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Malinalco, Méx.— Cerca de 40 altares para 70 “difuntos nuevos” se montaron este año en uno de los municipios mexiquenses con mayor simbolismo del Estado de México y del país, donde familias y vecinos acompañan a sus muertos por los siete niveles de sus ofrendas para llegar al Mictlán, y para otros, al cielo.
Los altares de José Jorge, María Teresa, Oralia y Luis Horacio, sólo fueron algunos de los que este año las familias de Malinalco recrearon para unas 70 personas que fallecieron este año, a los que iluminan su camino para llegar al lugar de los muertos o al cielo, en una mezcla de creencias prehispánicas y católicas.
En cada altar, familiares en su mayoría reciben a los visitantes con un trago de mezcal servido en caballitos, copitas de cristal o jarritos, y a cambio cada persona entrega una veladora o cera que prenden para iluminar el camino de los “difuntos nuevos”.
Así, Concepción Echeverría Pliego recibe con un trago de mezcal y un taco a quien visita la ofrenda de su difunto José Jorge Juárez Robles, “quien fue un esposo ejemplar, un amigo”, quien murió el 7 de enero de un infarto, pero que no estaba enfermo, “nomás de pronto se nos fue”, afirmó la viuda.
José Jorge era jubilado de la Compañía de Luz y Fuerza y murió a los 67 años de edad, luego de cumplir 45 años de casado, por lo que en la ofrenda su familia puso todo lo que a él le gustaba.
“Tratamos de imitar el cielo, con sus nubes y la presencia de Dios, le encantaban las orquídeas, le encantaba todo, disfrutaba la vida”, dice su familia.
En Malinalco “todo el pueblo somos amigos, cuando alguien fallece traen lo que pueden: azúcar, bebidas y hasta un paquete de sopa; es una costumbre que practicaban nuestros abuelos, la de ayudarnos entre todos, tanto en el velorio como en instalar la ofrenda. Aquí participaron 11 personas”, señaló Concepción emocionada porque siente la presencia de su esposo fallecido hace 10 meses.
Un tributo
“En esta casa tuvimos tres difuntos nuevos, que fallecieron este año antes de octubre: mi tía María Teresa Guadarrama Lara; Oralia Rojas, mi cuñada, y mi sobrino Luis Horacio Ramírez Rojas”, afirmó la profesora María Guadalupe Ramírez Guadarrama, quien abrió las puertas de su casa ubicada en la calle de Progreso.
La tradición “aquí en Malinalco viene de muchos años, es una de las festividades más simbólicas de este municipio del Estado de México y del país”, indicó la profesora.
Cada altar es especial para “los difuntos nuevos”, donde su familia coloca los alimentos, frutas y dulces que les gustaban, así como representa sus pasatiempos.
Por ello, a Luis Horacio, quien fue técnico de Luz y Fuerza lo recordaron con su colección de antigüedades, entre las que hay planchas y televisores.
María Teresa fue la primera mujer que trabajó en la presidencia municipal de Malinalco, a la edad de 16 a 17 años, cuando la mujer no tenía acceso a laborar en este tipo de empleos, y por ello la recordaron con una maqueta donde recibió un reconocimiento por la labor desempeñada y la escolta que la acompañó; Oralia participaba en la danza de los chinelos, con su traje elaborado por ella misma, y así fue recordada, indicó María Guadalupe.
“La costumbre es que la gente trae una veladora o cera, para iluminar el camino a los difuntos nuevos, y nosotros damos una ofrenda con un platito de barro, un pan y un chocolate, si vienen mil, nosotros tenemos que corresponder con igual número de ofrendas”, afirmó la profesora.
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