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Jesús fue crucificado frente a una torre de seguridad en uno de los patios del Reclusorio Oriente.
En el fondo de los pasillos del dormitorio 5, los reos se amurallaban sobre las rejas, enganchando los dedos sobre el metal, reían, gritaban: “¡Crucifíquenlo!”.
“Para los 14 del pasillo, nada más que no griten”, se escuchaba sobre los radios de los custodios que resguardaban la procesión.
Los rostros eran duros en los personajes, el ceño siempre estaba fruncido, a la distancia los 86 participantes del viacrucis veían a sus familiares, quienes fueron espectadores, cargando las bolsas con la comida que después probarían.
Las madres, las esposas, las hijas procuraban que los participantes no se deshidrataran bajo un sol que sobrepasaba los muros blancos, las rejas con alambre de púas.
Para cada una de las personas privadas de la libertad que participaron en la escenificación de la Pasión de Cristo fue redimir lo que hicieron y por lo que están pagando.
Joshua o La Chabela, cómo le dicen sus compañeros, dijo que estuvo en el lugar equivocado a la hora equivocada y ahora está presa. Personificó a María Magdalena, como integrante de la comunidad LGBTTTI, pero cuando se vaya del Oriente, “saldré como Juan Gabriel”.
Adán, quien lleva 29 de 31 años de condena, decidió representar a Satanás porque “he actuado contrario a una religión”. Además, dijo, este personaje le ayudó a contestar muchas dudas que tenía.
José, quien interpretó a Judas, lleva 12 años en el Oriente, él optó por este personaje porque “lleva un peso encima”.