San José. El impacto en América Latina y el Caribe de los atentados que la organización terrorista Al-Qaeda lanzó el 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos transitó de una inmediata solidaridad regional con Washington, con un repudio a los agresores, a un choque por el empeño de la Casa Blanca de arrastrar a sus vecinos de la zona a sus posteriores operativos bélicos en Irak.
El ataque coincidió con un hecho histórico en el hemisferio occidental: en solidaridad con EU y de censura al terrorismo , la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos ( OEA ) aprobó el 11-S en Perú, con rapidez y por consenso, la Carta Democrática Interamericana como pieza esencial para defender la democracia y los derechos humanos en América.
De visita en Lima, el entonces secretario de Estado de EU, general Colin Powell, notificó a la Asamblea que por la agresión y antes de que le cerraran el espacio aéreo estadounidense, debía retornar de urgencia a su país.
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Antes de la salida de Powell de la sesión, y en un acto sin precedentes ante otros documentos emitidos por la OEA desde su fundación en 1948, la Asamblea aprobó la Carta sin retraso. Pero al factor de apoyo se sumó después el roce de EU con América Latina y el Caribe por su reticencia a respaldarle en la coalición de la guerra que inició en Irak en 2003.
“En Lima se vio una inmensa solidaridad de todos los países de la OEA con EU y de condena al terrorismo ”, recordó el diplomático boliviano Jaime Aparicio , ex embajador de Bolivia en la OEA y, en septiembre de 2011, asesor del secretario general de turno del organismo, el ex presidente colombiano César Gaviria .
Los países de la OEA estuvieron de acuerdo “esos días con los ataques de EU a Afganistán . No hubo condena: se consideró que EU actuaba en defensa de sus intereses ante semejante agresión” y en represalia al régimen afgano, entonces dominado por los talibanes, por albergar a la estructura de Al-Qaeda que ejecutó los ataques del 11-S, rememoró Aparicio a EL UNIVERSAL.
“El punto de quiebre que dañó esa solidaridad y los lazos con las naciones de la OEA vino con la decisión de EU de iniciar el ataque militar ” el 20 de marzo de 2003 que derrocó ese año al régimen del entonces presidente de Irak, Saddam Hussein, con el falso alegato de que Bagdad poseía armas de destrucción masiva y nexos con Al-Qaeda, mencionó.
“Muchos países de América rechazaron esa estrategia contraproducente para EU. Funcionarios de EU los amenazaron con paralizar o suprimir la cooperación militar de Washington , sobre todo en América del Sur, si se negaban a integrar la coalición de guerra en Irak. Ese capítulo se cerró. Sus repercusiones afectan hasta hoy día”, alegó.
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Cuba y terrorismo
Los atentados de hace 20 años inquietaron a Cuba por ser la única nación de América Latina y el Caribe que en 2001 estaba en la lista de EU de países patrocinadores del terrorismo. Cuba entró al listado en 1982, salió en 2015 y retornó en 2021.
Presionado por la ola global antiterrorista por el 11-S, el entonces presidente cubano, Fidel Castro, informó a la Organización de Naciones Unidas ( ONU ) que Cuba decidió ratificar los restantes nueve de los 12 tratados internacionales de combate al terrorismo internacional emitidos por ese foro mundial a los que le faltaba adherirse.
La decisión de Castro (1926-2016) marcó un cambio sustancial: para antes del 4 de octubre de 2001, cuando ocurrió la ratificación legislativa cubana de los pactos, Cuba solo se había adherido a tres de los 12.
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EU inició el 7 de octubre de 2001 las hostilidades bélicas sobre Afganistán , en una acción cuyo efecto involucró a Cuba. Washington y La Habana debieron abrir una vía de contacto militar, político y diplomático por la tarea que las fuerzas armadas estadounidenses iniciaron en enero de 2002 para llevar a la base naval de Guantánamo, en el oriente cubano, a los talibanes y miembros de Al-Qaeda como prisioneros de guerra.
Sin renunciar a su permanente reclamo de soberanía en Guantánamo para que EU devuelva a Cuba a esa zona que empezó a ocupar a partir de 1903, La Habana admitió en enero de 2002, sin precisar fecha, que Washington le informó del puente aéreo que organizaría en Afganistán para movilizar a centenares de presos hacia esa instalación.
Voceros militares de Cuba reconocieron a periodistas extranjeros (entre ellos este corresponsal) que llegaron a Guantánamo a observar, de lejos y en postas del lado cubano, el arribo de los reos, que recibieron datos de sus contrapartes de EU en la estación naval sobre aspectos generales del puente aéreo.
Como gobernante de una nación satélite y dependiente de la entonces Unión Soviética , Castro debió callar y nunca pudo repudiar las intervenciones soviéticas en Afganistán en 1979 y en Checoslovaquia en 1968. En marzo de 1980, y tras meses de silencio, Castro defendió la invasión soviética a Afganistán y acusó a EU de provocarla.
Castro repudió la de EU a Afganistán y nunca dejó de acusar que la Casa Blanca transformó a Guantánamo en nido de violaciones de los derechos humanos de los reos de guerra por parte de soldados estadounidenses.
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La Triple Frontera
El 11-S acrecentó los temores de EU de que la Triple Frontera o Trifinio , albergue desde hace 70 años de comunidades árabes y de origen indio de más de 30 mil personas en ese punto estratégico de cruce de los límites entre Brasil, Argentina y Paraguay, fuera foco para financiar redes terroristas desplegadas en Asia, África y Europa y santuario para adiestrar a sus integrantes.
Los dos grupos étnicos negaron cualquier ilegalidad y adujeron ser víctimas de venganzas y sobornos por sus actividades empresariales.
El gobierno de turno de Paraguay reveló en 2002 haber “comprobado” que existen “´personas y grupos de personas” dedicadas al financiamiento “de actos o de grupos terroristas” y que envían gran cantidad de dinero desde Ciudad del Este, en el sector paraguayo, a destinatarios en Medio Oriente.
Las alertas internacionales de que en la región hay “células dormidas” de agrupaciones fundamentalistas islámicas y bases de instrucción en terrorismo nunca fueron confirmadas.
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