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El 2 de diciembre de 2010 se anunció a Qatar como sede para el Mundial 2022. En aquel entonces, la Copa del Mundo lucía lejana, con dos ediciones por disputar previamente y el país de Medio Oriente sonaba como una peculiar tierra para albergar la justa.
Con el pasar de los años, lo que parecía una interesante aventura, se fue convirtiendo en una presión para la FIFA. Grupos de defensa de derechos humanos mostraron su inconformidad hacia la sede, por su trato a los trabajadores extranjeros, la comunidad LGBTQ+ y las mujeres.
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Qatar, además de caracterizarse por ser un país rico —debido a la zona petrolera que lo rodea—, es conocido por sus rígidas reglas. La homosexualidad y libertad para las mujeres siguen siendo temas tabúes y ahora se han confirmado sus retrógradas costumbres.
La edición 2022 no sólo pasará a la historia por ser la primera justa en un país de Medio Oriente, también quedará marcada con manchas imborrables. Es el Mundial de las protestas, debido a las manifestaciones que han protagonizado varias selecciones.
De acuerdo con una investigación de The Guardian, fueron seis mil 500 trabajadores los fallecidos desde 2010, en la construcción de los estadios, aunado a las condiciones precarias para los casi 30 mil obreros involucrados.
La FIFA prohibió el uso del brazalete con los colores de la bandera de la comunidad LGBTQ+ para los capitanes. Ante esta situación, algunos —como Harry Kane, Manuel Neuer y Christian Eriksen— portaron una cinta en el brazo con la leyenda “No discriminación”. La Federación de Dinamarca amagó con dejar al organismo y no votar por la reelección de Gianni Infantino.
La selección de Alemania no se quedó atrás y, previo a su debut contra Japón, posó para una foto con la boca tapada, simulando la censura que ha ejercido la FIFA, máximo ente del futbol mundial.
La fiesta del balompié continúa y, aunque la FIFA las quiera tapar, hay demasiadas protestas... Y esto apenas empieza en Qatar.
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