“Perdón, pero con 17 pesos por entrega ¿a quién le alcanza para [una moto con cilindraje de] 600 centímetros cúbicos?”, cuestiona José, conocido como Yoshi por sus compañeros repartidores, quien tiene que trabajar desde las ocho de la mañana hasta las 10 de la noche para ganar 500 pesos entregando pedidos a través de la aplicación Rappi.
A su ingreso debe restar la gasolina, el seguro de la moto, pago de tenencia, desgaste del vehículo, los montos por tarjeta de circulación y licencia de conducir y el impuesto que cada aplicación de delivery aplica a sus trabajadores. Con estos gastos, ni a Yoshi ni a muchos de sus compañeros les salen las cuentas.
Entre los repartidores de la Ciudad de México hay descontento sobre las reformas al Reglamento de Tránsito, sobre todo la prohibición del ingreso de motocicletas, con un cilindraje menor a 600 centímetros cúbicos, a carriles centrales de vías de acceso controlado, como Periférico, Viaducto o Circuito Interior.
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“De 20 pedidos que hago, al menos 10 son a unos cinco o siete kilómetros y tengo que usar vías rápidas o si no, no llego”, afirma Misael, repartidor de Uber Eats. “Una moto de esas está arriba de los 100 mil pesos”, agrega.
Pero no todo es descontento. Algunos de los repartidores coinciden en que las medidas como el portar un casco o contar con un seguro de accidentes son medidas que abonan a su seguridad.
“Por una parte también está bien, porque con tantos choques, los valedores muchas veces trabajan con motos sin papeles en regla o robadas y es la ley. No es nada nuevo y en eso sí estoy de acuerdo”, dice Misael.
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Otros de sus colegas señalan que tramitar un seguro para repartidores también resulta conflictivo. Jorge, repartidor de Didi, comenta que tardó más de medio año en conseguir su seguro: “Muchas agencias de seguros sólo tendrán pólizas de daño a terceros, o sea, si tu pegas. Pocos aceptan asegurarte a ti por si algo te pasa”.
Concentrados en la zona de Coapa, los repartidores detallan los riesgos y retos que enfrentan en su día a día circulando por la Ciudad con la mochila impermeable a la espalda.
“Tengo compañeros que han ido a dejar pedidos y hasta los zapatos les roban, no más les dan 20 pesos para que se regresen a su casa como puedan”, relata Alfonso Martínez.
“En esto tienes que salir siempre con la licencia de Dios, porque es complicado, imagínate, que te mandan a Iztapalapa, a la Doctores o Tláhuac a las dos de la mañana”, agrega.
Baches en la vialidad, accidentes, inseguridad, conflictos con automovilistas y hasta el mismo clima son algunas de las adversidades que los repartidores deben sortear en las calles de la capital del país.
Para Alfonso, es a veces más inseguro manejar “prudentemente que un poco atrabancado. Si tú vas bien en tu carril, nunca falta el que te pega por atrás o te empieza a aventar el carro”.
Yoshi también destaca los beneficios que tiene su trabajo como la libertad en el manejo de sus tiempos y la posibilidad de ser su propio jefe. Además, insiste en que la convivencia y hermandad que ha generado con sus compañeros motociclistas no la ha tenido en ningún otro trabajo. “En esto estamos como hermanos para lo que se necesite, (...) somos como una familia en moto”.
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