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“Tuvimos que llegar a esta tragedia para que todos tomemos conciencia; ahora sí, mira, hay patrullas, todos vienen con cascos y creo que no van a ir a madre como todos los domingos. El asunto es ver cuánto nos dura la pena, el otro domingo vas a ver, ya vas a estar reportando otro accidentado”, dice Enrique, un chopper que se da cita con su Harley en la caseta de Cuernavaca para unirse a la rodada en memoria de los seis jóvenes que murieron el domingo pasado en esa ruta.
En el punto de reunión se congregan más de 200 motociclistas, la mayoría identificados como “pisteros”, con sus trajes de cuero y haciendo rugir sus máquinas.
“Murieron como les gustó vivir, con la adrenalina al máximo, a tope. Lo que pasó la semana pasada fue un accidente, todos conocen esta carretera de memoria porque siempre la usan, ésta y la libre, que es por donde regresan, por eso siempre digo que no hay que culpar a nadie de lo que pasó, fue un mero accidente”, expresa Mariana, tía de una de las víctimas.
La presencia de la Guardia Nacional no molesta a los motociclistas. Se mantiene una coordinación a distancia, “no los vamos a molestar, sólo pedimos que respeten los límites y a los otros automovilistas, es todo, que tengan buena rodada”, dice un uniformado en altavoz.
El tráfico provoca molestias a los vehículos que por momentos se “atoran” en la salida.
“Es increíble, ahora resulta que les tenemos que dar todo el paso, uno lleva prisa, tiene sus pendientes como para frenarnos o ir a paso lento por culpa de ellos”, comenta Patricia, madre de familia quien se ve atorada en el tráfico hacia Morelos.
Metros antes de entrar al tianguis, sobre la autopista, compañeros y amigos de los caídos paran nuevamente para hacer “donas”. “Es un homenaje para ellos”, afirma un asistente.
Misa
Una vez congregados en el tradicional tianguis, los comerciantes organizan una misa; con cascos en brazo, los motociclistas escuchan atentos: “Eran buenas personas, ahora nos toca a nosotros honrarlas y preservar su memoria”, comenta la religiosa que acudió a la ceremonia.
Algunos siguen la tradición y se sientan a tomar cerveza, mojitos, cubas, vodka, micheladas que ahí venden.
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“Tres Marías llueve por ellos, a todos nos duele, pero ni modo, la vida sigue. Todos los que están aquí o ya se cayeron o se van a caer. Esa es la vida del motociclista, eso lo sabemos y así vivimos, asumimos el riesgo”, puntualiza Alejandro, un “pistero” amigo de las víctimas.