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Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez.
En una época que hoy podría parecernos lejana, el cine era una experiencia que iba más allá de sentarse a ver una película. Las grandes salas estaban repartidas por toda la capital, con miles de butacas que se llenaban de espectadores en cada estreno, además de una amplia variedad arquitectónica y decorativa, recreando lo mismo una fantasía oriental que un pueblo colonial o un palacio de estilo Art Déco.
A la par, en la mayoría de los barrios se podían encontrar otras más pequeñas, con cintas de segunda o tercera corrida, orientadas a un público más modesto pero igual de ávido por el séptimo arte. Sin embargo, en más de una ocasión los cines de la ciudad se convirtieron en protagonistas de sus propias tragedias, al ser destruidos por incendios.
Hace medio siglo, el 5 de abril de 1968, el asesinato de Martin Luther King en Memphis, el día anterior, era la noticia principal de aquel diario, que anticipaba su impacto en medio de los movimientos sociales de la época. Más abajo destacaba otro suceso, que sigue siendo uno de los más recordados por los vecinos de la colonia Guerrero: el incendio del cine Apolo , ubicado en la calle de Degollado, el cual fue consumido por las llamas con un saldo de treinta lesionados.
De acuerdo con el reporte, la causa fue un corto circuito; los 498 asistentes a la función vespertina lograron escapar del interior, y en las calles aledañas se reunieron más de 50 mil curiosos: “momentos después de que la gente abandonó la sala de espectáculos se escuchó un tremendo crujido, en el preciso instante en que se desplomaba la enorme pantalla y la caseta de proyección donde se encontraban aparatos con valor de dos millones de pesos”, informaba EL UNIVERSAL.
La crónica realizada por nuestros compañeros Rodolfo Guerrero y Adolfo Mendoza, narraban que las llamas alcanzaron más de 15 metros de altura y que amenazaban con propagarse a tres edificios de departamentos que lo rodeaban. El incendio inició a las 18:02 horas por un cortocircuito. Del Cine Apolo, construido al centro de la manzana formada por las calles Degollado, Camelia, General Pedro Luis Ogazón y Santa María La Redonda, sólo quedó el armazón metálico.
Carlos de la Cadena Fernández, operador del cine, fue quien alertó a los espectadores y pidió que abandonaran el edificio: “tremendo pánico se apoderó de los 498 espectadores, quienes corrieron por todos lados a fin de alcanzar las salidas. Las mujeres y niños fueron derribados al suelo y dramáticas escenas se registraron en el interior del Cine Apolo . Afortunadamente, todo el mundo logró salir a la calle cuando las llamas cobraron mayor intensidad en techos y muros del inmueble”.
El libro “Espacios distantes… aún vivos” refiere que este recinto fue inaugurado en octubre de 1948, con una capacidad de 3 mil 650 butacas. Actualmente en su lugar hay una unidad habitacional, y muy cerca, muestras de la memoria que aún pervive, una tienda de abarrotes y un negocio de artículos para mascotas llamados Apolo . Sobre Eje Central existió también una panadería con ese mismo nombre, la cual cerró sus puertas hace algunos meses.
El 24 de marzo de 1982, poco después de las 18:30 horas, mientras se proyectaba “La tierra de la gran promesa” del director Andrzej Wajda en la sala principal de la Cineteca Nacional -que entonces se encontraba en Churubusco, en los terrenos donde hoy vemos el Centro Nacional de las Artes- se inició un incendio presuntamente en la sala de revelados.
El inmueble que había sido inaugurado el 17 de enero de 1974, desapareció tras ocho explosiones, dejando daños en 5 km a la redonda, en las que perdieron la vida cinco personas, hubo 3 desaparecidos y 50 heridos.
La cobertura de EL UNIVERSAL decía que el incendio había sido ocasionado por un cortocircuito en la sala de revelado, ubicada al sur del edificio principal y donde se resguardaba nitrato de plata y otros materiales químicos altamente explosivos. Las crónicas de esa noche mencionan que uno de los empleados del recinto anunció a quienes se encontraban en las salas, dando inicio al desalojo.
“Fue horrible, se escucharon estallidos como de bombas y todo quedó obscuro, luego apareció el fuego y todos tratamos de ganar la calle” compartió una chica que estaba viendo una película; otra dijo que “repentinamente se suspendió la función luego de que una persona nos indicó que teníamos que desalojar la sala y, ante el desconcierto y algunos asistentes quienes nos negamos a salir, se escuchó una fuerte explosión y todos corrimos en dirección a la salidas de emergencia”. De acuerdo al informe, durante el edificio empezó a desplomarse, lo que dificultó la salida de varias personas.
Margarita López Portillo, la entonces directora de Radio, Televisión y Cinematografía, declaró que ella siempre había advertido sobre el peligro que significaba que la bodega y sala de revelado estuviera tan cerca del edificio principal de la Cineteca . Las pérdidas de esa noche fueron invaluables, ya que además del equipo de proyección y audio, las llamas consumieron tesoros del cine mexicano.
Recuerdos de aquel incendio
David Esquivel era muy pequeño cuando ocurrió el incendio que devoró a la Cineteca Nacional. La residencia familiar se encuentra en la colonia Country Club Churubusco, a unas cuantas cuadras de donde solía estar el complejo y de donde hoy se encuentra el Centro Nacional de las Artes.
"De lo poco que recuerdo con claridad fue el sonido de la explosión, fue tan fuerte que cimbró el piso y los vidrios de las casas más pegadas al cine y los de la Casa Cuna del DIF se rompieron... Mi mamá dice que cada explosión se sentía como un sismo pequeño en la colonia", narra David.
En su memoria quedaron grabados otros hechos, como el tamaño de las nubes de humo a lo lejos y la llegada de helicópteros que solicitaban a los miembros de la colonia que salieran de sus casas y se refugiaran en el Country Club, ya que en la azotea de la Cineteca había un tanque de gas y las autoridades tenían temor de que llegase a explotar y con ello que se propagara el fuego a las residencias. Afortunadamente, esto no pasó y después de un par de horas los dejaron regresar a sus hogares.
Una de las historias más escalofriantes que circulaban por la colonia en ese entonces era que "al interior de la Cineteca había un restaurante, muchos vecinos dicen que los meseros no dejaban salir a los comensales ya que al gerente no le parecía que las personas se fueran sin pagar. ¿Te imaginas? con las explosiones, gritos, llamaradas, sirenas por doquier, ¿qué les habrá pasado por la cabeza en caso de ser cierto?"
Seis años más tarde, en 1988, el inmueble donde solía estar el Cine Florida también sucumbía ante las llamas; el complejo inaugurado en 1952 estaba ubicado en la calle de Peña y Peña número 12, al norte del Centro Histórico y fue considerada como la sala más grande de la ciudad ya que contaba con 7 mil 500 butacas.
El cine cayó en desuso tras los sismos de 1985, ya que parte de su estructura quedó dañada y las autoridades sentenciaron que si no se hacían las reparaciones pertinentes, el cine no podría seguir funcionando. Los trabajos nunca se realizaron y para 1988 las instalaciones ya estaban siendo utilizadas por gente en situación de calle para “reuniones de drogas, sexo y alcohol”.
El fuego se inició después de las 14:00 horas y para sofocarlo se requirieron 40 bomberos. El perímetro que circundaba al complejo tuvo que ser acordonado por diversas instituciones de servidores públicos ya que el incendio había llamado la atención de cientos de personas; en las planas de EL UNIVERSAL las fotografías se acompañaban con pies de foto que hacían referencia que no se trataba de “un mitin o una marcha”, sino que eran capitalinos que se reunieron para ver cómo el cine de la colonia Morelos se perdía entre las nubes de humo, ya fuera por curiosidad o, quizás, por nostalgia.
En la fotografía principal se aprecia a una multitud observando la gigantesca nube de humo provocada por el incendio del Cine Apolo. Colección Villasana - Torres.
La comparativa actual es lo que vemos hoy en este lugar: una unidad habitacional, en el mismo sitio donde alguna vez el cine Apolo proyectaba cintas. Crédito: Alejandra Arriaga/Cortesía.
Fotografía antigua: Archivo Fotográfico EL UNIVERSAL.
Fuentes: Archivo Hemerográfico EL UNIVERSAL.