la ropa reutilizada en Gran Bretaña acaba en el extranjero, sobre todo en países africanos.