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La placa con su número de empleado cuelga del cuello de Kai, Káiser, Sherlock y Jack, los cuatro perros fundadores y nuevos detectives de la Unidad Canina de la Policía de Investigación (PDI) de la Fiscalía General de Justicia (FGJ) de la Ciudad de México.
Sólo tienen cuatro meses de vida, juegan inquietos, chillan, arrancan con el hocico las plantas de los arbustos, pero ya ven a sus manejadores, también agentes de la PDI, con una mirada que los entrelaza y liga a ellos.
“¡No!, ¡no!”, les dicen cuando el instinto los llama a explorar desesperados de izquierda a derecha, a llevarse con la lengua todo lo que encuentran en el piso.
Son pastores belgas, todos hermanos, llegaron hace un mes a la fiscalía como parte de un acuerdo. Los destetaron y sacaron de su manda para servir como investigadores, habilidades que podrán conseguir en ocho meses. En medio de ese adiestramiento, su vida digna prevalecerá, porque los policías que los entrenan son claros: “Estamos en contra del maltrato animal”.
El agente Hernández, adscrito al Grupo Especial de Reacción e Intervención (GERI), lleva ocho años adiestrando perros de manera operativa, ahora al lado de tres compañeros más, tendrá la tarea de llevar a estos nuevos detectives a las especialidades requeridas: narcóticos y papel moneda, búsqueda de explosivos y armamento, así como búsqueda de restos óseos.
“Parte de su entrenamiento es el juego, son perros muy pequeños todavía no tienen un autocontrol, entonces nos encargamos de pelotearlos [jugar con pelotas]. Después vamos a comenzar a hacer corrección de malos hábitos, para que no se orinen en cualquier lugar, que tengan un espacio en donde puedan defecar, alimentación y que aprendan a convivir entre ellos mismos, sería parte de la socialización, que no se vuelvan agresivos”, dijo.
Los cuatro perros necesitan cumplir con su esquema de vacunación para continuar con el entrenamiento, luego deben acoplarse a diferentes escenarios, el ruido, la gente.
En la cara de cada uno de los canes se nota una complicidad con los manejadores, los observan como esperando su aprobación, se dejan caer sobre sus botas tácticas y a diferencia de un perro domesticado, el cual pelea por quitarse un suéter, ellos portan ya su chaleco que los acredita como agentes de la PDI.
Se encuentran en la base de datos de la FGJ como cualquier otro trabajador. Ahí está su información completa para su identificación ante la sociedad, pues fueron los ciudadanos quienes eligieron sus nombres, a través de una encuesta en redes sociales.
“Trabajando a base de acondicionamiento, primero buscamos en el cachorrillo potencializar esa parte de los cuatro impulsos, uno de ellos es la presa, que el perrito en todo momento tenga ansiedad por su juguete, puede ser una toalla, una botella de plástico, un kong, o una pelota de tenis”.
Es así como el perro insiste en el hallazgo, búsqueda o localización, pues queda asociado al aroma de dichos objetos.
La Unidad Canina de la PDI, comentaron los agentes, viene a renovar las filas de esta corporación, y la oportunidad que se les da para adiestrar a estos detectives perrunos es una tarea que aceptan con felicidad.
Los perros tienen un periodo de trabajo de siete a ocho años y posteriormente se espera que se sumen otros agentes, por ahora Kai, Káiser, Sherlock y Jack serán las estrellas.