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Texto: Alejandra Arriaga y Dulce Andrea Moncada
Fotos actuales: Mario Caballero y Angélica Navarrete
Diseño Web: Miguel Ángel Garnica
Si tienes menos de 25 años, seguramente no utilizaste la máquina de escribir para hacer tus trabajos o tareas, pero quizá la has visto en la casa de algún pariente, una oficina, una tienda de antigüedades o un museo.
El uso de la máquina de escribir es casi nulo en nuestros días. Sin embargo, es un hecho que los principios con los que funcionaba siguen presentes en las nuevas tecnologías.
Una máquina de escribir es un dispositivo mecánico, electromecánico o electrónico que funciona con un conjunto de teclas que al presionarlas con los dedos imprimen con tinta las letras dibujadas en cada una sobre hojas de papel.
Máquina de escribir Remington Rand en los años 40. Foto de EL UNIVERSAL.
Antes, todos los documentos se realizaban a mano con la famosa técnica de la caligrafía, pero era una tarea lenta y limitaba cantidad de textos producidos. La inserción de la máquina de escribir a la sociedad dejó atrás los servicios de los copistas y le dio un carácter más oficial y menos personal a los escritos.
El procedimiento mecánico de la escritura aceleró el ritmo de las comunicaciones y a su vez permitió que el mundo de los negocios creciera.
Oficinas en los años 40 con mobiliario nuevo, las modernas máquinas de escribir. Foto de EL UNIVERSAL.
Historia y evolución
Los orígenes de este aparato datan de 1450, cuando Gutenberg inventó la imprenta. Los impresores tardaban alrededor de un minuto en colocar una sola línea de tipos o letras. Este trabajo exigía una gran habilidad y tiempo, por lo que algunos inventores pensaron en nuevas formas de automatizar y agilizar el proceso.
Durante los siglos XVIII y XIX se intentó implementar una forma de escritura mecánica. El primer intento registrado de una máquina de escribir fue realizado por Henry Mill, quien obtuvo la patente en 1714 expedida por la reina Ana de Gran Bretaña.
Publicidad publicada en este diario sobre las máquinas “Oliver” el 19 de enero de 1919.
El orden de las teclas de la máquina de escribir aún se conservan en los dispositivos móviles modernos. Foto de Mario Caballero/EL UNIVERSAL.
Una patente francesa fue otorgada al inventor Xavier Progin por una máquina que incorporaba por primera vez el uso, para cada letra o símbolo, de líneas separadas y accionadas por palancas separadas. Este es un mecanismo utilizado en casi todas las máquinas de escribir; un rodillo cilíndrico, contra el que sujeta firmemente el papel, se mueve horizontalmente para producir el espaciado entre las líneas.
La primera máquina que utilizó este método de espaciado fue construida por el inventor estadounidense Charles Grover Thurber en 1843. Y en 1855 el italiano Giuseppe Ravizza creó una llamada “címbalo escribiente”, el cuál permitía al usuario ver lo que escribía a medida que tecleaba.
Muchos inventores también intentaron crear máquinas de escribir para hacer impresiones grabadas en relieve y que personas invidentes pudieran leer. Otro importante desafío para estos mecanismos fueron algunos idiomas que presentan grandes dificultades para la escritura mecánica, como la china.
Aspecto del personal y de las máquinas especiales en donde realizan el procesamiento de pasaportes en los años 60. Foto: Archivo de EL UNIVERSAL.
Las máquinas Remington
Durante las décadas de 1850 y 1860 los inventores se concentraron en mejorar los modelos y hacerlos más prácticos. En 1868 los inventores estadounidenses Sholes y Glidden patentaron una máquina que contenía casi todas las características de una máquina de escribir moderna.
Ellos llegaron a un acuerdo para comercializarla con la empresa E. Remington and Sons, la cual en 1873 fabricó el primer modelo industrial, se llegaron a vender unas cinco mil unidades, así se convirtió en una de las marcas más renombradas del sector.
Años 40. Máquina de escribir Remington Rand. Foto: Archivo/EL UNIVERSAL.
En las Remington se implementó el teclado “QWERTY”, el cual se utiliza hasta nuestros días en las computadoras y los celulares.
¿Por qué la disposición de las letras no sigue el orden alfabético? Cuando Christopher Sholes inventó la máquina su sistema mecánico no lograba funcionar bien, los dedos del mecanógrafo tenían que recorrer demasiado el teclado en busca de las letras.
Sholes consultó a su hermano, un profesor, y él le dio la solución: distanciar aquellas letras que se utilizaban combinadas, como la “Q” y la “U”, luego disponer las letras más usadas para que tuvieran que pulsarlas los dedos menos ágiles (la “A” se pulsa con el mequiñe y la “G” con el dedo índice diestro).
De igual modo las letras más comunes como la “E”, la “S”, la “R” o la “T” se dispusieron para que las pulsaran los dedos de la mano izquierda. Y así quedó la disposición del teclado.
Las primeras Remington sólo escribían en letras mayúsculas, pero en 1878 se hizo posible el cambio de carro a letras minúsculas. La tecla doble, con letras mayúsculas y minúsculas sobre la misma línea de linotipia hizo posible escribir con ambos tipos de letras.
En las planas del 16 de agosto de 1928 de este diario promocionaban máquinas de esta marca como las de mejor calidad en su clase.
Después del éxito de las Remington se inventaron muchos nuevos modelos. Durante las décadas de 1880 y 1890 se introdujeron en Estados Unidos dos tipos de máquinas de escribir que ya no utilizaban el sistema de línea de linotipia, las máquinas Blickensderfer y Hammond.
Promocional sobre un concurso de mecanografía en nuestro país publicado en “El Gran Diario de México” el 13 de diciembre de 1918.
Máquinas de escribir eléctricas
A partir de 1925 se comenzaron a utilizar las máquinas de escribir eléctricas y la International Business Machines Corporation (IBM) y Remington Rand fueron las compañías más importantes en el mercado.
En estas máquinas el trabajo de levantar la línea de linotipia y golpearla contra la cinta se realizaba por un mecanismo accionado a motor eléctrico.
Otra ventaja importante era que la impresión y presión de cada letra era completamente uniforme y el texto quedaba más limpio, además de que no había que ejercer tanta presión con los dedos como en las mecánicas, era una sensación de suavidad y rapidez. Más tarde se les implementó una cinta correctora que retiraba el polvo negro de las letras mecanografiadas por error.
De la máquina de escribir a la computadora
Con el tiempo, las máquinas de escribir incorporaron a sus sistemas componentes electromecánicos y en la década de 1980 comenzaron a presentarse modelos híbridos, al combinar características de la impresora con la máquina de escribir.
El creciente dominio de las computadoras y la introducción de tecnologías de láser e inyección de bajo costo y de alta calidad, terminó por reemplazarlas en el ámbito empresarial y profesional.
Sin embargo, hasta el año pasado la mecanografía seguía siendo parte del programa de la educación a nivel secundaria en México. Aprender mecanografía permitía al estudiante alcanzar velocidad en la escritura y ser más ágil a la hora de redactar.
Carmen Rioja profesora de educación básica a nivel secundaria se dedica a dar clases desde hace más de 30 años, impartió el taller de taquimecanografía hasta el 2011, pero el año pasado definitivamente se suspendieron estos talleres y se implementaron los clubes.
Rioja tiene recuerdos de cuando era estudiante en la Escuela Nacional de Maestros en la Capacitación para el Trabajo Industrial en “secretariado” (ENaMaCTI). Sus maestros a veces eran muy estrictos, en específico se acuerda de su maestro de historia y de sus maestras de taquigrafía y mecanografía.
El Colegio Cervantes era uno de las escuelas donde se impartían clases de mecanografía en los años 30. Archivo EL UNIVERSAL
Carmen recuerda al profesor de historia, él los obligaba a ir “presentables” a su clase, mientras las profesoras de especialidad les exigían muchísimo; “dejaban demasiada tarea, la de mecanografía pedía de 10 a 12 hojas por clase cada tercer día y si no las llevábamos era peor, se acumulaban”.
Su mentor de historia les decía “ustedes son los futuros profesores y vienen en fachas, así no los recibiré”. Se notaba cuando tocaba esa clase: “nos presentábamos muy bañaditos, perfumaditos y bien vestidos; los varones llevaban la corbata de sus padres, que les quedaban grandes y nosotras íbamos de zapatillas, aunque no sabíamos caminar, era muy divertido”. La docente asegura que estas experiencias le ayudaron mucho.
Ya no recuerda con exactitud cuántas palabras escribía por minuto cuando era estudiante, aunque debían dar 120 golpes por minuto, “a nosotros nos tomaban el tiempo y si nuestras tareas tenían algún error la profesora la rompía”, explica Rioja, dado que no podían utilizar corrector.
El Instituto Pitman “Acuña” garantizaba una útil y honrada profesión en corto plazo, se impartían clases de inglés, mecanografía, taquigrafía, tenedura de libros y caligrafía. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Para forzarse a aprender de memoria el teclado utilizaban el cubre teclados, una tela que se sujetaba desde la máquina de escribir hasta el cuello para cubrir las teclas y que los alumnos, mediante ejercicios, adquirieran la habilidad.
Ella confiesa que en algunas ocasiones, cuando las profesoras no se daban cuenta, enredaban el cubre teclado para poder ver, “fue muy complicado memorizar las letras y los números, era muy estresante no poder ver las teclas y ver el texto, pero con el tiempo entendí las ventajas”, mismo cubre teclados que pidió a sus alumnas siendo docente.
La profesora dice que los daños más comunes eran los resortes que permitían el movimiento de los tabuladores y del carro, además del sujetador de la cinta. Cuando esto pasaba con su propia máquina se angustiaba mucho, porque se atrasaban sus trabajos. Lo contrario de estar en la escuela, porque había un mecánico para reparar las descomposturas.
Como maestra era más complicado, pues no había presupuesto para componerlas y las máquinas se compartían entre los estudiantes que en su mayoría eran mujeres, por cuestiones culturales, “los padres de familia creían que (esta actividad) solo era para mujeres”.
La maestra Carmen dice que los alumnos de ahora ya no muestran interés, pues cuentan con la tecnología, piensan que entre menos esfuerzo hagan, mejor para ellos; además de que todo es más sencillo de resolver. Sin embargo, considera que es primordial saber mecanografía, porque el teclado es el mismo y se adquiere habilidad, velocidad y precisión.
Enero 2019. Vista de una Remington de los años 50. Foto: Mario Caballero/EL UNIVERSAL.
Tener la habilidad de la escritura ágil y exacta es importante en nuestros días y pocas personas hacen uso de todos sus dedos al escribir en las computadoras.
Algunas estudiantes refieren sus experiencias en este taller, una menciona que en aquel momento parecía una mala decisión, pero que al final fue de gran ayuda en su vida académica y laboral.
La tarea era interminable, tanto que su hermana y su madre la ayudaban a capturar las planas que había que entregar los días lunes después del receso que se tomaba a medio día en el primer año de secundaria.
Recuerda que en la escuela las máquinas de escribir eran grandes y pesadas antigüedades, que recibieron el uso rudo de varias generaciones que las utilizaron y que “era una tortura utilizarlas, dolían los dedos por lo rígidas que eran y cuando uno de los dedos, regularmente el meñique, se llegaba a atorar entre las teclas dolía muchísimo”; sin mencionar que no había oportunidad de cometer errores, al no contar con algún tipo de corrector.
Enero 2019. Vista de una Remington de los años 50. Foto: Mario Caballero/EL UNIVERSAL.
Aún tiene en su memoria las tardes en ese salón grande y obscuro, en una mesa individual con un cubre teclado, a la izquierda un cartoncillo azul ilustrando un teclado y a la derecha el libro de texto con el ejercicio que debía copiar ese día.
Comenta que al terminar los cursos llevaban todas las tareas y ejercicios hechos durante el año para ser encuadernados; “tres grandes tomos con ejercicios de taquigrafía y planas transcritas a máquina de escribir y alguno que otro dibujo que podíamos hacer en nuestro tiempo de ocio con la máquina de escribir, un trabajo que sin saberlo la maestra era de toda una familia” refiere aquella estudiante.
“Con el tiempo aprecié esta habilidad, pues podía leer un libro y escribir una cita al mismo tiempo, reducía tiempos en los trabajos o ensayos que entregaba en la universidad; habilidad que a la fecha sigo utilizando”, finaliza.
Nuestra foto principal es una imagen del año de 1970. Multitud de jóvenes acuden al Instituto Nacional de la Juventud Mexicana (INJM) para asistir a cursos de capacitación para el trabajo. Archivo fotográfico EL UNIVERSAL.
Mientras que nuestra foto comparativa es del año 1993; las nuevas tecnologías avanzan para dejar atrás a las viejas máquinas de escribir. Archivo fotográfico EL UNIVERSAL.
Fuentes:
Hemeroteca y Archivo fotográfico de EL UNIVERSAL
Entrevista a la profesora Carmen Rioja y una exalumna del taller.