Texto: Juan Carlos Cuevas Galeana
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Miguel Ángel Garnica
Para finales del porfiriato los casos de suicidio se habían convertido en una “epidemia”, en parte porque los valores religiosos de la época poco a poco se iban separando de la vida común y comenzó a predominar el pensamiento “científico ilustrado” .
En el entorno moral de la época llegó a ser un problema que aumentaba paulatinamente y que era necesario erradicar, la prensa destacaba estos casos en sus planas que en cierta medida ayudaban a generar un público que crecía cada vez más.
La historiadora Ana María Romero Valle ha realizado investigaciones sobre el suicidio y la prensa , haciendo énfasis en las publicaciones de El Imparcial y el escritor mexicano Carlos Díaz Dufoo quien publicó varias obras referentes a hechos de muerte.
Su investigación de tesis para obtener el grado de licenciatura en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México arrojó que probablemente dicho medio haya usado notas de casos de suicidio como estrategia de venta que hoy conocemos como marketing para tener más popularidad.
Grabado de Guadalupe Posada, imprenta de Carlos Vanegas Arroyo. Archivo: Museo de la Estampa
Plantea que muchos de sus adversarios comerciales , abiertamente católicos, “los acusaban de insertar notas amarillistas que atentaban contra la moral y las buenas costumbres para aumentar sus ventas”, según la tesis de la historiadora.
En las últimas décadas del siglo XIX era común verse enfrentados los puntos de vista “modernos” y religiosos como menciona Alberto del Castillo del Troncoso, doctor en Historia de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Doctor en Historia de México por el Colegio de México, en su artículo “Nota sobre la moral dominante a finales del siglo XIX en la Ciudad de México”.
Alberto del Castillo Troncoso hace una recopilación de distintos puntos de vista con ejemplos de notas de periódicos como El Imparcial , que estuvo ante la dirección del gran escritor mexicano Carlos Díaz Dufoo , y El País , diario abiertamente católico, para brindarnos el panorama moral de las publicaciones, entre ellas las relacionadas con suicidios.
Alberto del Castillo apuntaba que, sobre los suicidios, “los religiosos responsabilizaban a la prensa positivista y perniciosa y al ateísmo que se extendía principalmente entre los jóvenes de la capital, por lo tanto los valores morales católicos se perdían y los dejaban desamparados”.
Pero no sólo ellos tuvieron un punto de vista respecto a estos casos, los “positivistas” no los atribuían a un “relajamiento moral” y mencionaban que su incremento se debía a un “fenómeno patológico” originado por problemas de salud y no éticos.
Para recalcar el punto de vista de la moral de la época el historiador cita una nota de El Imparcial del 4 de enero de 1901 que describe al suicida con “carácter casi siempre hereditario, que se presenta únicamente entre los sujetos supuestamente ineptos y débiles , incapaces de realizar actos positivos en su existencia.”
Los puntos de vista científicos y teológicos de esa época no reflejan lo que hoy se sabe del suicidio, ya que atribuían estos a una condición “neurasténica” que se curaba con el trabajo, las mujeres “al trabajo doméstico” y los hombres a las “actividades productivas”.
Plana del 1 de junio de 1908 en El Imparcial puedes consultarla en el siguiente enlace: https://bit.ly/2G1eIDd Foto/Archivo: Hemeroteca Nacional.
En este contexto histórico, hubo un caso que fue impactante y causó gran curiosidad. Al medio día del 31 de mayo de 1899 Sofía Ahumada con apenas 20 años perdió la vida arrojándose de uno de los campanarios de la Catedral capitalina al atrio.
“EXTRAORDINARIO CASO DE SUICIDIO. Señorita que se arroja de una torre de la Catedral” se leía al día siguiente en El Imparcial aquel primero de junio en la nota del caso de Sofía Ahumada.
En las planas del periódico la crónica alcanzó una cobertura del 1 al 3 de junio de 1899, La infografía contiene el pie de foto: “Sofía Ahumada precipitándose del segundo cuerpo de la torre de la Catedral”. Archivo: El Imparcial, Hemeroteca Nacional.
Atraía al lector con frases como “estaba en plena juventud, desbordante de vida; era si no hermosa, agraciada.”, la presentan como una joven hastiada de vivir que se precipitó desde el segundo cuerpo de la torre derecha de la Catedral.
Se leía entonces que era huérfana y con cuatro hermanas honradas como ella, pero que por circunstancias laborales tuvieron que dejar sola a Sofía en la capital del país a cargo de su hermana Doña Tomasa y su esposo Don José Castañares, quienes residían en la Calle de la Concepción muy cercana a la Catedral.
En su declaración, su hermana y su cuñado, mencionaron que la joven había tenido cambios de carácter, que se veía triste, que ya no comía ni dormía bien y hablaba muy poco.
La nota publicada en aquel diario menciona que ella trabajaba en una fábrica en la colonia Guerrero y en alguna ocasión, de regreso a casa, conoció a un relojero con el que se relacionó amorosamente, el joven Bonifacio Martínez quién aprendió el oficio de su padre.
La publicación difundió que a pesar del amor que se tenían la joven no tardó en demostrar sus “extravagancias de neurótica” ocasionando diversos problemas en la relación. Él laboraba en la Catedral y ella lo seguía al alto cuerpo de la bóveda donde está el reloj y mientras trabajaba ella daba paseos por el lugar, una vez arreglado el reloj ambos paseaban juntos, incluso subían a las torres donde descansan las campanas.
Campanario de la Catedral Metropolitana en la década de 1960. Archivo: Fototeca El Universal.
Durante su segunda pelea en la torre -continúa la nota-, a las once y media de la tarde, las tensiones crecieron y entonces hubo gritos y escenas de celos , lo cual desencadenó más la furia de la joven en lo alto del reloj de la catedral, “quieres que terminemos, pues ya está.”
La joven subió por la escalera de caracol al segundo cuerpo de la torre, y desde ahí decidió lanzarse al vacío , inmediatamente su novio intento ir por ella pero el miedo de ser inculpado lo hizo regresar a su zona de trabajo y ahí esperó hasta que un gendarme de la policía lo llamó para ser interrogado luego de los acontecimientos.
El cuerpo de la joven fue llevado a las tres de la tarde a la Inspección de policía del Hospital Juárez , del cual se hace una descripción bastante detallada del estado físico en que quedó, al examinar las ropas se encontró en su vestido la carta de suicidio que portaba, aquí un fragmento:
He nacido para sufrir –dice– y desde hace tiempo vengo pensando en el suicidio, como único remedio de mis penas.
No quiero que el hombre a quien he amado, suponga que él es la causa. No: me mato porque me da la gana… No se culpe a nadie de mi muerte….
Mi último pensamiento va consagrado a Homero.
El caso se esparció rápidamente por la ciudad causando gran impacto y curiosidad . Los que observaron el siniestro fueron los carteros Juan Gallardo y José Muñoz, quienes avisaron al gendarme, así como una vendedora de billetes de Lotería que trabajaba en el atrio, Juana Gutiérrez.
Al día siguiente, dos de junio, El Imparcial publicó que el ministerio puso en libertad a su novio , sin ningún cargo y a los otros individuos después de varias declaraciones.
Tal como lo presintió la joven en su nota, ninguno de sus familiares asistió al anfiteatro a reconocer el cuerpo más que tres jóvenes amigas suyas . Quienes mencionaron que su amiga ya había manifestado en ocasiones anteriores sus deseos de perder la vida.
Entre las declaraciones también destacaron las palabras de Sofía: “ Yo me he de matar ; la muerte, creo, sin ninguna duda de ningún género, es la paz eterna ; pero elegiré para privarme de la existencia, no uno de los medios comunes. Debemos no confundirnos con las vulgaridades.”
También agregan que el caso fue de tal interés público que los curiosos rondaron el atrio de la Catedral haciendo comentarios y suponiendo historias en torno al suceso.
El tres de junio El Imparcial publicó un Epílogo que complementaba la idea sensacionalista y amarillista que los medios rivales tenían sobre este medio, argumentando que “la curiosidad pública, ansiosa de acontecimientos sensacionales y sedienta de información […] quedó ya satisfecha […] ávida de algo nuevo […] sin embargo, daremos todavía las últimas noticias.”
En el texto se describía que el cuerpo de la joven descansaba en la fosa común del Panteón de Dolores , como fue su petición, y que había sido sepultado a las doce del día. Después de haber estado setenta y tres horas en el anfiteatro , el médico forense determinó no realizarle la autopsia.
“El bisturí no desgarró sus carnes, ni sondeó las interioridades de aquella masa inerte, la justicia no creyó necesario las investigaciones de la ciencia , supuesto que no existe delito qué perseguir, ni otro responsable de la muerte de Sofía, que ella misma”, remata el diario.
Existen publicaciones impresas llamadas Hojas Volantes que se han distribuido entre la población desde la época colonial hasta la fecha, en ellas se escriben consignas políticas , canciones, noticias locales , poemas, cuentos o cualquier tema relevante y que por su carácter popular algunas estuvieron impresas en papel china.
Una de las imprentas más reconocidas durante el porfiriato fue la de Antonio Vanegas Arroyo en la que colaboró el grabador mexicano José Guadalupe Posada , esta empresa no pudo dejar pasar la lamentable noticia ya que era uno de los contenidos que más generaban expectación.
“Extraordinario Caso de Suicidio” grabado de Guadalupe Posada en el que aparece una copla del caso de autor desconocido. Archivo: Avitia Hernández, Antonio. El País de las hojas sueltas.
El 1 de junio de 1899 Posada ilustró el Volante del caso de Sofía Ahumada, en él se puede leer la descripción de los hechos y en otro una pequeña poesía , que era común en este tipo de publicaciones.
El caso de Sofía Ahumada no solo conmovió a la prensa y a los lectores de la época, si no que llegó a influenciar a Miguel Ángel de Campo ; poeta, novelista y reportero quien también firmó como “Tic Tac” o “Micrós”; para escribir la novela corta El de los claveles dobles que se puede consultar en el sitio de la UNAM, La novela corta : http://www.lanovelacorta.com/1872-1922/cdin.php
En nuestros días el acceso al campanario de la Catedral Metropolitana no está permitido ya que la estructura tuvo daños por los sismos de septiembre de 2017, pero aseguran las personas que están al resguardo que el acceso siempre ha estado cerrado por una puerta de metal.
En las imágenes se muestran los trabajos que se realizan después de los sismo de septiembre de 2017 y la puerta de metal que resguarda la entrada al campanario. Foto: Juan Carlos Cuevas Galeana
Casos como el de Sofía siguen latentes en este lugar, el 31 de enero del 2019 un hombre subió al campanario y amenazó con lanzarse si no era atendido por el presidente, afortunadamente el hecho no pasó a mayores y los bomberos lo pudieron rescatar. A pesar de que el personal de la Catedral negó que estos hechos sucedan.
Como lo vimos en la publicación de El Imparcial , desde el Porfiriato los temas relacionados con la muerte siempre han generado un gran interés en los medios . La prensa de nuestros días no se aleja mucho de esto, incluso siendo más gráfica gracias a la fotografía , a diferencia del siglo XIX en que el reportero tenía que hacer uso de sus capacidades literarias para despertar la intriga entre sus lectores y varios de estos casos no se ilustraron, o bien, se utilizaron dibujos o grabados.
Fuentes:
Artículos recuperados de El Imparcial publicados entre el 1 y 3 de junio de 1899. Archivo: Hemeroteca Nacional. https://bit.ly/2K88SUr
Castillo Troncoso, Alberto del. “Las mujeres suicidas como protagonistas de la nota roja”. Notas sobre la moral dominante a finales del siglo XIX en la Ciudad de México.
Castro Pérez, Briseida. “La Imprenta Vanegas Arroyo, perfil de un archivo familiar camino a la digitalización y el acceso público: cuadernillos, hojas volantes y libros” Revista de Literaturas Populares . https://bit.ly/2WU54rL
Romero Valle, Ana María. El Suicidio a finales del siglo XIX (1899). Visiones predominantes de la prensa. Facultad de Filosofía y Letras.