En la fachada más visible del inmenso Ministerio de Desarrollo Social en el centro de Buenos Aires hay un enorme mural del rostro de Evita que fue inaugurado por el gobierno de Cristina Kirchner en 2011.
Desde que Mauricio Macri llegó al poder en 2015, los reflectores que iluminaban el mural por las noches están apagados, incluso en veladas de gala como la inauguración de los Olímpicos de la Juventud en 2018.
El gobierno no ha explicado por qué se apagaron. Versiones sobre "problemas técnicos" han sido reportadas en la prensa.
Pero incluso desde que Kirchner lo inauguró, quedó claro que para el antiperonismo, el sector que apoya a Macri, el homenaje fue —y es— un ejemplo de "derroche", "corrupción" e incluso "fascismo".
La figura de Eva Duarte, esposa de uno de los políticos más importantes de la historia de Argentina, Juan Domingo Perón, aún divide a los argentinos.
Cuando este martes 7 de junio se cumplan 100 años de su nacimiento, esa grieta entre fanáticos y detractores volverá a aparecer, en nombre de lo que significó Evita (¿protectora de los pobres o populista autoritaria?), pero también por los debates de fondo que encapsulan su figura.
En el momento en que Evita murió, a sus 33 años, "hubo gente que brindó y escribió en las calles 'que viva el cáncer'", recuerda Felipe Pigna, escritor de varios libros sobre ella y director de un documental que se divulga este martes en YouTube a propósito del aniversario.
El cadáver de Evita estuvo secuestrado por 15 años después de su muerte. "Cuando quisieron borrarla, sus enemigos se encargaron de convertirla en un mito, de que fuera inmortal (…) y aunque hoy en día hay más consenso sobre su importancia, esa tensión se mantiene", explica el historiador argentino a BBC Mundo.
El centenario de Evita se da cuando Argentina vuelve a abordar sus polémicas más a fondo: es año electoral, Kirchner y Macri son posibles candidatos y la economía está, una vez más, en crisis.
Estos debates, constantes en las conversaciones políticas de este país, tienen como punto de partida a Evita y a Perón.
"Conquistas sociales del peronismo" es una frase clave en Argentina. Se refiere a la red de asistencialismo creada durante el primer gobierno de Perón, entre 1946 y 1952, de la mano de Evita, quien figuraba como la cara humana del gobierno de un general.
Entre esas conquistas los defensores del peronismo suelen incluir un amplio plan de jubilaciones, accesibles sistemas de educación y salud públicos, una red de asistencia para los más vulnerables y mecanismos de defensa de los derechos humanos y de los trabajadores.
Para muchos argentinos, esas "conquistas" en realidad fueron dadivas de un gobierno "populista" que buscaba perpetuarse en el poder. Y se convirtió en el movimiento político más relevante del siglo XX.
Sindicatos que protestan a diario o empresas improductivas que existen gracias al Estado o empleados públicos que cobran y no trabajan, son algunos de los ejemplos que los antiperonistas argumentan como la fuente del crónico déficit fiscal del país.
"De 70 años de fiesta no se sale en tres", suele decir Macri para justificar sus políticas económicas austeras, que según él buscan "ordenar al país" después de lo que ve como décadas de derroche.
Uno de los pocos rasgos concretos que uno puede atribuir al peronismo como movimiento político es el nacionalismo.
Según su narrativa, en términos generales un gobierno peronista busca, ante todo, proteger a los trabajadores y las industrias locales en lo económico y oponerse a cualquier tipo de intervencionismo en lo político.
De Evita se recuerdan frases como "nuestra patria dejará de ser colonia o la bandera flameará sobre sus ruinas" y "el capitalismo foráneo (…) ha podido comprobar que no hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo que tiene conciencia de sus derechos".
Hoy la tensión entre un país que mira hacia dentro y otro que mira hacia fuera sigue muy vigente por la persistente disputa entre Kirchner y Macri, que tienen visiones radicales y totalmente opuestas sobre el capitalismo y el rol del Estado en la economía.
Durante los últimos 70 años Argentina ha saltado entre estos dos modelos económicos cada 10 o 15 años y para muchos expertos esa es una de las razones más claras de sus constantes crisis económicas.
Evita tuvo un papel protagónico en la vida pública cuando las mujeres estaban confinadas al hogar. Lideró la campaña para la aprobación del voto femenino y dedicó parte de su gestión a consolidar derechos de las mujeres y los niños.
Sin embargo, fue crítica del feminismo de su época, a cuyas simpatizantes describió así: "Parecían estar dominadas por el despecho de no haber nacido hombres, más que por el orgullo de ser mujeres".
Los tiempos eran distintos. Su figura no era la de una mujer emancipada del patriarcado sino la de una madre: "Como mujer siento en el alma la cálida ternura del pueblo de donde vine y a quien me debo", dijo alguna vez.
Pero Evita fue, al tiempo, transgresora y rebelde. Eso le valió —y le vale— calificaciones como "trepadora" y "manipuladora", aludiendo a una suerte de doble moral.
Son adjetivos similares a los que se usaron el año pasado, incluso por mujeres "defensoras de las dos vidas", para atacar a las feministas que lideraron el movimiento a favor del aborto.
Es imposible saber qué diría Evita sobre los debates de género de hoy, pero las tensiones que manifiesta en sus memorias, La razón de mi vida, son las mismas que dominan hoy el debate de genero.
"¿Qué podía hacer yo, humilde mujer del pueblo, allí donde otras mujeres, más preparadas que yo, habían fracasado rotundamente? ¿Caer en el ridículo? ¿Integrar el núcleo de mujeres resentidas con la mujer y con el hombre, como ha ocurrido con innumerables líderes feministas?"
¿Se puede ser antifeminista y luchar por los derechos de las mujeres? Es la pregunta que Evita se planteó y que hoy Argentina tampoco responde.
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