Metepec, Méx.— Emmanuel Ávila y Saraí Zavala son una pareja de migrantes hondureños que cambiaron el sueño americano por quedarse a vivir en el Estado de México.
Tras estar varados en Toluca por un año durante la pandemia porque no lograron tramitar su visa humanitaria, dicen haberse dado cuenta que no necesitan cruzar la frontera y arriesgar su vida, porque aquí encontraron “trabajo, vivienda y cobijo”.
Este hombre de 41 años y su esposa de 28 dejaron en la costa de Honduras a sus dos hijas, salieron huyendo de su país obligados por el acoso de las pandillas y el desempleo.
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Luego de enfrentar todo tipo de vicisitudes en la frontera con México y al subir a La Bestia, llegaron a Orizaba, Veracruz, donde conocieron a otros migrantes que ya tenían un sitio asegurado en el albergue Hermanos en el Camino, que dirige Armando Vilchis desde hace ocho años y se localiza en Metepec.
Junto con otras 70 personas, viven actualmente en el pequeño taller mecánico donde fueron habilitadas camionetas, automóviles y una plancha de concreto para que duerman 10 niños y el resto de salvadoreños, hondureños o guatemaltecos que cruzaron en Chiapas para llegar a Estados Unidos.
Narra que llegaron en tren a Orizaba, de ahí caminaron y algunos tramos los recogieron en autobús hasta llegar a la Ciudad de México, ya en la terminal tomaron un camión que los dejó en Toluca.
La pareja dice que en Metepec se recuperaron: “Aquí hicimos un poco más de carnita, veníamos bien delgados, caminamos por 10 días, mi esposa tenía los pies bien lastimados. Fue aquí donde recuperamos cuerpo”. Pese al frío descomunal y algunas humillaciones, están decididos a traer a toda su familia para quedarse a vivir en la capital mexiquense, trabajar en la industria y hacer su vida “felices, seguros y sin miedo”.
Vilchis comenta que esta situación se repite en 70% de los migrantes, la mayoría decide quedarse a vivir en Monterrey, Guadalajara, Zacatecas, Querétaro, León y sobre todo, Estado de México, en donde son contratados para trabajos de albañilería, plomería y jardinería.
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“Muchos se van a trabajar a San Mateo Atenco, en las industrias de Lerma, son obreros, trabajan oficios que muchas veces reciben una paga muy baja, pero que les permite vivir en comparación con las condiciones de hambre que enfrentaban”.
Sin embargo, durante 2020 recibió hasta 3 mil migrantes, el crecimiento mensual de personas fue de 80% en comparación con 2019. Por ejemplo, llegaron a finales de año 28 niños, la mayoría solos, quienes se van relacionando con adultos que migran y sobre todo llegan de Honduras, seguido de El Salvador y en tercer sitio Guatemala.
“Los mismos coyotes van dando dinero a las autoridades necesarias para que los dejen llegar a su destino”.
En Metepec el plazo de estancia es de tres meses, usualmente en ese periodo reciben la visa humanitaria y pueden continuar, pero durante 2020 las oficinas de migración pararon y permitió a los migrantes permanecer un año en el albergue.
“Pero ya 70% u 80% de los migrantes que llegan, tienen la idea de vivir en México, no les interesa seguir. Por ejemplo, San Mateo Atenco y Lerma está lleno de migrantes que trabajan en la producción del zapato, en las industrias”, apunta Vilchis.
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Emmanuel asegura que no había vivido en un lugar tan “pacífico, limpio, además de seguro” como Toluca y Metepec, por lo que pese a las humillaciones de algunas personas y los malos tratos de los vecinos del albergue, está dispuesto a lograr la nacionalidad mexicana.