Cerca de las 15:00 horas del 10 de mayo las familias comenzaron a llegar a la Plaza Garibaldi, para regalar una serenata y una comida en familia a las madres.

“Es una fecha representativa, los mariachis son una tradición, yo creo que es una costumbre ya de los mexicanos, para escuchar la música que nos gusta”, expresó la señora Sara.

Al lado de su gente, de su familia, decidieron comer en el mercado San Camilito, luego salieron a un bar en donde la música hizo lo suyo, para seguir disfrutando de la tarde.

Una caguama o dos, la familia rio y disfrutó, fue un momento para festejar a las jefas, a las reinas de la casa, como algunos les llaman.

En el restaurante Tenampa, las familias se reunieron alrededor de las mesas para degustar de la birria, los tacos, agua de sabor o un tequila, mientras los mariachis tocaban a la mujer que otorga todo: anhelo, enojo, cariño, olvido.

La fiesta en Garibaldi fue de menos a más, de locales vacíos pasó a comercios llenos: fiesta, música y tragos.

Garibaldi se muestra como es: un lugar en donde se debe guardar respeto a la música que emiten las cuerdas de las guitarras y el viento en las trompetas, y este 10 de mayo a las mamás capitalinas o las turistas que también aprovechan del festejo.

A las mesas también llegaron los ramos de rosas y los regalos entre risas y abrazos. Otros aprovecharon el momento para levantarse de la mesa y sacar los mejores pasos de baile.

Aquí se ha vivido de todo, dice una mujer. Fue Jack Kerouac quien inmortalizó esta plaza con su Tristessa, con la época en donde Garibaldi era un escaparate que hoy usan familias que no dejan perder su tradición. Con información de Kevin Ruiz

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