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Texto: Dafne N. García López
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
El origen del término “primera dama” nació en Estados Unidos y se le dio a una mujer que no estaba casada con el presidente en turno: James Buchanan (1857-1861). Su sobrina, Harriet Lane, había tomado el rol de anfitriona en la Casa Blanca y las responsabilidades correspondientes debido a que Buchanan nunca se casó.
Harriet Lane actuó como la “primera dama” y fue llamada así por la prensa estadounidense, aunque no fuese la esposa del presidente, ya que no encontraron otra manera de llamarla para que la gente común la distinguiera de entre las demás mujeres. Imagen de Wikipedia.org.
Pero si hablamos de la primera esposa de un presidente estadounidense en convertirse en primera dama, sería Julia Grant, esposa de Ulysses S. Grant (1869-1877) de acuerdo con el libro “Desk Reference on the Presidency” de Bruce Wetterau. Y con su sucesora, Lucy Hayes, cónyuge de Rutherford Hayes (1877-1881) ya fue ampliamente utilizado este apelativo.
Gracias a una obra de teatro producida en Nueva York en 1911 sobre Dolley Madison, esposa del presidente James Madison (1809-1817), llamada “La primera dama en la tierra” se popularizó el uso de este título en Estados Unidos y, años más tarde, se propagó a otros países.
En México esa expresión se utilizó por primera vez con Sara Pérez Romero de Madero, cuando los diarios de la época la llamaron “la primera dama de la Revolución”. Doña Sarita, como era también conocida, destacó en ese tiempo por ser diferente a la esposa tradicional, pues expresaba libremente sus opiniones e ideales con su esposo, quien la trataba como una igual.
Sara Pérez Romero acompañó a Madero en la primera gira electoral en México, a los campamentos de soldados, mítines políticos y viajes por los estados. Fotografía de EL UNIVERSAL.
¿Quién es una primera dama?
Hoy llamamos al cónyuge del presidente del país o a alguien que desempeña una función en actos oficiales como primera dama. No es un cargo público electo ni le proporciona un salario, pero sus funciones y responsabilidades casi van a la par del jefe del Ejecutivo, desde el acompañar en viajes, recepciones y ceremonias, hasta participar en instituciones de gobierno de carácter benéfico o social.
En cuanto a imagen se refiere, la primera dama debe representar el papel de esposa leal, madre dedicada e ícono de buenos valores, afirma el sociólogo de la UAM, César Alan Castañeda. De ahí que sea vocera de las causas sociales, dándole un carácter humano y estable al gobierno de su marido con su matrimonio.
Sólo en dos ocasiones esta posición fue realizada por un familiar del jefe de Estado. Con Hortensia Calles, hija de Plutarco Elías Calles, y con Guadalupe Borja, hija de Gustavo Díaz Ordaz.
Las responsabilidades de una primera dama
Al principio, las esposas de nuestros primeros gobernantes se centraron más en el manejo del hogar, procurar a su familia y ser damas piadosas y devotas, que en desempeñar una tarea para su nación.
Tal como lo explica la socióloga e historiadora Sara Sefchovich en su libro “La suerte de la consorte”, cuando se pudo establecer la frágil estabilidad política en el país fue cuando mujeres como Margarita Maza de Juárez y la emperatriz Carlota de Habsburgo mostraron un papel más activo en la sociedad al dedicarse a la caridad. Fue de hecho la emperatriz belga quien estableció la costumbre para las futuras primeras damas de ver por los más necesitados.
La emperatriz Carlota de Habsburgo fundó la Casa de Maternidad e Infancia, la Casa de Partos Ocultos (para las madres solteras) y el Hospital de San Carlos, entre otros, en su afán por aliviar la situación de pobreza del país. Pintura hecha por el retratista real alemán, Franz Xaver Winterhalter en 1864. Imagen de Wikipedia.org.
Fue Carmen Romero Rubio de Díaz la primera que hizo las tareas que hasta hoy consideramos corresponden cumplir a una primera dama: presidió actos y acudió a eventos de tipo social, cívico y cultural, fundó casas hogar y escuelas como “Amiga de la Obrera” (escuela y comedor para niños de mujeres que trabajaban) y formó “juntas de socorro” cuando un desastre natural o accidente ocurría en México o en el extranjero. Un ambiente en el cual era bien visto que una mujer de buena familia podía desempeñarse, excluyéndola abiertamente de la escena política, dominio de los hombres.
Según la también investigadora y profesora en la UNAM, Sara Sefchovich, éstas eran tareas importantes porque “servían para atraer la atención y tener contentos a muchos” como al pueblo y a la prensa, además de beneficiar y fortalecer la imagen del presidente.
Durante los años 1913 a 1920, el periodo en el que los presidentes estuvieron fue tan breve, fue de uno o dos años, que las primeras damas no tuvieron siquiera tiempo para realizar las tareas mencionadas anteriormente.
Se perdió interés mediático, y por lo tanto social, durante el periodo de Madero en la figura de la esposa de nuestros mandatarios, quien regresó a “la gloriosa penumbra del hogar”.
Y hubiera seguido así para las sucesoras del puesto, de no ser por la creciente presión social que Estados Unidos ejercía en México, lo cual hizo reaparecer en la vida pública a María Tapia de Obregón para que continuara sus funciones, siguiendo una mezcla entre los protocolos mexicanos y norteamericanos debido a que éstos últimos contaban con conocimiento de más de medio siglo acerca de las funciones específicas a cumplir.
La herencia de Carlota de Habsburgo
Continuando con el legado de la emperatriz Carlota, las siguientes cónyuges presidenciales se dedicaron a ayudar al desprotegido, a la madre, a la infancia y mejorar la salud en una activa asistencia social.
Con la señora Portes Gil cambió de ser por voluntad personal a ser una actividad organizada y dirigida por el gobierno federal; con la señora de López Mateos, se institucionalizó y contó con un presupuesto específico dado por el Estado. Y finalmente, con la señora de Echeverría cambió su esencia al responsabilizar no sólo al Estado, sino también al pueblo, con el fin de que éste dejara la pasividad acostumbrada y llegara a aprender a ayudarse a sí mismo.
Retrato del dibujante Gómez Linares de la señora Carmen de Portes Gil de publicado el 16 de enero de 1930. Imagen de EL UNIVERSAL ILUSTRADO.
A modo de mencionar la labor de algunas primeras damas, Carmen García de Portes Gil sembró bases importantes para combatir la mortandad infantil y proteger a las mujeres embarazadas con el Comité Nacional de Protección a la Infancia, hogares infantiles y la distribución de desayunos escolares con el programa “La gota de leche”.
Aída Sullivan, esposa del presidente Abelardo Rodríguez, mandó escribir un manual para educar a las madres mexicanas en aspectos de salud y alimentación, creó una fundación de becas para estudiantes pobres y luchó por adoptar en México la bandera de las Américas y traer al país los métodos más modernos en puericultura.
Con la mentalidad de que los niños eran el futuro de México, Eva Sámano de López Mateos, llamada el 10 de mayo de 1964 como la “Madre Nacional” y “Gran Protectora de la Infancia”, realizó giras en México y otros países para aprender métodos de trabajo y promover programas de ayuda a la niñez por medio del apoyo, la salud y la nutrición.
María Esther Zuno de Echeverría destacó en la asistencia social con un trabajo arduo y conciso que no se había visto, en palabras de Sara Sefchovich, “desde Eva Sámano de López Mateos y ninguna primera dama, en lo que restaba del siglo XX, lo volvería a hacer igual”. Tanto así que la UNICEF reconoció su labor y le otorgó la medalla Maurice Pate.
Con un estilo propio, María Esther Zuno de Echeverría impulsó diferentes programas centrándose en los problemas cotidianos y aprovechó para cubrir campos como la alfabetización, preparar parteras empíricas e iniciar a la mujer en el campo político. En la foto recibe la condecoración de manos del señor Bruno Ferrari. Observa la escena el licenciado Alfonso García Robles, entonces secretario de Relaciones Exteriores. Fotografía de EL UNIVERSAL.
Transformó las instituciones ya creadas en gobiernos anteriores para convertirlas en agencias de promoción del bienestar, a través de la atención de las madres gestantes y lactantes hasta los niños en edad escolar, creó la Procuraduría de Defensa del Menor y juntó el Instituto Nacional de Protección a la Infancia, creado por Eva Sámano en 1961, con la Secretaría de Salud y la Secretaría de Educación para atender a la población urbana y rural, concentrándose en zonas marginadas.
Cambios en el rol
Por otro lado, el cambio significativo del rol femenino en la presidencia se dio a partir de Amalia Solórzano de Cárdenas, cuando su esposo, Lázaro Cárdenas, solicitó ayuda al pueblo mexicano, mujeres incluidas, para reunir dinero para pagar la deuda por la expropiación petrolera en 1938.
Ella pasó de mantenerse al principio del sexenio al margen de los actos públicos, a encargarse de administrar la colecta para reunir el dinero, las joyas y de más. Ostentando una figura parcial del poder a la sombra del jefe de Estado.
Lázaro Cárdenas acompañado de su esposa, la señora Amalia Solórzano, en el aeropuerto rumbo a la Habana, Cuba. Fotografía de EL UNIVERSAL.
Soledad Orozco de Ávila Camacho, a pesar de destacar en la defensa de la libertad de expresión religiosa al hacer un trabajo conciliador entre el Estado y la Iglesia, fomentó un paternalismo gubernamental en el que acostumbró a la gente a esperar regalos del gobierno en días festivos. Como cuando al “reforzar e institucionalizar” el día de las madres, decidió obsequiarles estufas y planchas.
Durante el gobierno del presidente Luis Echeverría, María Esther Zuno volvió obligatorio a las esposas de los funcionarios de gobierno, de todo rango y nivel, a participar en la asistencia social, no asistir a los actos oficiales enjoyadas y en su lugar vestir trajes típicos regionales de México como ella, ya que estaba orgullosa de la cultura mexicana y de sus artesanías.
Cuando fue el turno de Carmen Romano de López de Portillo, quien tenía fama de excéntrica y despilfarradora, según el libro citado, su atención se centró en la promoción de las bellas artes creando premios literarios, casas de cultura e instituciones. Fundó el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) en 1977, resultado de fusionar instituciones creadas por sus antecesoras. También estableció la costumbre actual de tener guardaespaldas para la protección de las esposas presidenciales, que gracias a Vicente Fox, se volvió oficial en 2004.
Las esposas de los presidentes Pascual Ortíz Rubio, Miguel de la Madrid Hurtado y Carlos Salinas de Gortari, por mencionar algunas, se dedicaron al hogar.
A Nilda Patricia de Velasco de Zedillo le podemos adjudicar el principio del declive del DIF debido a su desinterés personal con respecto a la asistencia social y a la institución, causando problemas de dirección internos y de autoridad con respecto a los programas ya establecidos, según el libro “La suerte de la consorte”.
Las siguientes esposas no fueron de gran ayuda, ya que por una u otra razón dejaron a la institución en el limbo burocrático y ésta apenas se mantenía a flote gracias a la costumbre y a la participación de terceros. Hoy su futuro no es muy prometedor.
El presidente Ernesto Zedillo y su esposa Nilda Patricia Velasco durante el acto de “arranque” de la colecta anual de la Cruz Roja en la casa oficial de Los Pinos. Solo en actos oficiales es cuando Nilda se involucraba en la filantropía, pues sus intereses se concentraron más en su familia y su esposo. Fotografía de EL UNIVERSAL.
La primera dama moderna
La situación de la mujer en México había cambiado con el tiempo gracias a la modernización del país y a años de luchas feministas por la equidad de género, mismas que siguen hoy en día en diferentes ámbitos. Las primeras damas ya no se sentían a gusto con el acartonado rol que ejercían en la presidencia y el obligado rol del DIF, ya no solo eran mujeres de familia, sino profesionistas con ambiciones y deseos propios.
Podemos poner por ejemplo a Marta Sahagún de Fox, quien además de las responsabilidades ya mencionadas y manejar su fundación privada Vamos México, que más tarde fue acusada de haber utilizado recursos públicos para su desempeño, se vio involucrada activamente en la política al grado de que analistas y colaboradores consideraban que la pareja presidencial compartía el poder del Ejecutivo.
Incluso llegó a considerar el ambicioso proyecto de ser la próxima presidenta del país, lo cual no se concretó por su inexperiencia para el puesto y por el hastío del pueblo mexicano de su excesivo protagonismo en los medios y en la política.
Margarita Zavala de Calderón y Angélica Rivera de Peña Nieto fueron más discretas (y efectivas) en cuanto al apoyo a sus parejas y su desarrollo personal y profesional. Cada una con su profesión -abogada y actriz, respectivamente-, dejaron en pausa sus carreras para desempeñar cada una a su manera el papel de primeras damas, compartiendo el proyecto político de sus esposos.
Margarita Zavala decidió usar su posición para apoyar a los DIF estatales, más no dirigirlos. Buscó desarrollar durante el sexenio de Calderón dos programas: los niños migrantes no acompañados y las adicciones, ad hoc con la agenda de su marido. En la imagen acompaña al presidente a la ceremonia inaugural de la sexta Cumbre de las Américas en Colombia el 14 de abril de 2012. Fotografía de AP/Fernando Llano.
Más adelante, cuando fueron las campañas para las elecciones de julio de 2018, Margarita Zavala se postuló sin éxito a la presidencia de la República. Pero a diferencia de Marta Sahagún, ella sí tenía la preparación, la trayectoria y el carácter necesarios para desenvolverse en el ambiente político.
¿Última primera dama?
A lo largo del presidencialismo mexicano, sólo algunas esposas del jefe del Ejecutivo demostraron su descontento por ser llamadas primera dama. Destacando la señora de Cárdenas, de Echeverría, de Fox y la esposa del actual presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, la doctora Beatriz Gutiérrez Müller.
La escritora, periodista e investigadora mexicana Gutiérrez Müller, a quien no se pudo localizar para realizar una entrevista a pesar de reiteradas solicitudes, ha declarado en varias ocasiones a los medios su desdén por el término, explicando que “en México no queremos que haya mujeres de primera ni de segunda”, promoviendo así una nueva manera de pensar y actuar en sintonía con la agenda de López Obrador, el combatir la desigualdad social.
El entonces candidato a la presidencia, Andrés Manuel López Obrador acompañado de su esposa Beatriz Gutiérrez Müller, aquí llegando al segundo debate presidencial, el 20 de mayo de 2018 en Tijuana, Baja California. Fotografía de EFE/Alejandro Zepeda.
Modificando una vez más el rol del que tanto se ha descrito, su idea sería eliminar este símbolo de privilegio, escrito en artículo 23, sección sexta, del reglamento del Estado Mayor Presidencial y otorgado sólo a través de la relación matrimonial con el jefe del Ejecutivo y del que se ha abusado por falta de regulación.
Si algo nos ha enseñado la historia, retomando la información del libro “La suerte de la consorte” de Sara Sefchovich y “La corte de la 1ª. Dama” de Rafael Cabrera y Zorayda Gallegos, es que las esposas de los presidentes tenían y tienen a su servicio los contactos y el erario federal para cumplir sus caprichos como traer un piano de cola a la habitación de un hotel o crear una fundación y aprovechar a su antojo los contactos que les da el poder.
Recientes declaraciones de Gutiérrez Müller han manifestado la postura que seguirá durante el mandato presidencial que es enfocarse en su familia, su trabajo y promover la lectura pública. Por lo que podemos suponer que el título de primera dama este sexenio sólo estará por escrito en el reglamento del Estado Mayor Presidencial, pues es una mera formalidad sin carácter de obligatoriedad.
En nuestra fotografía principal se observa a la señora María Esther Zuno de Echeverría saludando a una humilde mujer en una pausa durante una ceremonia en homenaje a Benito Juárez que su esposo, el presidente Luis Echeverría Álvarez, encabezó en Guelatao, Oaxaca, en marzo de 1976. Archivo fotográfico de EL UNIVERSAL.
La imagen antigua comparativa es del año 1903 de Sara Pérez de Madero y su esposo, el presidente Francisco I. Madero. Archivo fotográfico de EL UNIVERSAL. Mientras que la foto comparativa actual de 2012 muestra a Angélica Rivera y al presidente Enrique Peña Nieto, actual pareja presidencial. Archivo fotográfico de EL UNIVERSAL.
FUENTES:
“Desk Reference on the Presidency” de Bruce Wetterau. Editorial CQ Press. Agradecemos la ayuda proporcionada al señor Javier Velázquez García, Bibliotecario de Consulta de la Biblioteca Benjamín Franklin de la Ciudad de México.
Libro “La suerte de la consorte” de Sara Sefchovich. Editorial Océano.
http://www.m-x.com.mx/2013-03-31/la-corte-de-la-primera-dama/
http://www.robinsonlibrary.com/america/unitedstates/presidents/firstlady.htm
https://www.dif.cdmx.gob.mx/
https://www.nytimes.com/es/2018/05/08/opinion-lamas-margarita-zavala-mujer-elecciones-mexico/
https://www.proceso.com.mx/188266/la-pgr-dejo-actuar-al-cartel-de-neza-3