2022 comenzó con muchos nubarrones para los demócratas . El partido y el presidente Joe Biden debían concentrar sus esfuerzos en las elecciones de medio término de noviembre.
Las cosas no pintaban bien, empezando por la tradición no escrita de que al partido en el poder no le suele ir bien en ese tipo de comicios.
Los republicanos , en cambio, parecían tener todas las oportunidades del mundo de demostrar su poder, recuperar el control de ambas cámaras del Congreso y dejar en claro que planeaban llegar a 2024 como los favoritos para quedarse con la Casa Blanca. La guerra que Rusia inició en Ucrania el 24 de febrero parecía ser la estocada final para un Biden que tendría que desviar recursos y atención.
Con la guerra y el impacto económico del Covid-19 arrastrando, las encuestas comenzaron a anticipar un tsunami rojo en noviembre. Analistas estimaron que lo más conveniente para los demócratas era que Biden anunciara su decisión de no buscar la reelección, para así permitir que caras frescas le dieran nueva vida a un partido que parecía herido de muerte.
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La inflación sólo empeoró las cosas. Consciente del riesgo, Biden comenzó a liberar reservas de crudo, para aliviar la presión en las gasolinas. Tomó otra serie de medidas, para intentar reducir el impacto económico post-Covid y de la guerra, pero su impopularidad no paraba de crecer.
Al mismo tiempo, se incrementaron los flujos migratorios en la frontera sur y los republicanos aprovecharon las armas a su favor para apuntar a los demócratas. El expresidente estadounidense Donald Trump también tomó cartas en el asunto y, además de elegir a candidatos republicanos en diversos estados para apoyarlos, insistió en el ya gastado mantra de: “Si yo fuera presidente”, con alusión al fraude inexistente en 2020 al que aún atribuye su derrota.
Llegó el 8 de noviembre, y mientras Trump se frotaba las manos, ansiando el impulso que el triunfo republicano daría a su candidatura presidencial, que todos veían venir, algo ocurrió.
Los resultados estaban lejos de lo que las encuestas anticipaban. El voto demócrata estaba mostrando una fuerza sin precedentes, arrebatando una gubernatura, otra, un escaño en el Senado aquí y allá.
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Al final, los demócratas lograron su mejor resultado en décadas. Perdieron el control de la Cámara de Representantes, por mínimos, pero retuvieron el Senado. El resultado, en el primer caso, les permitirá negociar con los republicanos más de centro y, en el segundo, impedir que los republicanos más conservadores conviertan los últimos dos años de la presidencia de Biden en una pesadilla.
¿Qué fue lo que pasó? A decir de los expertos, los estadounidenses mostraron que si bien es cierto que les importa el bolsillo, no creen que, en términos económicos, los republicanos puedan o habrían podido hacerlo mejor que los demócratas, pero sobre todo, los comicios revelaron un hartazgo hacia el argumento de fraude electoral y temor de lo que sucederá si los candidatos trumpistas, o Trump mismo, regresan al poder. La situación fue todavía más clara en aquellos estados donde había en juego temas como el del aborto. Los estadounidenses dejaron claro que no están de acuerdo con el retroceso que los republicanos más conservadores empujan en el país.
La lección más fuerte ha sido para los republicanos. Más que los demócratas hayan hecho algo bien, lo que los estadounidenses indicaron es que es hora de que los republicanos definan qué rumbo quieren seguir: más de Trump, o su propio rumbo.
Los resultados obtenidos por Ron DeSantis en Florida son una prueba de que los votantes están buscando y apostando por figuras republicanas más de centro, desmarcadas de Trump y todo el caos que significó.
Trump tuvo que conformarse con un anuncio de candidatura presidencial totalmente desangelado y lejos del arropamiento de hace unos años. Su propia familia optó por poner un punto y aparte. El trumpismo sigue siendo fuerte, pero se encuentra, a decir por lo que ocurrió en este 2022, en un momento delicado. En estas últimas semanas de diciembre, las encuestas muestran a DeSantis por encima de Trump. Se trata de un mensaje que los republicanos harían bien en escuchar.
Del lado demócrata, expertos siguen llamando a Biden a dar un paso al costado y permitir que un nuevo rostro contienda en 2024. Su edad no le ayuda y el partido necesita tiempo para impulsar cualquier figura que busque arruinarle la fiesta a los republicanos, como ya ocurrió en este año que termina.
Trump lanzó su campaña con el pie izquierdo y con visos de rebelión en el partido. Concluye 2022 como un candidato herido y, por lo mismo, peligroso. EU ya sabe cómo responde el magnate a los ataques y a las derrotas. Por eso, la respuesta republicana es clave. Los estadounidenses ya enviaron un mensaje. En 2023 se verá si el partido lo recibió y aprendió, o se arriesga a perderse nuevamente en el trumpismo y el caos.
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