Miami.— Conforme las elecciones presidenciales de 2024 en Estados Unidos se acercan, crece la tensión en torno a una pregunta crítica: ¿qué sucederá si pierde y se niega a aceptar los resultados? Esta interrogante ha ocupado gran parte del debate político en ambos partidos, generando preocupaciones sobre la estabilidad democrática del país, especialmente a la luz de los disturbios del 6 de enero de 2021, cuando Trump atizó a una multitud, teniendo como resultado la toma del Capitolio en Washington, el mismo día que iban a dar como ganador de los comicios de 2020 al candidato demócrata Joe Biden. A la postre, este hecho le valió a Trump su segundo juicio judicial, aún pendiente.

Una de las últimas veces que Trump habló sobre no aceptar una derrota en las elecciones presidenciales de noviembre fue en una entrevista en mayo de 2024 para el Milwaukee Journal Sentinel. Trump afirmó que sólo aceptaría los resultados de las elecciones si consideraba que todo había sido “honesto”. Dijo textualmente: “Si todo es honesto, aceptaré los resultados con gusto. Pero si no, hay que luchar por los derechos del país”.

Desde el comienzo de su campaña presidencial, Trump ha dejado claro que no concedería una derrota fácilmente. En múltiples discursos, ha insinuado que sólo aceptará los resultados si considera que la elección fue “honesta”.

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Un hombre, con municiones y una bandera confederada, participa en una manifestación de milicias de extrema derecha y organizaciones del orgullo blanco cerca del Parque Stone Mountain, en Georgia. Foto: Logan Cyrus / AFP
Un hombre, con municiones y una bandera confederada, participa en una manifestación de milicias de extrema derecha y organizaciones del orgullo blanco cerca del Parque Stone Mountain, en Georgia. Foto: Logan Cyrus / AFP

Este tipo de postura tan radical ha avivado los temores de una repetición de los disturbios de 2021, cuando sus seguidores intentaron impedir la certificación de los resultados electorales. “La insistencia trumpiana en alegatos de fraude ha sido ampliamente desmentida, pero sus seguidores siguen manteniendo una fuerte lealtad hacia él”, señala la socióloga Cecilia Castañeda, desde California, a EL UNIVERSAL.

En sus comentarios más recientes, Trump ha reforzado esta posición, sugiriendo que una derrota sólo podría darse si el proceso electoral estuviera manipulado, manteniendo su línea en cuanto a que le robaron las votaciones de 2020. Estas declaraciones alimentan la desconfianza en el proceso entre sus partidarios más fervientes, algunos de los cuales participaron en el asalto al Capitolio y de ellos, los más vehementes, están en la cárcel purgando condenas.

Kamala Harris ha sido tajante al responder a Trump. En un mitin en septiembre pasado, dijo claramente que “Donald Trump ya demostró que no respeta la voluntad del pueblo. No podemos permitir que la historia se repita; nuestra democracia está en juego”.

Harris ha enfatizado la importancia de una transición pacífica del poder y ha reiterado que cualquier intento de Trump de cuestionar los resultados no sólo es dañino, sino peligroso. Ha instado a sus seguidores a participar masivamente para asegurar un resultado claro e inapelable en las urnas.

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Para que Harris logre un triunfo incuestionable en las elecciones del 5 de noviembre y cualquier intento de Trump o de sus seguidores de cuestionar los resultados o promover actos violentos sea considerado absurdo, “se necesita que gane con una ventaja suficientemente amplia”, apunta Castañeda.

Una victoria sólida en el voto popular, con un margen superior a 5%-10%, sería clave. En las elecciones de 2020, Joe Biden ganó con un margen de 4.5% en el voto popular, pero aun así hubo alegaciones de fraude por parte de Trump. “Un margen más amplio, quizás superior a 8%-10%, podría reducir las bases para alegaciones de fraude, ya que la diferencia sería considerable en términos de millones de votos”, dice la socióloga.

En el sistema del Colegio Electoral de Estados Unidos ganar los llamados estados péndulo es crucial. Una victoria clara en estados como Georgia, Pennsylvania, Arizona, y Wisconsin, que fueron claves en 2020, es esencial.

Si Harris gana con márgenes superiores a 1%-2% en estos estados, donde las disputas legales tienden a concentrarse, cualquier intento de impugnación se volvería más difícil de justificar. “Una diferencia de más de 2%-3% en estos estados clave podría ser suficiente para evitar litigios prolongados o enfrentamientos partidistas innecesarios”, afirma Castañeda.

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Si la comunidad internacional y los principales medios de comunicación en EU reconocen rápidamente el triunfo de Harris con márgenes importantes de diferencia, esto podría aislar cualquier intento de Trump de cuestionar los resultados. “Una victoria con márgenes amplios en ambas áreas [voto popular y electoral] harían que cualquier denuncia de fraude parezca infundada y absurda ante la opinión pública y ayudaría mucho a evitar cualquier desorden”, subraya la experta.

En las elecciones de 2020, los márgenes en algunos estados clave fueron estrechos (menos de 1%), lo que facilitó las acusaciones de fraude, aunque sin pruebas sólidas. “Si Kamala logra una victoria con márgenes de más de 5% en estados críticos y una diferencia clara en el voto electoral, más de 300 votos electorales, por ejemplo, cualquier acción por parte de Trump o sus seguidores se percibiría como una terrible necedad de un mal perdedor”, expone la socióloga.

Mientras tanto, algunos republicanos también han manifestado inquietud ante la posibilidad de que Trump no acepte los resultados. Aunque muchos legisladores de su partido han permanecido en silencio o han apoyado a Trump, hay quienes temen que su negativa a conceder un eventual triunfo de Harris pueda llevar a más disturbios violentos. Los seguidores de Trump han demostrado estar dispuestos a actuar con violencia si creen que su líder ha sido traicionado.

Un editorial reciente en el medio Stars and Stripes advierte que “lo que está en juego es, ¿cómo reaccionarán millones de estadounidenses, muchos de ellos bien armados, si Trump pierde y se niega a aceptar el resultado?”.

Los demócratas han reaccionado de manera enérgica a la posibilidad de que Trump no acepte una derrota en las elecciones de 2024, advirtiendo sobre las implicaciones peligrosas de sus afirmaciones. En varios discursos, Harris ha mencionado que “Trump ya demostró en 2020 que no respetará los resultados si no le favorecen”.

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Políticos como Nancy Pelosi y Chuck Schumer han advertido sobre la amenaza que representa un líder que no respeta los principios democráticos y han instado a la ciudadanía a movilizarse para proteger el sistema electoral.

En las redes sociales, las opiniones sobre la posibilidad de que Trump no acepte una derrota están profundamente divididas. Sus partidarios siguen replicando sus afirmaciones de fraude, mientras que sus detractores hablan sobre el peligro de desestabilizar el país.

En plataformas como Truth Social, los seguidores de Trump han reafirmado su compromiso de “defender al país” si perciben que las elecciones de 2024 han sido manipuladas. En Twitter y Facebook, los demócratas han utilizado el hashtag #ProtectOurDemocracy para movilizar a sus votantes.

El escenario de las elecciones de 2024 en Estados Unidos está marcado por la incertidumbre y el temor. Las declaraciones de Trump y Harris, las preocupaciones dentro de ambos partidos, la violencia política existente y la polarización de los votantes auguran un resultado incierto. A medida que se acerca el 5 de noviembre, la cuestión no sólo es quién ganará, sino si el perdedor aceptará el veredicto de las urnas. La historia reciente de Estados Unidos sugiere que, independientemente del resultado, las tensiones podrían persistir mucho después de que se cuenten los votos.

“Esta situación plantea una pregunta muy puntual para la democracia de este país: ¿cómo puede superar la desconfianza en que ha envuelto sus elecciones y evitar que una vez más la transferencia de poder se vea empañada por el conflicto y la división? La respuesta está por verse”, concluye la socióloga Castañeda.

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