Alumnos del Tecnológico de Monterrey Campus Ciudad de México participaron en el Simulacro Nacional 2024 a siete años del terremoto que destruyó la sede antigua de esta institución educativa y que dejó un saldo de 5 alumnos muertos.
En punto de las 11 de la mañana, la alerta sísmica comenzó a sonar en las inmediaciones del campus, ubicado en Prolongación Canal de Miramontes mientras cuentos de alumnos y docentes comenzaron a evacuar las instalaciones para congregarse en los diversos puntos de reunión.
Varios de los alumnos, tanto de preparatoria como de universidad comentaron que no recibieron la notificación del simulacro en sus dispositivos móviles, pero estaban conscientes de la realización del simulacro en la Ciudad de México.
“La verdad yo no estaba en el Tec cuando fue el terremoto pero sí es fuerte escuchar la alerta sísmica, sobre todo en este día porque siempre trae recuerdos de lo que muchos habitantes de la CDMX hemos vivido” externó Daniel, uno de los alumnos presentes en el simulacro.
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Aproximadamente 15 minutos después del simulacro, los estudiantes comenzaron regresar a sus salones una vez se revisaron las instalaciones y terminaron los protocolos de protección civil por parte del personal de seguridad de la universidad.
“Aún me da miedo pensar que en un momento puedes estar comiendo o jugando con tus amigos y al siguiente todo se puede venir abajo sin aviso” dijo Armando Cuenca, alumno del Tecnológico de Monterrey Ciudad de México que vivió el terremoto del 19 de septiembre del 2017, mismo que destruyó el viejo Campus y dejó un saldo de 5 alumnos muertos.
A siete años del suceso, Armando recordó que ese día comenzó como cualquier otro y después de tomar un examen, participó en el simulacro nacional junto con sus compañeros y docentes sin tener la menor idea de lo que estaba por acontecer.
“Cuando comenzó a temblar, estaba con mis amigos y recuerdo que estábamos jugando futbolito y lo primero que pensé fue que mi amigo me estaba moviendo la mesa, no fue hasta que vi a la gente correr qué me di cuenta de lo que estaba pasando porque ni siquiera sonó la alerta sísmica en el campus”.
Armando y sus amigos corrieron rápidamente al punto de reunión y una vez allí, comenzaron a ver cómo poco a poco los edificios del colegio se destruían mientras los alumnos salían de las aulas y corrían aterrados en búsqueda de refugio.
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“Fuimos los primeros en llegar al punto de reunión y nosotros teníamos visión completa de todo el campus entonces vimos cómo se caían los cristales, vimos cómo se derrumbaban los puentes, vimos como salía el humo de los edificios, como caían los escombros y cómo los alumnos se nos venían encima porque estábamos en el centro de todo. Todavía lo recuerdo y me dan escalofríos”.
Los puentes que Armando menciona, mismos que conectaban cada piso de los distintos edificios de la universidad y pasaban justo arriba de la entrada a la cafetería fueron los que, al caer, cobraron la vida de cinco estudiantes e dejaron un saldo de decenas de heridos; uno de estos estudiantes que perdió la vida era compañero cercano de Armando.
“Él y yo jugábamos ping pong, en esa clase lo conocí y recuerdo que era una persona muy dedicada, era alguien como tú y como yo que va a sus clases. Eso es lo que más sorprende, que pudo haber sido cualquiera y en este caso le tocó a él. Fue un shock cuando me enteré que falleció porque literalmente lo había saludado el día anterior y de un momento a otro ya no estaba”.
Otra de las alumnas que vivió el suceso fue Dafne López, quien recordó una frase que tanto los profesores como directivos de la institución le recordaban constantemente a sus alumnos antes de la tragedia:
“Nos mencionaban que el Tecnológico de Monterrey era uno de los lugares más seguros donde te podía ocurrir un temblor y en parte por contar con esa información nosotros dábamos por hecho que estábamos en un lugar muy seguro y pues no fue así”.
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Luego del terremoto, el Tecnológico de Monterrey impartió clases en línea por un mes mientras se preparaba una sede provincial para los estudiantes en el deportivo de la institución, mismo que después apodó la comunidad como “los gallineros”.
“Estudiar en los gallineros fue toda una experiencia que duró toda la prepa, al principio era unos iglús, ya después pusieron salones que eran como pequeñas casitas de plástico y poco a poco fueron creando como un campus improvisado, teníamos una cafetería que en verdad era una carpa, habilitaron un gimnasio en un edificio cercano y poco a poco crearon como un campus desde cero” recordó María Fernanda, otra de las alumnas que vivió el suceso.
No fue hasta tres años después que se inauguró una nueva sede para el Tecnológico de Monterrey, misma que cuenta con una estructura completamente diferente a la anterior ya que la gran mayoría de los edificios anteriores tuvieron que ser demolidos y actualmente solo queda como recordatorio de lo sucedido aquel día un memorial para las víctimas construido alrededor de uno de los viejos árboles del patio central, donde cada años se hace una ceremonia en honor a los estudiantes que perdieron la vida.
“A mí el Tec me ha dado muchas cosas pero también tiene sus áreas de oportunidad y es importante para las nuevas generaciones que estudien aquí que no olviden lo que ocurrió porque quien olvida su historia está condenado a repetirla” concluyó Dafne López.
LL/cr