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Su ausencia fue más que evidente en las calles de la Ciudad de México, donde este 9 de marzo la gran mayoría de las mujeres no se movieron en protesta por la ola de violencia que viven en todo el país.
Lugares semivacíos en las estaciones del Metro, tiendas departamentales, oficinas de Gobierno, mercados públicos, bancos, gasolinerías y hasta en el Mercado La Nueva Viga, que ayer semejaba a un pueblo fantasma por la ausencia de ellas.
Rogelio Hernández, titular del Instituto Nacional de Fomento al Producto Pesquero, fue contundente: “Un día más sin ellas nos llevaría al desastre”.
La imagen en el Metro fue diametralmente opuesta a la de días anteriores, los vagones asignados para las mujeres no estaban repletos, las pocas que salieron a trabajar encontraron un asiento y se delineaban los ojos sin pelear por espacio para mover los brazos, incluso ocuparon la silla contigua para colocar su cosmetiquera.
Las pocas que se trasladaron dijeron que tuvieron que ir a trabajar porque no les dieron permiso, como unas que portaban chaleco del Inegi, quienes afirmaron que pidieron el día pero los jefes se los negaron y las mandaron a continuar con las encuestas del Censo Nacional.
Lo mismo dijo la empleada de una tienda de zapatos, donde sólo les permitieron colocarse un moño morado, porque eso de faltar, “¡ni locas!”.
Siete de las 11 secretarias en el gabinete se unieron al paro; la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, acudió a su oficina, pero no tuvo actos oficiales.
La Secretaría de Administración y Finanzas de la Ciudad de México informó que 40% de las 150 mil mujeres que laboran en el Gobierno local faltaron.
Mientras tanto, en los 27 años de existencia del Mercado La Nueva Viga, en la Central de Abasto, es la primera vez que semeja un pueblo fantasma.
Las mujeres cumplieron con no ir a trabajar, sólo las vendedoras de café y pan deambularon por los pasillos.
En contraparte, doña Loretita, quien vende en el Centro de Acopio en Villa Milpa Alta, estuvo como de costumbre desde temprano.
“¿Cuál paro? Si dejo de trabajar, pos no como”, aseguró Justina García, sin dejar de mover las tijeras para cortar los pollos en su negocio de San Pablo Oztotepec, alcaldía Milpa Alta. En este pueblo las mujeres sí trabajaron.