En las playas de Yucatán, los hermanos Martín eran famosos. Todos jugaban bien en el equipo que dirigía su papá. La vida era buena.

Pero comenzó a destacar, a llamar la atención de los profesionales, y fue contactado por los Venados de Yucatán.

Así, sin formación futbolística en la infancia o adolescencia, y pensando más en ser ingeniero que delantero, Henry comenzó a pelear por llegar a la Primera División.

Y, de un día para otro, ya no tenía cabida con los Venados, pero sí en los Xolos, que ya estaban en la Liga MX.

Y en las Águilas tuvo que volver a empezar. Por si fuera poco, las cosas no le salían, los goles no llegaban y su fichaje se puso en entredicho.

El mismo Henry se dio cuenta de que tenía de que luchar mucho, pero primero contra él mismo, contra los problemas familiares —uno muy fuerte con su hermano—, que no lo hacían concentrarse en lo importante: La cancha.

Ha tenido que recordar los días que vivía en Yucatán, cómo disfrutaba peloteando en la playa, con sus hermanos.

Y después de eso, de saber que lo primero es gozar lo que se hace, Henry Martín ha vuelto a ser la Bomba, un delantero completo, contundente y que disfruta lo que hace.

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