Bruselas
A cuatro años de que los países del globo asumieran en París el compromiso de limitar el aumento del calentamiento del planeta a 1.5 grados centígrados, los esfuerzos de adaptación continúan siendo limitados.
Si bien hay una tendencia a la adopción de tecnologías que ayudan de alguna manera a enfrentar el desafío, las emisiones de gases contaminantes continúan aumentando por el incumplimiento de algunos de los objetivos trazados y el retorno al uso de recursos fósiles en respuesta a situaciones políticas, económicas y sociales particulares, como es el caso de México. De continuar con el comportamiento actual, no sólo la temperatura media mundial superará en el presente siglo los dos grados celcius sobre los niveles preindustriales, se corre el riesgo de llegar a un punto de no retorno en el que los impactos del calentamiento global resultarán irreversibles, alertan expertos consultados por EL UNIVERSAL.
Por lo pronto, el Acuerdo de París mantiene su dinámica, así como preserva el apoyo de la mayoría de los Estados partes, salvo contadas excepciones, como es el caso de la administración estadounidense, encabezada por Donald Trump, y del mandatario brasileño, Jair Bolsonaro.
“El gran número de delegaciones que se ha dado cita en Madrid refleja la voluntad de persistir en este acuerdo por parte de la humanidad”, dice Pablo Vieira, director global de NDC Partnership, una plataforma formada por instituciones y países para asistir a que las naciones en sus metas de reducción de emisiones.
“El espíritu de París está más que vivo; los presidentes Trump y Bolsonaro están completamente fuera de lugar”, sostiene Clare Shakya, directora de la Unidad de Investigación sobre Cambio Climático del International Institute for Environment and Development. La experta asegura que al margen del reducido grupo de los “negacionistas”, el mundo está comenzando a despertar, exigiendo una ambición mucho mayor para enfrentar el cambio climático
“El reclamo viene desde ciudadanos hasta líderes empresariales y políticos, conscientes de que el cambio climático es real y que se necesitan adoptar nuevas medidas para hacer frente a la emergencia climática que amenaza a todas las áreas del mundo”, señala la especialista.
El movimiento climático no es el mismo al que se vivía durante el lanzamiento de la aventura en París. Las sociedades son hoy mucho más sensibles ante la emergencia climática que en el pasado, así como son testigo de la aparición de inspiradoras figuras juveniles, como la sueca Greta Thunberg o la belga Anuna De Wever, que al grito de “¡Basta!” salen a las calles para reclamar a sus líderes un futuro mejor.
En el tablero ambientalista, igualmente han emergido nuevos líderes, sorpresivamente los pequeños Estados insulares y algunos de los adelantados, como Jamaica, Etiopía y Benín, figuraron en la lista de las naciones que anunciaron en septiembre en Nueva York los mayores pasos para enfrentar el cambio climático, aspiran a la neutralidad de carbono en 2050.
Otros actores interesados, como ciudades, empresas y el sector financiero, comienzan a moverse en la dirección correcta.
Por ejemplo, ciudades como Londres y París trabajan para convertirse en economías no emisoras de contaminantes, fijándose metas como la retirada de los vehículos de combustión interna y la promoción de vehículos eléctricos.
En el rubro empresarial, en 2015 eran cuatro las empresas con objetivos de emisiones consistentes con el pacto parisino, en la actualidad ya son 300 y otras 400 están en proceso de alinear sus niveles de ambición en los próximos dos años.
En tanto que en el sector financiero, cada vez más son los inversionistas comprometidos a adaptar sus portafolios de inversión a activos de no emisión de carbono. “Todos los días hay acciones nuevas, pero no son al nivel que se necesita para cambiar la trayectoria a escala global; estos logros contrastan con la respuesta de los gobiernos, que ha sido pobre. La mayor parte de los compromisos de reducción de emisiones de los países no están alineados con cumplir los objetivos establecidos en el Acuerdo de París”, sostiene Carrillo.
“Hay un avance con los actores no estatales, pero una disonancia con lo que los países están haciendo”, apunta.
Peor aún, hay un movimiento que va en dirección opuesta: México y algunos países asiáticos siguen invirtiendo y promoviendo la economía fósil del pasado en lugar de una basada en cero emisiones.
En tanto que los países ricos, históricamente responsables de la situación en la que se encuentra el planeta, se resisten a cumplir sus promesas; aún no facilitan los 100 mil millones de dólares pactados para ayudar a los países en desarrollo a afrontar los desafíos climáticos.
“Los alarmantes daños causados por el cambio climático exigen a los gobiernos la adopción de acciones urgentes, porque no podemos darnos el lujo de ir más allá de 1.5 grados celsius”, afirma Shakya.
“A pesar de las repetidas advertencias, muchos gobiernos continúan con su adicción a los combustibles fósiles. Este comportamiento está provocando una emergencia climática y dañando a cientos de millones de mujeres, niños y hombres, muchos de ellos en los países más pobres y vulnerables”.
El proceso de la acción climática va más allá de la propia Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro en 1992, se remonta a la primera crisis atmosférica identificada en el planeta por el deterioro de la capa de ozono, sostiene Pablo Vieira.
Es a partir de que la ciencia fue convocada por Naciones Unidas en 1988 para responder una respuesta muy sencilla: “¿Estamos los humanos afectando el sistema climático?”, que la comunidad global se ocupa de esta preocupación. Dos años se crearía un grupo de negociación intergubernamental.
“Aún con las limitaciones tecnológicas de aquel entonces, la respuesta de la ciencia fue que no tenemos la completa certidumbre científica, pero todo lo que vemos nos hace poder dar una respuesta suficiente consensuada de que los humanos estamos influenciando el sistema climático”, recuerda.
Desde entonces se ha venido edificando una estrategia, que si bien sumó fracasos desastrosos, como fue el Protocolo de Kioto y la reunión en Copenhague, ha venido construyendo un camino sólido a partir de la cumbre de Cancún de 2010 y basado en un modelo en el que no se asignan responsabilidades, sino que cada país formula su contribución sin imposiciones.
“Quizás la trayectoria asumida no sea consistente con lo requerido por la ciencia para poder cumplir el objetivo de temperatura que está establecido en el Acuerdo de País”, indica Vieira.
“Se requieren esfuerzos extraordinarios, cambios sistémicos muy grandes y que demandan incluso el uso de tecnologías complejas como la captura del bióxido de carbono que ya está presente en el aire”, indica.
Precisa que si la comunidad global realmente quiere estabilizar la atmósfera, debe maximizar la cooperación, pues sólo una respuesta conjunta, que no refleje intereses individuales y el egoísmo de los países, llevaría a encontrar la solución.
“Mientras no veamos esto como un problema de todos, que requiere solucionar los problemas de todos que van a emerger, no vamos a encontrar soluciones, porque cada quien se va atrincherar y defender lo suyo al máximo”, subraya.