El día de su examen profesional, Claudio Martínez Martínez estaba nervioso. Su familia asistió orgullosa a la ceremonia, sobre todo su madre, quien solo habla náhuatl pero eso no la limitó para comprender el esfuerzo y logro del más chico de sus siete hijos.
Ante sinodales de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), el ahora licenciado en Derecho, realizó su examen profesional el pasado 12 de abril.
Su tesis, Situación de las personas privadas de la libertad, en su análisis jurisprudencial interamericano, la terminó en tres años y medio porque se atravesó la pandemia de Covid; al final, sin muchas correcciones y con gran entusiasmo y profesionalismo, Claudio se recibió de abogado con promedio de 8.74.
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Esta podría ser una titulación como cualquier otra, pero existe un factor que la convierte en un ejemplo especial y de rehabilitación: Claudio Martínez es una Persona Privada de la Libertad (PPL) y purga una condena de 26 años y ocho meses, de los cuales lleva 15 en el Reclusorio Preventivo Varonil Norte.
Claudio debía estudiar, desvelarse y cumplir con sus comisiones dentro del reclusorio
En entrevista con EL UNIVERSAL, Claudio se presenta a la plática sonriente y contento de haber llegado a su meta; su pantalón es beige, mismo que predomina en su camiseta, es el color que portan los sentenciados dentro del penal.
Narra que organizar los horarios para poder estudiar dentro de la institución penitenciaria fue complicado y que además de asistir a clases de 9 de la mañana a 3 o 6 de la tarde, debía cumplir con tareas académicas aunque tuviera que desvelarse leyendo, estudiando.
Al día siguiente debía realizar sus “comisiones” –labores que ayudan al funcionamiento y convivencia dentro del Reclusorio–, dar asesorías a otros PPL y recibir visitas familiares.
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Sus estudios en Derecho fueron gracias al Programa de Educación Superior para Centros de Readaptación Social (PESCER) de la UACM, proyecto educativo que no sólo los distrae al interior del penal, sino que les otorga herramientas cognitivas para su vida social.
El programa surgió desde el 2004, en conjunto con la Subsecretaría del Sistema Penitenciario capitalina y la UACM para fomentar el estudio dentro de penales metropolitanos. Según datos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la CDMX, el PESCER lleva mil 271 matrículas desde su formación; para este año se contabilizan 264 estudiantes activos.
Al conversar, Claudio se expresa mucho con las manos; a sus 42 años es el único que logró titularse en este centro de reclusión en lo que va del 2024. Recuerda que al inicio, el grupo de estudiantes en el Reclusorio Norte era de más de 20, pero la mayoría salió libre o desertó hasta quedar menos de 5 alumnos egresados.
Con pesar en su expresión, Claudio comenta que por el momento, no existen muchas opciones profesionales dentro del Reclusorio Norte pues ya sólo ofrecen las licenciaturas en Derecho y en Ciencias Sociales. Él optó por la disciplina legal motivado por su evidente situación penal y porque considera “bueno conocer para poder defenderse”.
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“Desde mi juventud siempre me gustó el estudio. Al llegar aquí [al Reclusorio Norte], vi anuncios sobre la UACM y dije ‘ahora es cuándo, tengo que aprovechar’”, nos comentó el ahora licenciado en Derecho.
Originario de Veracruz, abandonó su comunidad para estudiar
Claudio Martínez nació en la comunidad náhuatl El Ixtle Postectitla, en Chicontepec, Veracruz, donde por necesidad y pobreza, primero se piensa en trabajar para comer que en estudiar.
De acuerdo con el sitio Pueblos de América, en la actualidad, este pueblo indígena cuenta con más de 200 habitantes y prevalece un 18% de miembros analfabetas, mientras el grado máximo de escolaridad apenas rebasa la primaria.
“Como en la mayoría de los pueblos indígenas, se padece de falta de educación, en especial por la pobreza. Muchos maestros llegaban y se iban, no hay una constancia. Por eso, las personas que quieren estudiar, tienen que buscar la manera de cómo continuar”, explicó nuestro entrevistado.
De sus siete hermanos, ninguno tuvo estudios profesionales, porque eligieron trabajar ante las adversidades de su comunidad. Él pudo estudiar la primaria, secundaria y hasta bachillerato, pero batalló mucho para lograrlo y “tuve que cambiarme de lugar para poder terminar mis estudios”, aseguró.
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A sus 21 años, cuando egresó del bachillerato, Claudio se dirigió a Hidalgo para estudiar en una Escuela Normal, pero recuerda que falló en un examen de admisión y no pudo entrar. Para ese momento, se enfrentó a la que considera la “decisión más importante de mi vida: regresar a mi pueblo o quedarme en la ciudad [de Hidalgo]”; se quedó y buscó un trabajo.
Pero, otra vez, la falta de oportunidades escolares y laborales lo motivó a trasladarse a la Ciudad de México; “yo quería seguir estudiando, pero ya teniendo un trabajo [en la CDMX], decidí trabajar”. Luego de cometer el delito por el que se encuentra en el Reclusorio Norte, su vida cambió.
Al hablar de su familia, hace una breve pausa para decir con gusto que jamás lo abandonó y que continúa apoyándolo en las decisiones que toma al interior del Centro Penitenciario, como su intención de estudiar Derecho.
Él mismo considera que no hubiera logrado estudiar una licenciatura de haber permanecido en libertad, porque su prioridad ya sólo era tener un trabajo.
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“Todo el tiempo es trabajar y para mí, mi familia y mi trabajo son las dos cosas más importantes, no había nada más. En mi vida, ya había descartado el seguir estudiando”, compartió a esta casa editorial.
Las limitaciones académicas dentro del penal no lo detuvieron
Apenas ingresó al Reclusorio Norte, y todavía sin sentencia, Claudio, fiel a su gusto por aprender, comenzó sus estudios profesionales en el PESCER aunque siempre tuvo presente que tendría que suspenderlos si salía libre o que podría concluirlos si purgaba una condena.
Durante sus estudios al interior del penal, enfrentó varias limitantes académicas, como la dificultad para acceder a libros u otras fuentes educativas que requería para cumplir con sus trabajos universitarios. Fue gracias a sus profesores, en especial a su asesor de tesis, quien le conseguía los materiales más necesarios.
En un momento admite que conforme avanzó su licenciatura, sobre todo hacia la mitad de la carrera, consideró la posibilidad de desertar, pues el nivel de dificultad y creciente demanda de tiempo eran cada vez mayores.
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“Llegó a mi mente el ‘ya no puedo más’, pero pensé ‘¿por qué si los demás pueden, yo no?’. Las cosas no son fáciles en cualquier lugar”, dice seguro Claudio.
Le encantaría continuar especializándose en derecho
Por ahora, el modelo educativo del PESCER no ofrece realizar una especialización dentro de la licenciatura, pero Claudio se interesa y capacita en el área penal. Tampoco descarta obtener un grado mayor, “sería un anhelo [tener maestría y doctorado]; aquí en el Reclusorio Preventivo Varonil no se imparten esos niveles, pero me encantaría continuar”, aseguró.
Claudio Martínez dedicó gran parte de su tiempo dentro del Centro Penitenciario a estudiar todo lo que no pudo durante su libertad y acepta que contar con una preparación profesional le ayudó a sobrellevar la reclusión.
“Los profesores de la UACM son muy humanistas, siempre quieren ayudar a las personas”, comentó a EL UNIVERSAL.
En un año, él mismo podrá solicitar la libertad adelantada con asesoría de colegas. Dice que, si cuando esté fuera del Reclusorio Norte existiera la posibilidad de integrarse como profesor del programa que le dio a él su licenciatura, lo haría sin dudar.
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Ya conoce las limitantes de estudiar dentro del penal y se esforzaría por hacer dinámicas las clases e incentivar a sus alumnos. Por ahora, nada es seguro.
Aún con 10 años de condena restante, envió un mensaje para quienes lean su historia: “A mi familia, muchísimas gracias, porque siempre han estado conmigo. E invito a todas las personas que están privadas de la libertad a que no desaprovechen el tiempo, que pueden estudiar y aprovechen la oportunidad que da la UACM. Para todos los demás [quienes están en libertad], no hay cosa más importante que el estudio para obtener conocimientos, ser alguien en la vida y construir un mejor futuro”.
Al terminar su sentencia planea ejercer su carrera
Algunas de las autoridades del reclusorio, en especial quienes se encargan del apartado de educación, consideran a Claudio Martínez como un PPL muy tranquilo, al grado de pasar desapercibido entre los directivos. Dicen que nunca se mete en problemas con otros individuos o compañeros.
Desde su llegada al Centro Penitenciario, Martínez Martínez impartió clases de lengua náhuatl, para después convertirse en colaborador del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) durante nueve años, donde se dedicó a comandar cursos para los demás PPL. Por el momento, es socio capacitador de la Editorial Plaza y Valdés, además de asesor legal.
Él sabe que no puede ejercer su carrera desde el Reclusorio Preventivo Norte, por lo que se limita a comentar los casos de otros PPL como un guía profesional.
Claudio ya tiene algunos planes para cuando salga, entre ellos ejercer su profesión. Por desgracia, no puede negar el evidente impacto que tendrá su condena y el tiempo vivido en el Centro Penitenciario al momento de regresar a la sociedad civil.
El estar en libertad dentro de algunos años más, le hace pensar que luego de este tiempo en prisión saldrá con las manos vacías. “Ya tengo los conocimientos, quiero pensar, y espero que [gracias a la carrera y rehabilitación en el Reclusorio] no se me complique mucho ejercer”, comentó.
Pero, a pesar de sus buenos deseos, el ahora licenciado afirma que “la sociedad lleva un estereotipo de que fuiste una Persona Privada de la Libertad y no son bien vistos”. Para él, su condena no influye en su capacidad para ejercer la abogacía, pero sabe que esa será decisión de sus clientes.
- Fuentes:
- Entrevista con Claudio Martínez Martínez, licenciado en Derecho por la UACM y PPL del Reclusorio Preventivo Varonil Norte.
- Comunidad El Ixtle Postectitla - Pueblos de América
- Programa de Educación Superior para Centros de Readaptación Social del D.F. – Universidad Autónoma de la Ciudad de México