Por: Eunice Hernández Camarena
Hace 10 años me propuse uno de los objetivos más importantes de mi vida: estudiar en la Escuela Nacional Preparatoria 5 “José Vasconcelos”; cumplir este objetivo me ha llevado hasta donde estoy y ser la persona que soy. Lo que más me motivaba era que iba a ser parte de la UNAM, lugar que ha formado a grandes personajes mexicanos, así que me enfoqué en cumplir esta meta y lo hice.
Durante mis años de preparatoria, gracias a los excelentes profesores que tuve, fue naciendo en mí el amor por las ciencias, en especial por la Química; y más al darme cuenta de que todo lo que existe y lo que somos es química. Así que decidí estudiar la licenciatura de Química Farmacéutica Biológica y fue así como entré a lo que ahora considero mi segundo hogar, la Facultad de Química de la UNAM. No exagero al llamarla mi segundo hogar, ya que llegué a pasar más tiempo en este lugar que en mi propia casa. Me gustaría hacer alegoría de mi experiencia en la UNAM con una familia; en este lugar llegué a tener profesores que fueron como mis padres, ya que además de transmitirme su conocimiento, me dieron muchas lecciones de vida y me llegaron a mostrar un real y auténtico cariño. Llegué a hacer amigos que, hasta la fecha, son como mis hermanos; nos acompañamos en los momentos más difíciles, como los exámenes, pero también en los más felices, como la quema de batas y la graduación.
Tuve la oportunidad de realizar una estancia en la UNAM Canadá, y ha sido una de las mejores experiencias que he tenido el placer de vivir, ya que a pesar de estar tan alejada de su Alma mater, esta escuela de extensión tiene el mismo espíritu que Ciudad Universitaria, profesores con elevado nivel de excelencia que ponen en alto el nombre de la universidad y la cultura mexicana en tierras extranjeras. Por esto quiero dar una especial mención a todas las escuelas de extensión que tiene la Universidad. Éstas permiten un intercambio cultural que enriquece aún más a los estudiantes. Al vivir todas estas experiencias y estar en este segundo hogar, se reforzó en mí algo que empecé a sentir en cuanto formé parte de la UNAM. Me refiero a ese orgullo de ser parte de la mejor universidad del país y Latinoamérica; no en vano los egresados nos autoproclamamos como orgullosamente de la UNAM. Este orgullo es un orgullo positivo, un orgullo que te lleva a dar lo mejor de ti para representar a ese hogar que te formó y dejar en alto su nombre.
Este deseo de dejar en alto el nombre de la Universidad fue el que me llevó a esforzarme en el proyecto de tesis que realicé. Como persona, una de las cosas que me hace más feliz es ayudar a los demás, por esto me enfoqué en el área farmacéutica de mi carrera; quiero ayudar a la gente a tener terapias más eficaces para las enfermedades que padecen. El proyecto que realicé fueron Sistemas Poliméricos Sensibles a la Presión para la Liberación de Dorzolamida, fármaco utilizado para el tratamiento del glaucoma. Estos sistemas inteligentes (sensibles a estímulos) se consideran parte de la innovación farmacéutica. Fue esto y el hecho de demostrar ser altamente eficaz, lo que hicieron a mi proyecto acreedor del Primer Lugar a nivel Licenciatura, del premio a la Innovación Farmacéutica que otorga la Fundación UNAM y el Consejo Farmacéutico Mexicano.
La Fundación UNAM hace una gran labor al otorgar estos premios, ya que no solamente los hace para el campo de la salud, sino en otros, como en el de la energía. Al realizar estas convocatorias fomentan el desarrollo tecnológico y científico de la Universidad, y más aún de nuestra sociedad mexicana. El reconocer estos proyectos que se realizan en las diferentes instancias de la Universidad permite que tanto estos, como otros proyectos puedan sobresalir y ser aplicados. Uno de los pasos más importantes es que estos proyectos cumplan con su cometido y presenten ese beneficio para la sociedad para el que fueron desarrollados. Por esto doy un especial agradecimiento y reconocimiento a la Fundación UNAM, por ayudar a que todos los estudiantes y egresados nos sigamos esforzando por poner en alto el nombre de nuestra Universidad; por demostrarnos que los sacrificios se ven recompensados y darnos la motivación para seguir cumpliendo con la promesa que hicimos ante la Universidad: buscar el bienestar social. Pero este no es nuestro único objetivo; como profesionistas y personas tenemos la obligación de ayudar a la sociedad en otros ámbitos y siempre mostrar los valores que se nos han inculcado. En esta época, la gente está confundida y temerosa, pero, con la poca experiencia de vida que tengo, me he dado cuenta de que el verdadero cambio empieza en cada persona, en demostrar el amor al prójimo, en pensar no solamente en nuestros propios intereses sino también en los de los demás; en estar dispuestos a ayudar, manteniendo siempre nuestra integridad, pero, sobre todo, hacer conciencia de temas que influyen en el desarrollo de la vida diaria, como la salud mental y el cambio climático. Debemos de promover la ciencia, para que esta y las siguientes generaciones sigamos innovando y diseñando nuevas alternativas para el ambiente, la salud y las energías renovables. Y hacer todo lo que esté en nuestras manos para devolver al pueblo mexicano al menos un poco de lo que nos ha sido otorgado, mediante su esfuerzo y trabajo diario, que sigue costeando la educación de miles de estudiantes.
Como mensaje final me gustaría alentar a todos los egresados y estudiantes de esta casa de estudios a que sigamos haciendo nuestro el lema de nuestra universidad: “Por mi raza hablará el espíritu”, que, como lo explicó su autor, José Vasconcelos, es “la convicción de que la raza nuestra elaborará una cultura de tendencias nuevas, de esencia espiritual y libérrima”. Sigamos desarrollando esas nuevas tendencias y poniendo en alto el nombre de nuestra Universidad.
1er lugar Licenciatura-Premio CFM-Fundación UNAM para la Innovación Farmacéutica