Madrid.- Allá donde van levantan asombro a su alrededor. Armados con una simple vara, sombrero de copa y unas cuantas frases indescifrables, son capaces de construir imágenes imposibles desde que lograron sacar al primer conejo de una chistera para dejar boquiabierto al auditorio.
Hablamos de los magos, esos seres que sin el menor esfuerzo fabrican ilusiones que se echan especialmente en falta en sitios como los hospitales. Hace años que fundaciones como Abracadabra, con la que decenas de magos españoles colaboran voluntariamente, redoblaron sus actividades solidarias para hacer más llevadera la estancia de los enfermos en los nosocomios, sobre todo de los más pequeños.
Magos como Iván Santacruz se sumaron de inmediato al proyecto humanitario, que incluye también visitas a centros de la tercera edad, discapacitados y personas en riesgo de exclusión social. Pero la pandemia alteró el calendario. La llegada del Covid-19 alejó a Iván y otros ilusionistas de los hospitales españoles, obligándolos a guardar sus trucos en el armario. Desde marzo de 2020, los magos no han podido visitar a los pacientes que durante semanas tuvieron que guardar una rígida cuarentena para evitar males mayores.
“Son actuaciones muy especiales, porque son públicos concretos, distintos. Y tenemos que adaptar nuestra magia. Ahora está impuesta la mascarilla. Pero nosotros ya la llevábamos antes de la pandemia, cuando entrábamos en las Unidades de Cuidados Intensivos en los hospitales; también teníamos que llevar equipos de protección individual, mantener las distancias y usar el gel hidroalcohólico, por lo que en el mundo solidario nos hemos adaptado bastante bien a hacer actuaciones diferenciadas”, señala Santacruz a EL UNIVERSAL.
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Antes de la pandemia, los casi 100 magos que trabajan como voluntarios con la Fundación Abracadabra, realizaban prácticamente todos los días una actuación en un hospital, una residencia de ancianos o un colegio de educación especial. Las adversidades pesan, pero a pesar de ellas han conseguido reciclarse y extraer lecciones tras la llegada del Covid-19.
“Cuando empezó la pandemia no podíamos ir a los hospitales, pero los niños seguían estando ahí y sabíamos que tenían sus móviles, sus tabletas y que consumían internet, por lo que decidimos seguir haciendo talleres y actuaciones online para ellos. No estamos físicamente, pero seguimos llevando la magia a estos colectivos”, agrega el mago.
“Para ellos cualquier cosa que hagamos es superbién recibida, con un agradecimiento infinito, aunque no nos vean la cara y no sientan que les cogemos la mano. Estamos haciendo en definitiva una magia exclusiva para ellos; y eso cuenta”, recalca.
El mago reconoce que el gremio ha sufrido mucho en el plano laboral, porque depende de que el público se desplace y haya un contacto cercano. Pero matiza que los magos se han sabido adaptar a este tipo de actuaciones online y llegar al público, ya sea en los hospitales o en un evento, como un cumpleaños o una graduación.
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“Evidentemente no es lo mismo, pero la pandemia nos permite seguir trabajando y desarrollar técnicas y materiales para poder seguir haciendo magia a través de una pantalla sin que esa sensación de imposibilidad sufra”, relata el ilusionista que se adentró en el mundo de la magia en 1998, cuando estaba estudiando en el instituto.
“No he trabajado en otra cosa. Comencé como aficionado, como aprendiz, y un buen día resulta que me veo actuando y viviendo de esto. Ha sido un proceso muy natural. La magia se metió por medio y ya no hubo manera de sacarla. Soy muy teatrero y me gustan las artes escénicas, pero la magia tiene un componente que no me daba otra actividad. Dicen que la magia reúne un poco lo mejor de cada arte, quizás fue eso lo que me cautivó”, reconoce.
Iván asume que los niños en general tienen un atractivo muy especial para la magia, aunque subraya que son el público más complicado dentro y fuera de los hospitales. Tienen esa candidez que les hace ilusionarse por todo, pero también son muy sinceros y, si no les gusta la actuación, lo dicen abiertamente.
“En los hospitales, se junta todo, que el niño quiere divertirse, distraerse y salir de esa situación complicada en la que está, con lo cual es un conjunto tremendo de emociones. Además, hay un factor importante cuando hacemos la ronda de habitaciones en los hospitales y es entretener y distraer también a los acompañantes, a los familiares que están con ellos. El niño está malito, pero la situación del papá o de la mamá también es muy dura. Por eso intentamos que la magia que hacemos les toque de alguna manera”, indica.
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Regresar a los hospitales para ilusionar a los menores enfermos es una de las prioridades del mago. Por ello ha recreado una y mil veces el primer número que hará cuando recorra de nuevo las habitaciones.
“Es uno que consiste básicamente en la desaparición de un pañuelo en mis manos, pero donde hay mucho contacto con el niño, jugamos y le doy mucho material, suceden un montón de gags con varitas que se caen, en fin, eso es lo que me gustaría hacer, porque significaría que hemos vuelto al contacto. Al final al niño le daba un abrazo, que es algo que se echa mucho en falta”, concluye el mago.
Aunque la magia se resiente cuando no se realiza de modo presencial, los magos como Iván están empeñados en seguir agitando su varita para conjurar en la medida de lo posible la pandemia, ya sea con actuaciones online o acudiendo a lugares que se han vuelto algo más accesibles y en los que la ilusión es ahora mucho más imprescindible.
Una actuación de magia en el hospital es una píldora de ilusión y esperanza para todos los que la comparten, porque no hay mejor terapia que el asombro, proclama la Fundación Abracadabra.
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