Ataviados con el clásico traje café, algunos con peluches de changuitos, pero todos cargando un organillero, fue como lucieron en las inmediaciones de la Alameda Central al mediodía del domingo, donde los “chinchineros” se dieron cita como parte del Segundo Festival de Organilleros que organizaron las autoridades del Gobierno capitalino, pues buscan que los que se dedican a esto en México sean reconocidos como patrimonio cultural.

“Aquí en México a pesar de la enorme cultura y tradición que tiene, el organillo no es respetado, la gente lo sigue viendo como una molestia, no nos ayudan, no cooperan, no nos apoyan y eso es porque no saben nada de este oficio, no saben que de aquí se alimentan familias, de aquí estudian nuestros hijos, de aquí comemos”, dice Manuel, un organillero chileno que llegó a la convención y, de paso, pidió respeto y apoyo a los organilleros de todo el país.

Los capitalinos y paseantes que se dieron el tiempo —en medio de la marcha de la Marea Rosa— disfrutaron del evento aprendiendo un poco más, “no sabía que el organillo tiene hasta ocho pistas de música, que solamente son unas cuantas familias las que saben cómo arreglarlos, cómo reproducirlos y ese tipo de cosas, luego los vemos por todos lados cargando el aparato ese, pero desconocemos que es toda una tradición”, expuso Luz Yareth, quien desde Veracruz aprovechó su visita a la Ciudad de México para conocer más de esta tradición.

Es la segunda ocasión que autoridades de la Ciudad organizan esta celebración, empezó el pasado 17 de mayo y concluyó ayer con una caravana que los organilleros pensaban realizar por las principales calles de la capital; sin embargo, al ver copado el Zócalo y para evitar conflictos, decidieron sólo caminar por los alrededores de la Alameda Central, donde hubo verbena, música y tradición.

A ese punto acudieron más de 18 “chinchineros” y se presentaron las cinco familias mexicanas que llegaron de Chile a mostrar su tradición para que el organillero sea reconocido como Patrimonio Cultural, también se presentaron 30 familias mexicanas que, dicen, son las únicas que por décadas han mantenido la tradición en el país, “creo que este oficio se debe respetar y sí debe ser considerado patrimonio si tomamos en cuenta que el organillo tiene cientos de años, se dio a conocer en las carpas y desde esas fechas alegra a las familias”.

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