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Toluca, Méx.— La pandemia por Covid-19 transformó la celebración de la Semana Santa y de Pascua para los prestadores de servicios, los artesanos que hacen las cruces de palma, e incluso, las celebraciones religiosas.
En el Estado de México, los grupos católicos adecuaron la representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, para que las escenificaciones teatrales de los pasajes de la vida de Jesús de Nazaret, entre el Domingo de Ramos y la Pascua, sean transmitidas por redes sociales y así continuar con la tradición, pero desde casa.
Marco Antonio Jiménez participa en el grupo de San Mateo Atenco, elabora los vestuarios y junto con la banda de guerra se unen para llevar a cabo la representación.
Dijo que tener que grabar la representación y no hacerla como tradicionalmente se acostumbra, en vivo, deja un “sabor amargo”; sin embargo, el fin es el mismo: “Transmitir el mensaje de nuestro Señor Jesucristo”.
Consideró que la grabación no afecta, porque podrán llegar a miles de personas, y tras 15 años de preparación, cada temporada ocupa un sitio diferente en la representación.
Para participar, igual deben cumplir con las especificaciones, como no fumar, no beber alcohol, acudir al retiro religioso previo a la Semana Santa, asistir a misa, ayunar y tener conciencia sobre que no es un espectáculo, sino llevar el mensaje, la palabra de Cristo.
Afirmó que para este año tomaron varias medidas: habrá gel antibacterial, desinfectante, se aplicará la sana distancia y la transmisión del evento será a través de las redes sociales de cada agrupación.
“Igual los cambios son muchos, no tener el contacto con la gente, con nuestras familias que asisten a vernos y que participan de todo el preparativo, la fe. Quizá eso es lo que más extrañamos”, reconoció.
Es el caso de las otomíes en la zona norte de Toluca, dedicados al tejido de las cruces y crucifijos de palma. El cambio no es favorecedor, pues las ventas serán casi nulas, al cancelar las actividades presenciales en las iglesias, y que cada vez son menos las mujeres de la comunidad que quieren continuar con esta actividad.
Angelina Márquez, una de las pocas mujeres que continúa con esta actividad, dijo que las autoridades no les permitieron vender sus productos, pero algunos párrocos los dejaron vender en el atrio, pese a las restricciones.