Irán y Arabia Saudita son rivales desde hace mucho tiempo.

El ataque de este fin de semana contra importantes instalaciones petroleras sauditas -del que los gobiernos de Riad y Washington culpan a Irán- ha vuelto a tensionar las relaciones entre los dos países.

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Pero ¿cuál es el origen de esta histórica rivalidad? Te damos la respuesta en 5 claves.

1. ¿A qué se debe que Irán y Arabia Saudita no se lleven bien?

Los dos países —ambos poderosos vecinos— se encuentran en una lucha feroz por el dominio regional.

A esto se suma que la disputa en la que se encuentran desde hace décadas se ve exacerbada por las diferencias religiosas, ya que cada país sigue a una de las dos ramas principales del Islam: Irán es principalmente chiita, mientras que Arabia Saudita se considera la principal potencia musulmana sunita.

Este cisma religioso se puede ver reflejado en el resto del Medio Oriente, también dividido entre chiitas y sunitas. Algunos de los países que conforman la región buscan en Irán o Arabia Saudita apoyo y orientación dependiendo de su inclinación religiosa.

Históricamente, Arabia Saudita, monarquía y hogar del lugar de nacimiento del Islam, se vio a sí misma como el líder del mundo musulmán.

Sin embargo, esto fue desafiado en 1979 por la revolución islámica en Irán que creó un nuevo tipo de Estado en la región, una especie de teocracia revolucionaria que tenía el objetivo explícito de exportar su ideología más allá de sus fronteras.

Mapa distribución musulmanes sunitas
BBC

En los últimos 15 años en particular, las diferencias entre Arabia Saudita e Irán se han agudizado debido a varios eventos.

Por un lado, la invasión de Irak liderada por Estados Unidos en 2003 en la que se derrocó a Saddam Hussein, un árabe sunita que había sido un importante adversario iraní, quien además eliminó un contrapeso militar crucial para Irán y abrió el camino para un gobierno dominado por chiitas en Bagdad.

La influencia iraní en el país ha aumentado desde entonces.

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Después, en 2011, los levantamientos en todo el mundo árabe causaron inestabilidad política en la región. Irán y Arabia Saudita aprovecharon estos conflictos para expandir su influencia, especialmente en Siria, Bahréin y Yemen, lo que aumentó aún más la desconfianza mutua.

Los críticos de los iraníes aseguran tienen la intención de establecerse —o a sus representantes en la región— y lograr el control de un corredor terrestre que se extiende desde Irán hasta el Mediterráneo.

2. ¿Cómo han empeorado las cosas?

La rivalidad estratégica entre ambos países está empeorando debido a que Irán está ganando en muchos sentidos la lucha regional.

En Siria, por ejemplo, el apoyo iraní (y ruso) al presidente Bashar al-Assad permitió que las fuerzas gubernamentales superaran en gran medida a los grupos respaldados por Arabia Saudita.

A esto se suma que mientras Arabia Saudita trata desesperadamente de contener la creciente influencia iraní, el arrojo militar del joven e impulsivo príncipe heredero Mohammed bin Salman —el gobernante de facto del país— exacerba las tensiones regionales.

Bin Salman se encuentra liderando una guerra en contra del movimiento rebelde de los hutíes en el país vecino, Yemen. Esto es en parte para frenar la percepción de la influencia iraní, pero después de cuatro años la estrategia se está convirtiendo en una costosa apuesta.

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Por su parte, Irán ha negado las acusaciones de que contrabandea armas para los hutíes, aunque varios informes de un panel de expertos de la ONU han demostrado que el grupo rebelde ha recibido apoyo significativo de Teherán en términos de tecnología y armamento.

Mientras tanto, en Líbano, país aliado de Irán, el grupo de milicias chiitas Hezbolá lidera un bloque políticamente poderoso y controla una enorme fuerza de combate muy bien armada.

Muchos observadores consideran que los sauditas obligaron al primer ministro libanés Saad Hariri —a quien respaldan— a renunciar en 2017 por la participación del Hezbolá en conflictos regionales. Hariri regresó más tarde a Líbano y suspendió su renuncia.

Abdul Fattah al-Sisi (izquierda), Salman bin Adbulaziz centro) y Donald Trump ponen sus manos sobre un globo iluminado
EPA
Los ataques hutíes contra la infraestructura de Arabia Saudita han añadido inevitablemente un nuevo frente a la confrontación entre Teherán y Riad.

También hay fuerzas externas involucradas. Arabia Saudita se ha envalentonado por el apoyo de la administración del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, mientras que Israel, que ve a Irán como una amenaza mortal, en cierto modo "respalda" el esfuerzo saudí para contener a Teherán.

El Estado judío teme a los combatientes partidarios de Irán en Siria, que están cada vez más cerca de su frontera.

Israel y Arabia Saudita fueron los dos países que más vehementemente se opusieron al acuerdo internacional de 2015 que limitaba el programa nuclear iraní e insistieron en que no era suficiente para evitar que Teherán obtenga una bomba atómica.

3. ¿Quiénes son sus aliados regionales?

En términos generales, el mapa estratégico de Medio Oriente refleja la división entre chiitas y sunitas.

Del lado saudí se encuentran otros países sunitas importantes en el golfo —los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin—, así como en Egipto y Jordania.

Del lado iraní se encuentra el presidente de Siria, Bashar al-Assad, miembro de una secta chiita heterodoxa, que ha contado con grupos milicianos chiitas pro Irán como el Hezbolá, para luchar contra los grupos rebeldes predominantemente sunitas.

Mapa de alianzas
BBC

Otro aliado importante de Irán es el gobierno dominado por los chiitas en Irak, aunque paradójicamente este mantiene una estrecha relación con Washington, la cual ha sido importante en la lucha contra Estado Islámico.

4. ¿Cómo se está desarrollando la rivalidad entre los dos países?

Esta situación regional es muy similar, en muchos sentidos, a la Guerra Fría que enfrentó a Estados Unidos contra la Unión Soviética.

Irán y Arabia Saudita no están luchando directamente, pero están involucrados en varias guerras de poder (conflictos en los que apoyan a bandos y milicias rivales) en toda la región.

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Siria es el ejemplo más obvio, mientras que, en Yemen, Arabia Saudita ha acusado a Irán de suministrar misiles balísticos disparados contra territorio saudí por los rebeldes.

A Irán también se le acusa de involucrarse en las vías estratégicas del golfo, a través de las cuales se transporta petróleo desde Arabia Saudita. Estados Unidos dice que Irán estuvo detrás de los recientes ataques contra buques petroleros extranjeros en la zona y de los ataques contra instalaciones petroleras sauditas de este fin de semana.

Teherán niega que esto sea cierto.

5. ¿Se avecina una guerra directa entre Arabia Saudita e Irán?

Hasta ahora, Teherán y Riad han luchado por medio de representantes. Ninguno de los dos está realmente preparado para una guerra directa contra el otro. Pero un gran ataque hutí contra la capital saudita o, como en el caso más reciente, contra un objetivo económico clave podría alterar la situación.

Houthi rebels in Sanaa (file photo)
Reuters
Yemen es uno de los numerosos campos de batalla que alimentan las tensiones entre Irán y Arabia Saudita.

Los ataques hutíes contra la infraestructura de Arabia Saudita han añadido inevitablemente un nuevo frente a la confrontación entre Teherán y Riad. Al igual que en el Golfo, donde Irán y Arabia Saudita se enfrentan entre sí a través de una frontera marítima, el aumento de las tensiones podría llevar a un conflicto mayor.

Para Estados Unidos, así como para otras potencias occidentales, la libertad de navegación en el Golfo es esencial. Cualquier conflicto que llegue a bloquear la vía fluvial, esencial para el transporte de petróleo, podría atraer fácilmente a las fuerzas navales y aéreas estadounidenses.

Durante mucho tiempo, Estados Unidos y sus aliados han visto a Irán como una fuerza desestabilizadora en Medio Oriente. El liderazgo saudita ve cada vez más a Irán como una amenaza existencial y el príncipe heredero parece dispuesto a tomar cualquier acción que considere necesaria, donde considere necesario, para enfrentar la creciente influencia de Teherán.

La vulnerabilidad de Arabia Saudita ha sido demostrada en estos últimos ataques contra sus instalaciones petroleras.

Si estalla una guerra, tal vez sea más por accidente que por diseño. Pero el propio activismo de los sauditas, alentado en parte por una persistente incertidumbre sobre los objetivos de la administración de Trump en la región, inevitablemente agrega otro elemento de tensión.


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