El color del semáforo epidemiológico por Covid-19 parece que ya no importa a los capitalinos, incluso, algunos consideraron que es difícil que las personas detengan sus actividades diarias. Por eso, el sábado, plazas públicas, centros comerciales y avenidas principales lucieron llenas.
La Ciudad de México está a punto de pasar al color amarillo en el semáforo epidemiológico de riesgo Covid-19 (seguirá una semana más en naranja), pero el Gobierno local ha pedido cautela para medir el efecto de Semana Santa, en tanto, peatones y automovilistas realizan casi con normalidad sus actividades.
Ayer, las autoridades capitalinas reportaron un aumento en la movilidad de la Ciudad. La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo, dijo que en el Metro “más o menos se mantiene; el Metrobús tampoco ha llegado a la época prepandemia; el RTP también no ha llegado a la época prepandemia.
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“Esto también tiene que ver con que las escuelas aún no regresan; Tren Ligero, Ecobici, Trolebuses [se mantiene la movilidad] y el tránsito vehicular también ha aumentado, pero tampoco hemos llegado a las épocas previas a la pandemia”, dijo.
Las medidas sanitarias desde el último semáforo rojo se relajaron por completo para los capitalinos, comentó Héctor Garduño, quien la tarde del sábado caminó con su esposa sobre el Eje Central.
“En el último semáforo rojo ya había mucha gente y si en un principio no les importaba, si pasamos a amarillo, menos”, dijo Héctor, y aseguró: “Si en un principio no nos importó, ahora será más difícil, hay mucha más afluencia de gente.
“Lo peor no es eso, porque todos podemos salir ya sea para comprar algo, por recreación o trabajo, pero hay mucha gente que no se cuida, que a este punto sigue creyendo que esto no existe [Covid-19], eso es increíble”, manifestó el señor Garduño.
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En esto coincidió Lilia, quien sobre avenida Juárez se detiene para decir que “ya es muy difícil que las personas detengan sus actividades”, y luego siguió su paso apresurado hacia el Eje Central.
Las imágenes de la pandemia en semáforo naranja para los capitalinos son así: aglomeraciones, músicos de calle tocando, adultos mayores bailando danzón, caos vial, transporte público lleno, alguna manifestación en el primer cuadro o un plantón, comerciantes ambulantes ocupando las aceras con sus productos sobre el suelo, y pidiendo que las lentes de los fotógrafos o celulares de las personas no se posen frente a ellos, porque enseguida los rodean para pedirles que sigan su camino.
“Nosotros no nos prestamos para esas cosas y no tenemos permitido que nos tomen fotos”, dijo una de las comerciantes.
La Alameda Central vuelve a ser el festín para las personas, para las parejas, quienes posaron para una fotografía sobre las fuentes de este parque.
Lejos de este punto, el viaducto Miguel Alemán se convierte en un símil de La Autopista del Sur, cuento del escritor argentino Julio Cortázar, en donde la vida de los automovilistas se detiene por un tránsito infernal bajo los rayos inclementes.
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En esta vía principal, los conductores están varados, avanzan poco a poco mientras la larga fila de vehículos se extiende hasta el poniente de la Ciudad.
Los fines de semana en la capital son un ir y venir de imágenes yuxtapuestas que sólo tienen un sentido: cómo se vive la pandemia siendo chilango.