Mochilazo en el tiempo

Cuando la vida se grababa en súper 8

Antes de que todo se pudiera grabar en el celular, en los años 60 existía una pequeña cámara que acompañaba a los citadinos en sus eventos familiares o de recreo. Permitía hacer películas de 8 o 10 minutos a las que se les podía agregar una banda sonora

Cuando la vida se grababa en súper 8
07/11/2018 |00:00
Redacción El Universal
Periodista de EL UNIVERSALVer perfil

Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez.

Fotografía actual: Archivo de EL UNIVERSAL

Diseño web: Miguel Ángel Garnica.

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Hoy en día no es extraño tener decenas de videos guardados en el celular; hay aquellos que son grabados intencionalmente, ya que se convierten en el recuerdo de un momento en específico -familiar, personal o laboral- o los que son noticias, de broma o virales.

Pero no siempre fue cotidiano tener la oportunidad de reproducir, literalmente, un momento que fuese relevante en la vida de alguien la cantidad de veces que esa persona quisiera. Si bien la historia de la cinematografía se remonta a finales del siglo XIX, el uso amateur de las cámaras inició a mediados de la década de 1960, con la cámara súper 8 .

De acuerdo a la investigación que Álvaro Vázquez Mantecón realizó para la Filmoteca de la UNAM , “el formato de película súper 8 salió al mercado en 1965 por la marca Kodak. La película en súper 8, igual que la de 8 mm, sólo estaba perforada de un lado de la cinta, por lo que además se podía utilizar el extremo sin perforaciones para poner una pequeña banda magnética de sonido.

El nuevo formato significó una revolución porque permitía a los cineastas amateurs aspirar a crear un cine sonoro, más parecido al que veían habitualmente en las salas cinematográficas”.

Anteriormente, la creación de películas o videos con sonido requería de mecanismos independientes a la cámara, por eso fue sumamente innovador que con una cámara de pequeño formato como lo era la súper 8, se pudieran generar videos con sonido que se le podían añadir después -con la cinta magnética- y hasta mediados de los años setenta salieron al mercado cámaras con las que se podía grabar imagen y sonido de manera simultánea.

Al igual que hoy en día con todo el avance tecnológico, la cámara súper 8 no era accesible para todos . En México hubo un crecimiento económico significativo, lo que permitió que miembros de clases medias y altas pudieran adquirir una cámara súper 8 -y algún equipo para proyectar los resultados –e iniciar la filmación de sus eventos personales y empezar a hacer pininos dentro de la creación cinematográfica.

Vázquez Mantecón explica en su libro que el súper 8 “se difundió rápidamente en la sociedad mexicana. Más allá del ámbito casero, muchos jóvenes aspirantes a cineastas participaron en cursos y talleres, con el objeto de filmar películas con un carácter más ambicioso. Para mediados de los años setenta las innovaciones tecnológicas y posibilidades del súper 8 crecieron de manera notable (...) Para ese momento, las marcas más prestigiadas incursionaron en la venta de cámaras súper 8: Kodak, Canon, Bolex, Bell&Howell, AGFA, Minolta, Sanyo … El precio variaba entre los los mil 800 y los 7 mil pesos [para imaginar el costo aproximado en aquella época, el dólar equivalía a 12.50 pesos, antes de que le quitaran los tres ceros a la moneda]. Las más sofisticadas ofrecían control de zoom eléctrico, que permitía hacer acercamientos y alejamientos más suaves, en lugar de la brusquedad del control manual con una palana de los primeros modelos”.

Cuando la vida se grababa en súper 8
Cuando la vida se grababa en súper 8

Cámara y cartuchos súper 8 que la marca KODAK relanzó a inicios de 2018. Imagen: Kodak.

El formato de grabación en súper 8 se utilizaba para bautizos, bodas, fiestas o eventos deportivos que ocurrieron a lo largo de las décadas de su auge; para Álvaro Vázquez Mantecón, la llegada de la cámara permitió que se popularizara la práctica cinematográfica haciendo lo que personas de cualquier edad en estos años hace: grabar su cotidianidad, capturar a la ciudad vista desde los intereses de quienes están tras la lente.

Esto fue importante ya que a partir de los eventos ocurridos en 1968, quienes podían grabar los eventos de la ciudad empezaron a registrar aquello que estaba prohibido o que no era bien visto; los jóvenes -independientemente de su formación, pero que tenían acceso a una de las cámaras- empezaron a generar historias diferentes a las del cine comercial, se inscribieron a cursos para hacerlas realidad y organizaron todo un circuito en el que las podían difundir, proyectar y premiar.

Las cámaras súper 8 fueron las favoritas de los jóvenes ya que podían realizar películas cuyos mensajes no fueran controlados por el gobierno o que dependieran económicamente de alguna institución gubernamental. Entre los años setenta y ochenta del siglo XX se hicieron más de 200 películas en este formato que se presentaron en varias ciudades del país; a veces estaban organizadas desde alguna facultad de la UNAM o por centros culturales independientes.

Algunos títulos de estas cintas fueron “El Asunto”, “Fragmentos” o “Los años duros” de Gabriel Retes, “La segunda primera matriz” de Alfredo Gurrola; “Mi casa de altos techos” de David Celestinos; “Jícama” de Sergio Díaz Zubieta y O. Santos.

“Sin embargo, las características del súper 8 que aseguraban su independencia también hicieron difícil su preservación. Pocos realizadores hicieron copias de sus cintas y prácticamente no se preservaron en los acervos fílmicos”, explica Álvaro Vázquez en su libro, ya que el proceso de revelado y copia de los rollos súper 8 solían ser elevados; a diferencia de “otros formatos, como el 8, el 16 y el 35 mm, en donde un negativo podría servir de matriz para muchas copias más, en el súper 8 una vez que se filmaba el cartucho se enviaba a revelar y se obtenía un rollo único del que se podían obtener copias, aunque eran caras”. Fue en 1989 que la compañía Kodak suspendió el revelado de película súper 8, ya que había mucha oferta; aquí dos ejemplos de cómo es la estética de un rollo súper 8:



En la actualidad, estudiantes y creadores de artes visuales, cine, fotografía o interesados en el desarrollo de contenidos audiovisuales, han retomado el súper 8 como parte de su creación artística. Platicamos con Darío Campos, estudiante de Gestión Cultural, quien también ha tomado cursos de fotografía y cinefotografía, para que nos compartiera su opinión sobre el uso de este formato en pleno siglo XXI.

“Para mí, el uso de este tipo de rollo es más por la nostalgia. Ahora estamos muy acostumbrados a ver la televisión o el cine en alta definición, las cámaras que existen hoy tienen una nitidez asombrosa y se acerca más a lo “real”; sin embargo, la estética que te da el súper 8 te transporta a diferentes ambientes. Se caracteriza por ser granuloso, que son los tipo “puntos” que ves en la imagen cuando se reproduce, te permite pensar que estás en otra época, aunque estés grabando la misma ciudad que grabas con tu cámara digital”.

Darío nos explica que hay una variedad de rollos súper 8 que te permiten dar colores a una misma toma y que parte de la magia que se tiene al filmar con ella es que “es tangible”. Nos dice que al tomar una fotografía o grabar un video con el celular-cámara digital uno sabe que tiene oportunidades ilimitadas de lograr lo que buscas, es decir, no pasa nada si algo está mal grabado o si una fotografía está mal tomada, se puede hacer una nueva toma la cantidad de veces necesarias y podrías terminar con cien fotos o videos de un mismo momento; todo lo contrario que con lo analógico.

“Considero que quienes se aventuran a fotografiar o filmar algo con sistemas análogos, más allá de la moda, generan un compromiso con su obra debido a que saben que tienen que trabajarla bien desde la primera toma; porque a menos de que tengas una capacidad económica importante, vas a poder repetirlo una y otra vez. Además, cuando estás trabajando en formatos análogos, el proceso de revelado se vuelve un elemento sorpresa, porque por más que tú controles el ambiente, en la ciudad siempre está pasando algo, que al final del trabajo podría beneficiar a tu obra”.

El entrevistado nos dice que a pesar de que la cámara súper 8 o el celular han logrado “democratizar” la producción audiovisual, los avances tecnológicos siguen siendo para cierto sector de la sociedad, porque para quienes se dedican a filmar una “buena cámara” o un teléfono móvil especializado en la fotografía puede llegar a costar más de veinte o cien mil pesos.

También platicamos con Rive Díaz, artista que hace un par de años experimentó grabar con la cámara súper 8: "cuando yo grabé con este tipo de cámara me encontraba en España con unos amigos y fue hace tiempo. Sin embargo, recuerdo que con amigos de aquí a veces nos juntábamos para ver proyecciones de las cámaras que había en casa de algunos, un video era del papá de un amigo que había tenido la oportunidad de ver a Nadia Comaneci en vivo, era un video cortito ya que las súper ocho sólo te permiten grabar aproximadamente de 8 a 10 minutos", narró el entrevistado.

Otro de los videos que recuerda haber visto es de otro papá de sus amigos, quién solía trabajar para Caminos y Puentes Federales y que documentó con una súper 8 un accidente en la México - Cuernavaca: "siempre quedó la duda si documentarlo era parte del trabajo de su papá o si lo registró únicamente porque estuvo ahí"; si lo traspasamos a ésta época, independientemente del trabajo que tenía el señor, lo más probable es que hiciera lo mismo que cualquier miembro de la sociedad hace cuando está ante la presencia de algún suceso: sacar el celular para grabarlo -en la vida cotidiana es muy común ver a alguien grabando en el Metro si hay mucha gente o cuando se hay algún tipo de trifulca en las calles-.

Rive nos explica que actualmente es muy fácil comprar rollos, cámaras o proyectores súper 8; de acuerdo a su experiencia los precios de las cámaras oscilan entre los 500 o los 1000 pesos y que si uno "corre con suerte" funcionan de manera extraordinaria; nos compartió que una vez en el tianguis "El Salado" de Iztapalapa consiguió un proyector de súper 8 en $18 pesos "el señor me lo vendió por lo que yo le ofreciera y como sólo traía 20 pesos, aparté 2 para mi transporte y con lo demás me lo compré". En cuanto al proceso de revelado, Rive nos explica que hoy hay grupos de gente súper especializada en este formato que ha permitido hacer talleres caseros con un costo de revelado mucho más barato y que organizan diferentes ciclos o festivales de éste tipo de formato a lo largo del país.

Hoy, para quienes no se dedican a la fotografía o al cine, existen decenas de aplicaciones móviles en las que se pueden editar los videos que se graban con el celular y darle un toque de la época que se quiera, con la intención de que se conviertan en recuerdos que los hagan tener una sonrisa al momento de volverlos a ver.

Fuentes: Libro “El cine súper 8 en México 1970-1989” de Álvaro Vázquez Mantecón, Filmoteca UNAM. Darío Campos.
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