Texto: Nayeli Reyes
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Hubo una época en que los pisos de las peluquerías de la Ciudad de México se llenaron de trenzas caídas y rizos interrumpidos . Las mexicanas decidieron que era momento de decirle adiós a sus cabellos interminables y sus nucas vieron el sol por primera vez. Ellas fueron conocidas como las “pelonas”.
“Cortarse el cabello: signo de emancipación . Los años veinte y treinta, llamados ‘locos’”, escribió la historiadora Christine Bard. Desde principios del siglo XX el feminismo europeo reivindicó la liberación del cuerpo , explica la especialista Michelle Perrot. También en esos años las faldas perdieron centímetros y el corsé fue olvidado.
Hay registros donde se indica que las primeras en decir adiós al pelo kilométrico fueron las estudiantes rusas de las décadas de 1870 y 1880.
Otra versión atribuye al peluquero parisino Henri Labarbe la invención de este corte, pues en 1910 arregló la greña chamuscada de la artista Francesca Josefina de Clery , a quien un incendio en su departamento le arruinó el peinado.
“Cuál fue el verdadero creador de las pelonas”. Publicación de EL UNIVERSAL Ilustrado. 29 de mayo de 1924.
En México la idea no fue bien recibida, en especial por algunos estudiantes de la Facultad de Medicina y de preparatoria, quienes en julio de 1924 comenzaron una cacería de brujas: acechaban en grupo a mujeres de cabello corto con la intención de lanzarles agua y raparlas como castigo.
“Desde luego, no estamos conformes con que las mujeres se pelen: pero mucho menos lo estaremos con las feas. ¡Duro contra las feas que estén pelonas! No les toleraremos las pelucas. ¡O rapadas al cero o con trenzas como se ha usado desde los tiempos más remotos!”, dijo en esos días un estudiante a Jacobo Dalevuelta, reportero de EL UNIVERSAL.
Estampa francesa donde se muestra a los oficiales del rey cortando el cabello a mujeres como castigo por alguna conducta que consideraban reprobable. EL UNIVERSAL Ilustrado. 17 de junio de 1924. “El cabello es la mujer, la carne, la feminidad , la tentación, la seducción, el pecado”, escribe la historiadora Michelle Perrot, “ rapar a alguien, hombre o mujer, es tomar posesión de él, es anonimizarlo ”.
Así, las calles capitalinas se llenaron de pánico y de tímidos pelos cortos ocultos bajo gorros de estambre, como protección.
Sin embargo, ellas defendieron su derecho a decidir sobre su cuerpo. En sus bolsos la polvera y el estuche de pintura encontraron un nuevo compañero: el revólver. “Un tijeretazo en mi cabeza, vale la pena dar un balazo ”, afirmó una de las “pelonas”.
“Atentados capilares”. Cartones de Audiffred. EL UNIVERSAL Ilustrado. 31 de julio de 1924.
Un día una joven caminaba por la calle Gabino Barreda rumbo a su casa sin darse cuenta de que tras sus pasos iban algunas tijeras malintencionadas. Sin advertencia comenzó la persecución.
El papá de la acosada vio la escena a la distancia: “vi a una de mis hijas, que también trabaja (pues somos pobres), perseguida y atacada por siete salvajes vestidos, que trataban de cortarle el pelo que lleva a la moda actual , en uso de su perfecto derecho”, relató en una carta publicada en este diario el 24 de julio de 1924.
Otros dos hombres se unieron para evitar aquel acto de odio. Los hostiles peluqueros salieron huyendo al ver el brillo de los cañones de tres pistolas y uno de ellos se llevó un recuerdo en su rostro: la mujer lo hirió con una pluma fuente para defenderse.
“La tragedia de las pelonas”. Las mujeres enfrentaban críticas, ataques e incluso el divorcio en esos años. EL UNIVERSAL. 10 de agosto de 1924.
“No es un simple grito de la moda. Es una revolución que nadie , ni la misma iglesia que tanto pesa en las conciencias femeninas , ha podido sofocar”, contó Dalevuelta. La indignación por la corta extensión de los cabellos se volcó contra los agresores de mujeres.
La Facultad de Medicina y la Escuela Nacional Preparatoria amenazaron con expulsiones. Los alumnos de ambas instituciones se acusaban mutuamente. También se afirmó que los atacantes se hacían pasar por estudiantes y se organizaron guardias estudiantiles.
Además, los cadetes del Colegio Militar retaron a un duelo a los hombres de la Facultad de Medicina para salvaguardar el honor.
Pronto cayeron los miedosos gorros de estambre. Por Niño Perdido (hoy avenida Eje Central), los camioneros gritaban en movimiento: “Aquí se protegen a las pelonas”, “¡Arriba las pelonas! ¡Les cobramos la mitad!”
¿Hasta dónde? El “rapismo” de las pelonas visto por Audiffred. EL UNIVERSAL Ilustrado. 22 de julio de 1926.
“Aunque una llanta esté reventada y aunque se acabe la gasolina, juro, pelonas, no hacer parada frente a la Escuela de Medicina ”, declamaban los poetas de microbús en octubre de 1924, según una publicación de EL UNIVERSAL Ilustrado, “con todo gusto aceptamos pelonas, porque pesan menos y el camión va más ligero.”
Sin embargo, aún en la defensa de la causa se colaban violencias machistas de la época. En 1925, alguien abogaba en este diario por “ultrapelonizar” la vida: “Con los cabellos cortos son ya menos peligrosas las mujeres porque tienen menos para enredarnos y enredarse ellas mismas…La mujer perfecta es la ultrapelona , aquella que de espaldas la confundimos con un preparatoriano precoz y despreocupado y a la que de frente la encontramos la sonrisa más definitivamente ponzoñosa”, escribió.
“Despojémoslas de los cabellos largos y las ideas cortas”. EL UNIVERSAL Ilustrado. 8 de octubre de 1925.
Incluso algunas “pelonas” señalaban que esa moda no era para todas: las mujeres “feas” y de la tercera edad debían abstenerse de tales cortes.
También se visibilizaron otras intolerancias. En el diario no faltaron las personas que proponían a los preparatorianos dejar de agredir “señoritas” y emprender una acción contra los fifís “ empomadados , empolvados y afeminados que tan triste espectáculo dan por las calles de la metrópoli. Tal vez esa acción sería útil y razonable”.
Sánchez Filmador también reflexionó en el periódico al respecto: “Yo por eso a las chicas les propongo (y para ello a sus órdenes me pongo) que si una peloncita es molestada, se organice en el acto una cruzada y a cada ‘fificito’ de Madero que tenga ese modito un poco extraño, se le condene a un baño y se le arranque el pelo todo entero a purito ‘jalón’, sin tijeras, navaja, ni jabón”.
“La primera vez mi madre fue mi peluquera , pero como gritara estrepitosamente a cada rizo que caía no pudo continuar como quisiera…La emoción de ese momento no volverá más. Fue para mí algo así como el primer beso del primer novio. Pero, ¡qué consuelo! ¡La liberación ansiada! Me refiero al ‘bob’ (corte) no al novio”, escribió una periodista en EL UNIVERSAL Ilustrado.
En esta publicación de julio de 1924, la autora se define como una “veteranilla de la brigada de las pelonas” , pues ella se había cortado el pelo desde 1919 por un consejo: “Córteselo, me dijo alguien, y dejará de caérsele”.
“Los caballeros prefieren a las pelonas”. EL UNIVERSAL Ilustrado. 19 de mayo de 1927.
Un siglo después sigue siendo un escándalo cuando una mujer se deshace de algunos centímetros. Hace unos años Emilia Sánchez le dijo a su reflejo en el espejo: “sólo es cabello”. Ese día se rapó y ni su mamá la reconoció.
“¿Tienes cáncer?”, “te ves más cachetona”, “pareces hombre”, “se trata de mejorar”…Le dijeron de todo, pero ella se sentía bien con su imagen . “Yo digo, tal vez para ti no me vea mejor, pero yo me siento mejor… ¿Qué significó? Libertad . Libertad ante mi decisión.”
En tanto, para mujeres como Fernanda López el corte está relacionado con el cambio . La primera vez que ella le dijo adiós al pelo de Rapunzel quería hacer algo diferente en su vida, empezaba a estudiar la universidad, su cabello fue un nuevo inicio que las críticas trataron de empañar.
Miss Aileen Shaw, “la reina de las ultrapelonas en Londres”. Portada de EL UNIVERSAL Ilustrado. 8 de octubre de 1925.
La actriz Evita Muñoz, conocida como “Chachita” después de la mítica escena de Nosotros los pobres donde se corta el cabello.