Coordinados por Jessica Silva, gerente del histórico y conocido restaurante Nuevo León, desde las 11:20 horas de ayer los empleados colocan mantas con el mensaje: “Ya abrimos. También con servicio para llevar”.
Bajo el aroma del caldo de camarón, que invita a los peatones a pedir un plato, los trabajadores sacan a la banqueta 10 mesas: cinco, sobre avenida Nuevo León; el resto, sobre Michoacán. Cada una tiene cuatro sillas.
La Condesa vuelve a cobrar vida, “no como quisiéramos, pero ya es algo”, señala Manuel, gerente del restaurante de comida yucateca Xel-Ha.
“Siguen gastos y más gastos que el Gobierno no considera. Los apoyos sólo son una burla, porque eso no nos sirve para poner estas barreras [que dividen las mesas] ni la pintura amarilla”, pues aprovechó un carril de la calle Michoacán para colocar más mesas.
Aunque la actividad “fuerte” comienza después de las 13:00 horas, todos los restaurantes comienzan a despertar antes del mediodía, para, literalmente, apropiarse de las banquetas. Los más pudientes, hasta de uno de los carriles de calles y avenidas de la Condesa.
Dueños, meseros, cajeros y cocineros saben que ha pasado la pesadilla. “Parte de ella, porque el Covid-19 sigue aquí y sabemos de su amenaza. Pero sabemos cómo enfrentarlo”, comenta Arturo, mesero del Volador Café, ubicado sobre la calle Michoacán y avenida Ámsterdam, lugar que, pese a la hora, ya tiene sus cinco mesas ocupadas.
Más tarde, llegan empleados de la alcaldía Cuauhtémoc para recomendarles sacar a la calle otra de las mesas, cuyo comensal, un hombre de la tercera edad, ni se da por enterado que tiene que moverse.
“Me pidieron sacar esa mesa. Dicen que puedo ocupar toda la banqueta. Pero, la verdad, me da pena con los vecinos, pues no los dejaremos pasar. Por eso fue que esta mesa procuramos pegarla más a hacia la calle. No me pidieron dinero. Nada de eso”, afirma Arturo.
Mientras algunos restaurantes ya atienden a su clientela, otros todavía arman mesas y sillas, las cuales estuvieron guardadas los últimos tres meses.
Pablito, empleado de Don-Keso, ubicado en Parres y Ámsterdam, no suspende su labor mientras habla sobre la situación: “Disculpe, pero todo esto debe quedar listo antes de las 13:00 horas”.
La cocinera ya prepara la comida del día: “Crema de verdura, ensalada o arroz, bistec a la mexicana, pollo en salsa de tejocote y tinga de hongos y agua de horchata. Todo por 85 pesos”, dice el menú pintado con gis sobre un pizarrón.
En tanto, César, de la Pizzería Ardente, con una cinta métrica mueve las mesas y sillas, “porque la autoridad nos dijo claramente que nos ajustáramos a las medidas de distanciamiento. Ni un centímetro menos. De lo contrario, nos van a cerrar.
“Claro que sabemos que podemos dar servicio hasta las 18:00 horas, por lo que planeamos suspender el servicio a las 17:30, para darle tiempo a la gente de terminar sus alimentos. Seguiremos con el servicio para llevar. Realmente es poco el horario, pero algo es algo”, dice.
A su vez, el histórico restaurante Sip —con más de 45 años de existencia—, de comida alemana y francesa, conserva el servicio callejero que por años ha tenido. “Todos nos han copiado en la Condesa y otras colonias, porque es como si el comensal estuviera en París”, dice con orgullo Ricardo Martínez, gerente del lugar.
Reconoce que la pandemia les ha provocado serios problemas económicos, al grado que la sucursal de Santa Fe tuvo que cerrar, pero no la de la Condesa y la que está en Insurgentes.
“No hemos despedido a ninguno de los 30 empleados. Ha sido duro para todos. Hoy comienza otra etapa que esperamos dure poco”, señala mientras da instrucciones sobre la sanitización del local, donde, en el interior, aún hay sillas bocarriba sobre las mesas.