Más Información
SEP debe informar sobre objetos peligrosos en revisiones escolares: Inai; violencia escolar ha ido en aumento
Videojuegos, el nuevo gancho del crimen para captar menores; los atraen con promesas de dinero y poder
“Vamos a dar apoyo a los pequeños agricultores por sequía en Sonora”; Claudia Sheinbaum instruye a Berdegué
Texto: Nayeli Reyes
Foto actual:
Elisa Villa-Román
Diseño Web:
Miguel Ángel Garnica
Cuando Cristina Morales tuvo su primera menstruación no supo qué estaba pasando. Un banco manchado de sangre . Risas de su hermana mayor. Miedo a un castigo. Unos trapitos de franela recibidos de la mano de su mamá sin mayor explicación que la indicación de ponérselos, por la noche lavarlos, tenderlos y recogerlos muy temprano, ningún hombre debía darse cuenta . Eran los años 50.
“Llegó Inés, la que viene cada mes”, “mi tía la sangrona”, “Andrés”, “la amiga comunista”, “estoy en mis días”, “me están pintando el garaje”, “estoy mala”, “en esos días”, “en mis días”, “regla”, “periodo”, “días malos”, “luna”, “el mes”… Pocas veces se habla directamente de la menstruación.
Antes era más común hablar sólo de la regla. “Hoy dicen las muchachas: ‘es que estoy en mis días’. ¡Ay pues yo también estoy en los días!”, dice Cristina entre una carcajada.
“El problema más antiguo de la mujer”
, reza uno de los primeros anuncios de “servilletas sanitarias” publicados en EL UNIVERSAL en 1925, el cual además ofrecía una muestra gratis con un cupón confidencial dirigido a la señorita Ellen J. Buckland, una enfermera titulada en Estados Unidos. “Salga tranquila en sus días de indisposición…el relleno desaparece totalmente en agua corriente”, expone otra marca en 1930.
“Históricamente la menstruación ha sido un elemento para categorizar y caracterizar a las mujeres …ha dividido a los hombres y las mujeres”, afirma Anabella Barragán Solís, doctora en antropología.
Además de ser un hecho biológico también es social.
Tiene muchos significados paralelos a la sangre, “en términos generales —incluso en las culturas occidentales, en las no occidentales y previas al cristianismo— se ha visto que la menstruación tiene dos connotaciones: está relacionada con la vida y con la muerte”, afirma la especialista.
Anuncios publicados en EL UNIVERSAL en 1925 y 1930.
Con todo lo anterior, se podría decir que en torno a la menstruación suelen consolidarse tres mandamientos (verdaderos formadores de los “días difíciles”) que sí parecen grabados en piedra: no la nombrarás , no la harás visible y no decidirás.
Mujeres peligrosas
Hace cerca de 60 años Cristina vio algo en la casa vecina: una mujer puso periódicos en el patio y sobre ellos colocó a su hija en cuclillas, todo el día. La niña acababa de tener su menarca (primera menstruación). Cuando preguntaron el motivo de ese destierro la madre dijo: “es que está…”, desviaba la mirada y terminaba la frase con su mano, simulando el movimiento de un fluido. Según la investigadora Daniela Lillo Muñoz, en diversas sociedades este proceso fisiológico se concibe con una connotación negativa , se le otorgan significados de desgracia , suciedad e impureza .
Pese a ser un proceso fisiológico se ha asociado a la menstruación con un problema.
“Si la menstruación es la expulsión de tejido muerto, la mujer está considerada en ese momento una mujer contaminada …indicaba que no estaban fértiles … esas mujeres no tenían la cualidad de lo femenino que es la reproducción, entonces son mujeres peligrosas , son mujeres que no hay que tocar”, detalla la doctora Barragán.
El terror a este proceso es añejo. Según la especialista, en algunas culturas previas a la Edad Media las menstruantes tenían prohibido pasar por donde había cultivos o tocar árboles , se pensaba que los alimentos se pudrirían. Incluso su mirada era un riesgo: nadie podía verlas ni ellas debían contemplar la luna o el sol.
En sociedades asiáticas pensaban que si este fluido caía al suelo lo haría estéril . En la Biblia el Levítico indica: “Cualquiera que tocare a la mujer que padece la incomodidad ordinaria del mes, quedará inmundo hasta la tarde”. Para los judíos la mujer menstruante es impura y no puede asistir al culto.
Las mujeres han sido arrastradas a decisiones ajenas sobre sus cuerpos. También hay otras tradiciones donde la menstruación es una purificación, una forma de sacar el calor “anormal” de las mujeres, sino estarían en un permanente estado de excitación.
Hasta el siglo XIX, había grupos originarios de Norteamérica donde los maridos de mujeres menstruantes no iban a trabajar: estaban “contaminados” por vivir con ellas. Entre los siglos XVII y XIX en Egipto, existieron c asas especiales donde recluían a estas mujeres, “verlas era peligroso, tocarlas era mucho más peligroso, entonces todo eso se ha ido arrastrando hasta la actualidad”, dice Barragán.
Barragán detalla que hay un doble juego: por un lado si menstrúas eres impura, pero cuando ya no lo haces (por la menopausia ) eres infértil. Esto no es universal, hay casos donde ellas se empoderan después de la menstruación, un ejemplo es el importante papel de las suegras en algunas comunidades.
Con la menarca vienen una serie de hábitos para los días sangrientos: no ducharse o sólo tomar un baño de asiento (de la cintura para abajo) para evitar la entrada de frío; no ingerir alcohol, alimentos fríos o ácidos porque causan cólicos; limitar la actividad física, no andar en bicicleta, etc.
Imagen de 1971 donde la única preocupación de una mujer es encontrar dónde estacionarse en los alrededores del Zócalo. La gente la miraba con sorpresa.
Asimismo, se dice que durante el periodo no se deben tener relaciones sexuales porque al hombre le da “empacho de mujer”: él se enferma: enflaca, palidece, le duele la cabeza y puede morir. En algunos lugares de México esto se difunde, afirma Barragán.
Paola Torres, ginecóloga del Instituto de Salud del Estado de México indica que estos son mitos sin sentido: “tú debes seguir tu vida normal, tu aseo normal como lo haces de manera diaria... puedes comer lo que quieras”. En cuanto a tener relaciones sexuales durante el periodo, no hay ningún efecto adverso, más bien hay otra creencia falsa peligrosa: las mujeres no pueden embarazarse en ese momento.
Hay una recomendación de las abuelitas: las infusiones de canela, chocolate, ruda, orégano, según la ginecóloga aunque no está médicamente comprobado que éstas disminuyan los cólicos es una práctica común y se sabe que tienen un efecto llamado uterotónico (el útero se contrae).
De acuerdo con Dolores Molina-Rosales y Luvia Padilla, “la llegada de la menstruación y cómo se reaccione ante ese evento, marca una serie de decisiones sobre el uso, disfrute y cuidado del cuerpo femenino, lo cual no siempre depende de las mujeres ”.
¿Y por qué tantas reglas?
Cristina se enteró de la razón de su sangre mensual tiempo después de su menarca. Un día en la escuela primaria les dijeron “los que tengan 12 años se quedan en el salón”. Ella se quedó. Entraron unas señoras y en un proyector pusieron dibujos animados donde a medias se veía el órgano sexual, sólo les hablaron de la existencia de “un puntito” llamado óvulo y también del fluido menstrual.
“Fue la primera plática y el primer anuncio…esas personas venían de parte de la empresa Kotex ”, recuerda Cristina. A todas las niñas les causó gran asombro conocer las toallas desechables : “¿qué?, ¿por qué?, ¿tenemos que tirarlas? Ay, no, yo no voy a usar eso porque ¿cómo vamos a tirar eso?, ¡ay, no, qué pena!”.
Anuncio publicado en EL UNIVERSAL ILUSTRADO en 1930
En la Ciudad de México de aquél entonces no era común usar productos desechables , además eran caros. En la colonia Euzkadi, Azcapotzalco, no tenían drenaje ni agua, “en esos años no había ni papel sanitario, era periódico o papel de estraza…además en la casa no había baño, taza, eran todavía fosas sépticas”.
A veces compraban algodón y lo envolvían con el lienzo , eso usaban para el sangrado. En ocasiones limitaban sus actividades porque se manchaban sus uniformes blancos, cuando pese a toda precaución sucedía, las niñas se ponían el suéter alrededor de la cintura para esconderlo.
Las primeras toallas conocidas fueron egipcias, comenta Barragán, eran trapos de lino usados por personas de altos recursos. Antiguamente también se usaban esponjas marinas o apósitos de algodón . Hasta hace poco, las mujeres de la Sierra Norte de Puebla se enredaban una falda entre la pierna para absorber el líquido.
En los 30 en Estados Unidos un grupo religioso emprendió una guerra contra los tampones. Karen Houppert señala que los sacerdotes temían que las mujeres tuvieran satisfacción erótica o perder la virginidad, o se manosearan “allá abajo”.
Las toallas desechables se popularizaron aproximadamente en los 40. Muchas empresas mantuvieron lo que Karen Houppert, reportera en el Village Voice de Nueva York, llamó e tiqueta menstrual: superstición, vergüenza y complejos de la propia sexualidad, “tiene importancia porque las mujeres están siendo manipuladas ”.
Así, durante años la menstruación ha sido un nicho de mercado para encubrir olor, color, manchas, incluso el mismo hecho de comprar esos productos. Hasta las envolturas participan en el secreto: en las tiendas y farmacias es costumbre que estos paquetes (nunca rojos) se entreguen envueltos en una bolsa negra.
En la publicidad ha sido constante la presión a las mujeres por mantener el secreto de estar en “sus días”.
Molina-Rosales y Padilla consideran que con la menstruación se marca el momento cuando se legitima el control sobre el cuerpo femenino mediante la supervisión de la sexualidad. “En el cuerpo se materializan las normas sociales”, dice Barragán.
Esto ha trascendido para coartar otras libertades. En Estados Unidos, por ejemplo, afirmaban que las mujeres no podían votar porque durante su periodo no tenían lucidez: “son hormonales”.
Houppert escribió en 1999 sobre el inicio de un cambio de actitudes: el feminismo ha permitido a las mujeres pensar sus cuerpos de otra forma. Así, dentro de este panorama que determina lo social a partir de lo biológico hay mujeres que se están reconciliando con sus procesos, con sus cuerpos y también con el planeta. Ante el auge de los desechables retoman alternativas ecológicas como la copa menstrual y las toallas de tela.
Simone de Beauvoir plantea: “Al igual que el pene extrae del contexto social su valor privilegiado, del mismo modo es el contexto social el que hace de la menstruación una maldición. El uno simboliza la virilidad, la otra la feminidad y porque la feminidad significa alteridad e inferioridad, su revelación es acogida como un escándalo”.
Al debate se suman nuevos temores, uno de los más recientes es el uso de la copa menstrual, la cual, según la ginecóloga Paola Torres, es incluso mejor opción que los recursos desechables, pues a diferencia de estos, no causa alergias ni infecciones. Aunque cualquiera puede usarla se encuentra con otro tabú: la virginidad.
La libertad en el tema de la menstruación es relativa, explica Barragán, depende del lugar, grado de educación y sobre todo de politización, “ ¿por qué no normalizarlo? Es un fenómeno biológico de las mujeres”.
“¡Hoy qué diferencia! ¿No? Yo veo mis nietas que lo hablan tan normal y comentan hasta delante de los hermanos, eso me causa a veces como… a la vez me da risa y a la vez me da pena”, dice Cristina con el asombro de quien recuerda las manchas escarlatas de su pubertad ya sin miedo.
Fotos antiguas:
Archivo EL UNIVERSAL
Fuentes:
Entrevistas: Anabella Barragán Solís, doctora en antropología; Cristina Morales Guevara, trabajadora doméstica; Paola Torres, médico en el Instituto de Salud del Estado de México con especialidad en ginecología y alta especialidad en cirugía endoscópica.
La menstruación. Desmontando e último tabú femenino
(1999) de Karen Houppert.
“Cuando llega la menstruación” en Ecofronteras, de Dolores Molina-Rosales y Luvia Padilla Rebolledo.
“Menstruación y patriarcado: discursos de poder en los carteles de baños de mujeres” (2016), de Daniela Lillo Muñoz
Hemeroteca EL UNIVERSAL