Valle de Chalco.— Miguel Ángel Vázquez Castellanos y Leobardo Solverio García regresaban de trabajar cuando sufrieron el desplome en la Línea 12 del Metro. Se dirigían de la colonia Portales, en la alcaldía Benito Juárez, a la colonia Valle de Xico. El primero murió y el segundo sobrevivió y ahora batalla para recuperarse sin medicamentos ni dinero.
La noche del 3 de mayo, “[Miguel Ángel] estaba sentado al lado mío”, recuerda Leo mientras hace una pausa. “Veníamos en la tercera puerta, una antes de la unión de vagones, veníamos sentados en los asientos de discapacitados cuando sentimos el golpazo, por inercia me sostuve de un tubo, y cuando reaccioné ya todos los tubos estaban tronados”.
Eso es lo último que recuerda de su compañero de trabajo y vecino la noche de aquel lunes, pues Leo fue de los primeros cinco en salir con ayuda de quienes rompieron un cristal y colocaron una escalera para rescatarlos.
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“Sufrí lesiones en los brazos, sólo tuve fuerzas para salir, fui de los primeros cuando pusieron la escalera y tronaron los vidrios largos”, comparte con dificultad, pues la faja, que permanentemente debe usar, le roba el aire.
Fue llevado al sanatorio Durango en la colonia Roma, ahí estuvo un día y medio y fue dado de alta el miércoles al mediodía, pero aunque le entregaron una receta, no le dieron medicamentos y los tuvo que conseguir con ayuda de su familia.
“Me hicieron tomografías y radiografías en brazos, piernas y la cintura, me dijeron que hiciera el mínimo movimiento en la cintura porque tuve fracturas en las lumbares y necesito usar faja”, explica. “Saliendo del hospital no nos surtieron la receta y el de la aseguradora sólo me preguntó algunas cosas, pagó lo del hospital y ya no lo volví a ver”.
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Desde entonces, Leo ha estado convaleciente en su casa, donde apenas el jueves —tras más de 10 días de la tragedia— lo visitaron un sicólogo, un doctor y una enfermera. Como cuando fue dado de alta, le dejaron una receta, pero sin medicamentos.
Pero ese es el menor de sus males. Para solventar los gastos de su hogar, en donde seis personas dependen de él, ha tenido que endeudarse, pues volver a trabajar como cargador de camiones de mudanza no parece una opción, al menos en el corto plazo.