En México, la violencia de género no sólo ha dejado más de 18 mil mujeres y niñas asesinadas en los últimos cinco años. Miles la padecen en otras formas: a través de golpes y abusos, pero también mediante prácticas normalizadas y, por ende, más silenciosas e impunes, como ser separadas de sus hijos, la violencia vicaria.
A través de esta forma de violencia, menores de edad son prácticamente secuestrados e instrumentalizados, así lo señalan desde el Frente Nacional Contra la Violencia Vicaria , que nació en 2021, luego de que cinco madres sobrevivientes a estos abusos se unieron para apoyar a mujeres en situaciones similares.
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La violencia vicaria , explica Jennifer Seifert, cofundadora de esta lucha, es parte de una extensión de otras agresiones que los violentadores ya no pudieron ejercer hacia ellas de manera directa. Los agresores son, en su mayoría, sus antiguas parejas , pero también pueden ser miembros de sus familias.
“ Te quitan a los niños de forma agresiva , con engaños. Después ya tienes una denuncia en tu contra: te acusan de cosas absurdas, como de estar loca por hablar con el espejo, por haber dado una tortilla fría o por tener tatuajes sospechosos”, dice en entrevista Andrea Argil, otra de las cofundadoras de esta organización.
Este tipo de violencia tiene grandes repercusiones para madres e hijos, tanto en el aspecto sicológico como en el legal, pues conlleva otros tipos de agresiones, como la institucional, con funcionarios y dependencias que revictimizan a las mujeres y entorpecen los procesos.
A fin de conocer las implicaciones de la violencia vicaria, EL UNIVERSAL entrevistó a seis madres sobrevivientes, quienes desde diferentes contextos explican la forma en la que sus hijos les fueron arrebatados y lo complejo de recuperarlos en una lucha que no termina hasta tenerlos de regreso y a salvo.
Con información de Alicia Pereda**
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