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Toluca, Méx.- El trabajo de artesanos restauradores está en riesgo de desaparecer por la pandemia de Covid-19, la cual no les permitió instalarse en espacios públicos como el Mercado Juárez o el Parque Colosio, como lo hacían en años anteriores, lamentó Carlos Macedo Martínez, a quien todos conocen como “El Pollito”.
Con una tradición de cuatro décadas en la restauración de imágenes religiosas, especialmente de niños Dios , “El Pollito· afirmó que este 2020 fue uno de los más difíciles de los últimos 40 años , pues en diciembre llegaba a reparar hasta 3 mil imágenes, incluidas esculturas de la virgen de Guadalupe, pero ahora difícilmente sumarán mil figuras religiosas.
Aprovechó los últimos días para ocupar un espacio en la vía pública, antes del Semáforo Rojo en el Estado de México, y ahora, quien lo conoce, acude a su taller familiar, ubicado en el Barrio de San Luis Obispo, en Prolongación Los Sabinos 234 , aseguró José Luz, el hijo mayor de esta familia de artesanos, que también integran Alejandro Verónica, Karla y Jonathan, hijos del matrimonio que formaron Carlos Macedo e Isabel Rodríguez, quien falleció.
Los cinco hijos de Carlos tienen una profesión alterna a la restauración en la que intervienen intensamente, especialmente entre diciembre y antes del 2 de febrero, Día de La Candelaria en que se celebra al Niño Dios, para junto con su padre reparar, tallar, sellar y pintar miles de figuras rotas y desgastadas, muchas de ellas con más de 100 años de antigüedad.
Las manos expertas del restaurador saben cómo tratar figuras averiadas de resina, madera y yeso, que están rotas o simplemente perdieron su color al paso de los años.
Desde un dedo o manos rotas, hasta reconstruir nariz, ojos y pestañas, son las habilidades del patriarca de la restauración, al que aún buscan muchas familias, por su labor meticulosa.
La restauración es un arte, apuntó José Luz, pues pese a que los materiales que se usan son de uso común como pintura, solventes y pegamento, no cualquiera tiene la experiencia de combinarlos, de saber la proporción exacta para reparar y pintar cada pieza.
“Restauramos y vestimos Niños Dios desde dos y tres centímetros, ocho centímetros hasta 1 metro 20, que es lo que mide el niños Dormilón, que está acostado sobre sus manitas”, indicó José Luz.
El precio de cada trabajo varía de acuerdo al tamaño o lo maltratado de la figura, “pero podemos cobrar desde 20 pesos hasta 400 pesos”, calcularon los restauradores.
Cada pieza es única, pues hay que encontrar el tono exacto de cada piel, hay de seis a ocho tonos del color carne del niños Dios, así como ubicar el tamaño exacto de las pestañas naturales de los ojos; además hay una gama de colores primarios que derivan en decenas de tonalidades de blanco, rojo, amarillo, negro, café, azul, verde y rosa, rememoró Carlos.
El Niños Dios más antiguo que ha reparado esta familia de restauradores, tenía más de 100 años y otra figura del templo de Ojo de Agua en Palmillas, que tenía más de 120 años de antigüedad; Carlos también ha restaurado santos de la iglesia de San Luis Obispo, así como de San Felipe Tlalmimilolpan, donde volvió a dar vida a un nacimiento completo, con figuras de 1.20 metros de la Virgen María, San José, el Niño Dios, los Tres Reyes Magos y hasta el burro, recordó el artesano.
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