Para Joaquín Guzmán , esa es el principal interrogante antes de que el miércoles se conozca su sentencia en la ciudad de Nueva York. La esperada vista judicial podría ser su última oportunidad de hablar de forma pública antes de pasar el resto de su vida entre rejas en una prisión de máxima seguridad en Estados Unidos.

Guzmán, de 62 años, fue condenado en febrero por varios delitos de conspiración en un enorme caso de narcotráfico. El veredicto de culpabilidad tras un juicio de 11 semanas conlleva lo que el gobierno describe como una sentencia muy justificada de cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.

Las pruebas mostraron que el cártel de Sinaloa , a las órdenes de Guzmán, pasó de contrabando a Estados Unidos enormes cantidades de cocaína y otras drogas durante sus 25 años al mando, según indicó la fiscalía en documentos judiciales resumiendo el juicio. Su “ejército de sicarios”, añadieron, tenía órdenes de secuestrar, torturar y asesinar a cualquiera que se interpusiera en su camino.

La defensa alegó que Guzmán era víctima de un montaje de otros traficantes, que se convirtieron en testigos del gobierno para conseguir sentencias más suaves en sus juicios.

Desde su extradición en 2017, “El Chapo” ha estado aislado en su mayor parte del mundo exterior. Conscientes de su historial de fugas de prisiones mexicanas, las autoridades estadounidenses le han mantenido en aislamiento en una cárcel de Manhattan y vigilado de cerca en sus comparecencias en el tribunal de Brooklyn donde se ha instruido su caso.

Aunque el juicio estuvo dominado por la figura de Guzmán como un delincuente casi mítico, armado con una pistola con diamantes engarzados y que se mantenía un paso por delante de las autoridades, el jurado no ha oído al propio Guzmán salvo cuando dijo al juez que no declararía.

Sin embargo, las pruebas presentadas durante el proceso apuntan a que su decisión de guardar silencio en el puesto de la defensa va contra su naturaleza: varios testigos dijeron al jurado que le encanta su propia historia de cómo pasó de la pobreza a la riqueza gracias al narcotráfico y siempre estaba interesado en encontrar a un escritor o guionista que la narrara. También hubo reportes de que quería declarar en su defensa hasta que sus abogados le convencieron de lo contrario, de modo que su vista para sentencia es su última oportunidad de ser el centro de atención.

Diga lo que diga, es probable que encaje con la versión de la defensa de que es el chivo expiatorio de otros capos a los que se les dio mejor sobornar a políticos y fuerzas de seguridad mexicanas para que les protegieran mientras el gobierno estadounidense miraba para otro lado.

La fiscalía describe un imperio que financiaba aviones privados, grandes casas en primera línea de playa y un zoo privado. Y las posibilidades de que el gobierno estadounidense pueda cobrar la indemnización de aproximadamente 12.500 millones de dólares son inexistentes.

El abogado defensor Jeffrey Lichtman afirmó hace poco que el caso del gobierno era “todo parte de un juicio espectáculo”.

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